El Santo del día
18 de junio
Santa Juliana de Falconieri
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Oración a Santa Juliana de Falconieri
Oh, Santa Juliana de Falconieri, hoy nos acercamos a ti con reverencia y amor. Tú, que fuiste una mujer de fe y valentía, fundadora de la Orden de las Mantellate, intercede por nosotros ante el Señor. Te pedimos que nos concedas la gracia de vivir con humildad y entrega, siguiendo el ejemplo de tu vida consagrada. Ayúdanos a responder generosamente al llamado de Dios ya servir a nuestros hermanos con amor desinteresado. Te suplicamos que nos acompañes en nuestro camino espiritual y nos protejas con tu intercesión materna. ¡Ay, Santa Juliana de Falconieri, ruega por nosotros!
Amén.
En la Florencia de la Edad Media, la opulencia y la pobreza, eran dos caras de la misma moneda y por eso la indiferencia de los ricos rayaba en el cinismo, mientras el pueblo padecía estoicamente la desnutrición y toda suerte de epidemias que no le daban tregua. A principios del siglo XIV, la lepra se había exacerbado, la peste bubónica redondeaba la faena y los aristócratas y las autoridades se resguardaban en sus palacios por miedo al contagio, hasta que una mujer llamada Juliana Falconieri, con algunas de sus compañeras, Siervas de la Virgen María, se puso al frente de la situación y haciendo gala de una misericordia sin límites se dedicó a cuidar a estos “indeseables”: limpiaba las llagas de los leprosos, drenaba las pústulas de los apestados y milagrosamente, a los pocos minutos, los enfermos quedaban limpios y sanos de las úlceras. Así salvó a cientos de contagiados y la fama de su santidad se expandió a la misma velocidad con la que desaparecían estos azotes.
Juliana Falconieri nació en Florencia, Italia, en 1270, en el seno de una familia adinerada y tan piadosa, que su padre construyó, de cuenta suya, la iglesia de la Anunziata –una de las más hermosas de la ciudad– y su tío fue san Alejo Falconieri, uno de los siete fundadores de la Orden de los Siervos de María. En ese ambiente creció Juliana, que desde la más tierna infancia demostró su inquebrantable devoción a la Virgen y a Jesús Sacramentado, a los que erigía altares en todas partes. Cuando contaba quince años, ante la insistencia de sus padres para que contrajera matrimonio, les hizo saber que su vida le pertenecía a Jesús y les pidió permiso para formular sus votos de religiosa, que profesó en 1284, ante san Felipe Benicio, que le impuso el hábito de los Terciarios Servitas, congregación exclusivamente masculina. Por eso Juliana Falconieri es la fundadora de la rama femenina de esta Orden, porque además de su madre, varias de las jóvenes más prestantes de la sociedad florentina, también se encerraron en sus casas, para entregarse como ella, a la contemplación, a la oración, al ayuno, la penitencia rigurosa y al servicio incondicional de los pobres y desamparados.
Tras el fallecimiento de su madre, Juliana Falconieri redobló su austeridad y oraba de rodillas días enteros. Varios años después, en 1306, reunió a sus compañeras en una casa vieja y al comenzar esa vida en comunidad, se configuró oficialmente la Orden de las Siervas de la Virgen María (también se les conoce como Siervitas de María), que fue aprobada por el papa Martín V.
A pesar de que fue elegida –no obstante su resistencia– para dirigir la congregación, Juliana Falconieri escogió para sí, los oficios más ásperos y con humildad servía a sus subalternas; en esa condición permaneció los siguientes 35 años, hasta su muerte, acaecida el 19 de junio de 1341, fecha en la que poco antes de fallecer, ante la imposibilidad de recibir alimentos pues todo lo vomitaba, pidió que le pusieran la Santa Hostia sobre el pecho y luego de serle colocada, fue absorbida por su cuerpo y a la altura del corazón quedó tatuada en su piel, la Sagrada Forma, con un crucifijo dentro. Fue canonizada por el papa Clemente XII, en 1737. Por eso hoy, día de su festividad, pidámosle a santa Juliana Falconieri, que grabe en nuestros corazones la Eucaristía, indeleblemente.