El Santo del día
31 de mayo
Visitación de la Santísima Virgen María
Oración Visitación de la Santísima Virgen María
Oh Santísima Virgen María,
hoy recordamos con gran alegría
tu visita a tu prima Isabel,
llevando en tu seno al Emanuel.
Tu humildad y amor nos enseñan
a servir a Dios con devoción,
a estar atentos a su voluntad,
y a llevar la Buena Nueva a cada corazón.
Que como Tú, nos dejemos guiar
por el Espíritu Santo en nuestro caminar,
y que siempre estemos dispuestos
a ayudar y compartir con nuestros semejantes.
Amada Madre, intercede por nosotros,
para que seamos siempre fieles
al camino que nos lleva a Jesús,
y para que podamos llevar su luz a los demás.
Amén.
Cuando ofrecía el incienso en el santuario del Señor, Zacarías –que ese día era el sacerdote encargado del templo– se atemorizó ante la aparición del arcángel Gabriel, quien le notificó que sería padre, viejo anhelo que él y su mujer Isabel, ya habían descartado, porque ambos eran ancianos. En efecto, su esposa quedó embarazada y Zacarías, por no creerle al enviado de Dios, fue enmudecido –como castigo– hasta el alumbramiento. Seis meses después, el mismo arcángel Gabriel le anunció a la Virgen María, que daría a luz al Salvador del mundo y de paso le contó que su prima Isabel también esperaba un hijo. Entonces María, exultante de alegría, se puso en camino para visitar a su parienta y tras cuatro días de viaje llegó a Ain Karim, una ciudad de la región montañosa de Judá, en donde residía su familiar. Al entrar a la casa, su anfitriona, la abrazó y le dijo: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Y cómo es que la madre de mi Señor viene a mí? Tan pronto como tu saludo sonó en mis oídos, el niño saltó de alegría en mi seno. ¡Dichosa tú que has creído que se cumplirán las cosas que te ha dicho el Señor!”.
Entonces, María dijo: “Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se regocija en Dios, mi Salvador, porque se ha fijado en la humilde condición de su esclava. Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque el Todopoderoso ha hecho conmigo cosas grandes, su nombre es santo y su misericordia llega a todos sus fieles de generación en generación. Ha desplegado la fuerza de su brazo, ha destruido los planes de los soberbios, ha derribado a los poderosos de sus tronos y ha encumbrado a los humildes; ha colmado de bienes a los hambrientos y despedido a los ricos con las manos vacías. Ha socorrido a su siervo Israel, acordándose de su misericordia, como había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y su descendencia para siempre”.
Como el embarazo –dada la edad de Isabel– era de alto riesgo, la Virgen María se dedicó a cuidar a su prima: se encargó de los oficios de la casa, le ayudaba a la futura madre en la confección del ajuar para recibir a san Juan Bautista y atendía con esmero y cariño a Zacarías, quien a la sazón contaba 92 años. Aunque la tradición no afirma ni desmiente la posibilidad de que la Virgen María estuviera presente en el parto de su prima, sí se sabe que tres meses después, retornó a su casa de Nazaret y allí pasó el resto de su gestación en silencio y oración.
Desde los albores de la cristiandad, se conmemoraba la visita de la Santísima Virgen María a su prima Isabel, pero fue san Buenaventura, superior general de los franciscanos, quien comenzó a celebrar la fiesta de la Visitación, dentro de la Orden, a partir del año 1263, y luego el papa san Pío V, la extendió a la Iglesia universal, a finales del siglo XVI. Por eso hoy, 31 de mayo, día de la Visitación, hagamos nuestra la respuesta que la Virgen María, le dio al ángel: “Hágase en mí según tu palabra”. ¡Y practiquémosla!