El Santo del día
20 de junio
San Juan Fisher, Cardenal y Mártir
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Oración a San Juan Fisher, Cardenal y Mártir
Oh, valiente San Juan Fisher, cardenal y mártir, hoy te recordamos y te suplicamos que intercedas por nosotros. Tú, que defendiste con valentía la fe y la verdad, y diste tu vida por amor a Cristo, danos la fortaleza para ser testigos fieles en medio de las adversidades. Ayúdanos a mantenernos firmes en nuestra fe ya ser testimonio de amor y justicia en nuestro entorno. Concede tu protección a la Iglesia ya todos aquellos que sufran persecución por su fidelidad a Cristo. ¡Ay, San Juan Fisher, ruega por nosotros!
Amén.
El arzobispo de Rochester, Juan Fisher, ya llevaba quince meses confinado en la Torre de Londres, y su anciano cuerpo baldado ya no daba más, no obstante su espíritu resistía como un bambú en medio de la tormenta, pues cada día los emisarios del rey, irrumpían en su celda; algunas veces procuraban atraerlo con melosidad, halagos, promesas de fortuna y honores; en otras oportunidades lo amenazaban, vituperaban, escupían y zarandeaban, pero su oposición a la anulación del matrimonio de Enrique VIII, con Catalina de Aragón, se mantenía inflexible y en vista de ello el monarca que se sentía como una fiera enjaulada, se autoproclamó cabeza visible de la Iglesia inglesa y todos lo aceptaron menos el arzobispo de Rochester, Juan Fisher, la figura más representativa de la Iglesia católica en Inglaterra.
Por su obstinada fidelidad al papa, fue apresado, enjuiciado por traición y como el tribunal no tenía fundamentos para su acusación, alargó su proceso con el fin de ablandarlo pero ni así lograron quebrar su voluntad. Entonces en reconocimiento a su santidad, entereza y estoicismo, el papa Paulo III, nombró cardenal a Juan Fisher, en mayo de 1535 y le envió el capelo cardenalicio (un sombrero rojo de ala ancha con unas borlas que colgaban a los lados y era el distintivo de los príncipes de la Iglesia) que al recibirlo y retenerlo Enrique VIII, dijo: “Yo me encargaré de entregarle el capelo a Fisher, pero tendrá que ponérselo sobre sus hombros, porque para entonces ya no tendrá cabeza”.
Juan Fisher (nacido en Beverley, Inglaterra, el 19 de octubre de 1469), era hijo de un próspero comerciante de telas y dada su preclara inteligencia su padre lo envió a la Universidad de Cambridge, en la que se distinguió porque aventajaba a sus compañeros en el aprendizaje, lo que le facilitó su nombramiento, sin culminar sus estudios, como profesor del Michaelhouse (colegio adscrito a esa universidad) y luego de obtener una dispensa especial y el doctorado en teología, fue ordenado sacerdote en 1491; enseguida asumió la dirección del mismo colegio y en 1502, por petición expresa de Margareth Beaufort (madre de Enrique VII), se convirtió en su confesor y ella lo respaldó para fundar otros dos colegios anexos a la universidad de Cambridge: el Christ’s College y Saint John’s College y más adelante le patrocinó la creación de la cátedra de teología de la cual, Juan Fisher fue su primer decano, y en 1504, lo eligieron canciller (rector), de la misma universidad en la que introdujo la enseñanza de los idiomas griego y hebreo, desarrolló un programa de asignación de becas, logró que uno de los hombres más eruditos de su tiempo, Erasmo de Roterdam, enseñara en Cambridge y mientras ejercía todas estas funciones, con la venia de Enrique VII, el papa lo designó obispo de Rochester, a los 35 años.
Aunque aceptó a regañadientes esa elección, Juan Fisher acometió con denuedo la reorganización de su diócesis: metió en cintura a los clérigos que llevaban una vida relajada, construyó muchas parroquias y las visitaba constantemente para mantener fresco el espíritu evangélico de sus párrocos, se erigió en defensor de los pobres a los que protegía de los desmanes de los nobles, recogía a los enfermos de las calles y se encargaba de ellos en los hospitales, asistía a los presos de todas las cárceles y le sobraban energías y argumentos para recriminar a la jerarquía eclesiástica inglesa, que le servía más al rey que a Dios y en la Cámara de los Lores –de la que formaba parte–, Juan Fisher se convirtió en el adalid de un proyecto que pretendía recuperar la autonomía del clero frente a la abusiva intervención del estado en los asuntos de la Iglesia, pero sus esfuerzos fueron vanos y mucho más desde que se opuso rotundamente a que el parlamento aprobara la ley, mediante la cual, el soberano se convertía en cabeza de la Iglesia inglesa.
La ruptura total se produjo cuando Enrique VIII obligó a todos sus funcionarios, súbditos y a la jerarquía eclesial, a reconocer como legítimos y por lo tanto herederos legales del trono, a los hijos que tuviera con Ana Bolena, con quien había contraído un matrimonio espurio, pues el anterior estaba vigente. Dado que Juan Fisher, –la figura más representativa de la Iglesia– se negó tajantemente a jurar, lo hizo encarcelar y procesar por traición; quince meses después, el amañado tribunal lo condenó a muerte y lo ejecutaron el 22 de junio de 1535. Fue canonizado por el papa Pío XI, el 20 de mayo de 1935. Por eso hoy, día de su festividad, pidámosle a san Juan Fisher, que nos enseñe a defender la legitimidad de la autoridad papal.