El Santo del día
16 de junio
San Eliseo, Profeta
Oración a San Eliseo, Profeta
Oh, glorioso San Eliseo, tú que fuiste un fiel siervo de Dios y profeta valiente, te invocamos en este día para que intercedas por nosotros. Danos tu sabiduría y discernimiento para comprender la voluntad divina en nuestras vidas. Ayúdanos a perseverar en la fe y a confiar en la providencia de Dios en todo momento. Ruega por nosotros para que podamos seguir tu ejemplo de fidelidad y obediencia a la palabra de Dios. ¡Oh, San Eliseo, ruega por nosotros!
Amén.
Sobre el lecho de la habitación que la sunamita le tenía reservada en su casa, yacía el niño muerto. Allí llegó apuradamente Eliseo y se echó encima del infante y dice la Biblia que: “puso la boca sobre su boca, los ojos sobre sus ojos, las palmas sobre sus palmas” y el pequeño cuerpo entró en calor; Eliseo paseó un rato por todo el aposento y volvió a tenderse sobre el chico y minutos después, este comenzó a estornudar, abrió los ojos, se sentó y al instante entró la mujer y cuando vio a su hijo resucitado se postró de rodillas ante el profeta. Este milagro era el segundo que Eliseo realizaba con este infante, pues su madre, entrada en años, no había podido concebir y él, en agradecimiento porque ella con su esposo lo acogían en su casa cada vez que pasaba por la ciudad de Sunan, le prometió un día, que antes de un año tendría un hijo y a ese fue al que reanimó.
Eliseo, un robusto campesino nacido en el siglo VIII antes de Cristo, al ser llamado por Elías, dejó su arado y lo siguió incondicionalmente, hasta que este respetado profeta, lo llevó al otro lado del Jordán (río al que dividió golpeando el agua con su capa) y en su presencia, fue arrebatado por un carro de fuego, del que, mientras ascendía hacia el cielo, dejó caer el manto que fue recogido por Eliseo y con él, le fueron transferidos los poderes de Elías, los que empezó a usar inmediatamente, al lograr que una vez tocadas las aguas por el mantón, se apartaran de nuevo para darle paso. En adelante y durante casi medio siglo, Eliseo fue determinante en el destino de Israel, pues incidía directamente en las decisiones que habrían de tomar los reyes, obviamente respaldado por Yahvé, que le indicaba lo que debía hacer o decir dependiendo de las circunstancias políticas y por eso los reyes lo respetaban y acataban.
A los ojos del pueblo, era pues, la conciencia de Israel, imagen que reforzaba con constantes milagros como el de la pobre viuda a la que le ordenó que llenara todas las vasijas –recogidas en la aldea– con el remanente de aceite que quedaba en su cocina y fue tal la cantidad que almacenó, que le alcanzó para surtir a todo el pueblo y con ello superó la precaria situación económica por la que atravesaba. Salvó a una aldea echándole un poco de sal a la fuente envenenada, cuya agua –en adelante– pudieron consumir sus habitantes sin peligro.
En otra oportunidad rescató al ejército de Israel que estaba a punto de sucumbir por la falta de agua al golpear una roca de la que surgió un abundante manantial, que sirvió de abrevadero para la tropa y sus animales durante una larga y extenuante campaña bélica que sostenía con los moabitas. Aún después de muerto continuó haciendo milagros, pues al año de haber sido sepultado –dice la Biblia–, una familia que enterraba a uno de sus integrantes, al verse asaltada por una banda de maleantes, escapó luego de arrojar el cadáver al sepulcro de Eliseo y el finado, al entrar en contacto con los huesos del profeta, “revivió y se puso en pie”. Por eso hoy 16 de junio, día de su festividad, pidámosle a san Eliseo que, por su intercesión, Dios nos conceda sabiduría para guiar a quienes buscan nuestro consejo.