El Santo del día
26 de octubre
Santa Paulina Jaricot
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Oración a Santa Paulina Jaricot
Oh Santa Paulina Jaricot, mujer de fe, Fundadora y apóstol de la Obra de la Propagación de la Fe, Con tu amor por las misiones, nos inspiras a que, Extendamos la Palabra de Dios con humildad y arrobo. Tu corazón generoso y tu devoción, Nos guían en la labor de la evangelización, Intercede por nosotros con compasión, Para que crezca la fe en cada nación. Santa Paulina, modelo de amor fraterno, En tu entrega encontramos un camino eterno, Ruega por nosotros ante el Dios bueno, Para que sigamos tu misión con empeño.
Amén.
Paulina Jaricot ascendía penosamente hacia la iglesia de Fourviere, en Lyon, pensando angustiada sobre cómo habría de pagarle a sus acreedores que desde hacía tiempo la acosaban por culpa de algunos de sus colaboradores a quienes ingenuamente había confiado la administración del fondo llamado El Banco del Cielo, constituido con la ayuda del papa Pío IX, del arzobispo de Dublín, de varias parroquias, de diversas organizaciones laicas y eclesiales y con aportes de la gente común, para capitalizar a los obreros desempleados y mientras le encomendaba su aflicción a Jesús Crucificado, se escuchó una potente voz que le gritaba: “¡Ladrona, ladrona, hipócrita!” y al instante un nutrido coro de personas que también subían hacia el templo, comenzó a hacerle eco a las palabras lanzadas por ese agitador de mal aspecto, cara feroz y gesto amenazante. Paulina desaceleró el paso, se detuvo frente al grupo de agresores y los desarmó con una mirada tan dulce que los otros se vieron obligados a bajar los ojos y el tono; entonces continuó su camino. En medio de un silencio sepulcral, se refugió ante el altar de la Santísima Virgen y los provocadores se devolvieron, porque no tuvieron el valor de entrar a la iglesia.
Paulina Jaricot (nacida el 22 de julio de 1799, en Lyon, Francia), desde muy pequeña había decidido –con su hermano menor, Fileas, que más adelante fue sacerdote– convertirse en misionera, ideal atizado por las historias que sobre los heroicos evangelizadores le leía una de las criadas, pero cuando llegó a la adolescencia, abandonó esta idea por su fragilidad física, no obstante mantuvo viva la ilusión de ayudar de alguna manera y la oportunidad llegó en 1822, cuando se enteró de las penurias económicas por las que pasaban los predicadores; entonces concibió un audaz plan que consistía en reunir dinero con la ayuda –en principio– de las obreras de la fábrica de tejidos de seda que poseía su hermana y para el efecto las organizó en grupos de diez, en los que cada una, donaba un céntimo semanal y lo recolectado era recogido por un líder –elegido por ellas–, que entregaba ese dinero a un encargado de supervisar a diez jefes de decenas y éstos rendían cuentas a otro que era el responsable de diez jefes de centenas y así conformó una eficiente red de recolección de ayudas que se convirtió oficialmente, el 3 de mayo de 1822, en la Asociación para la Propagación de la Fe, que rápidamente se extendió por Europa entera y ese dinero se le entregaba a la Santa Sede para que lo distribuyera entre todas las misiones del mundo.
Una vez que la Asociación para la Propagación de la Fe cogió vuelo, algunos sectores de la Iglesia, envidiosos del éxito de la propuesta, se apropiaron de ella y relegaron a Paulina Jaricot al papel de supervisora de una centena de núcleos, lo que aceptó con humildad y siguió pensando en cómo ayudar a la evangelización; para el efecto concibió en 1826, el “Rosario Viviente”, sistema que consistía en la creación de grupos de quince personas, que se reunían a rezar el rosario, pero a su vez a cada una se le asignaba una casilla –con su respectivo misterio–, que debía recitar diariamente por las misiones y las necesidades específicas de una persona o un determinado conglomerado.
En cuestión de dos años, este movimiento ya contaba con más de un millón de adeptos. Pero no se quedó ahí, porque la deplorable situación de los obreros desempleados exigía una solución y entonces Paulina Jaricot creó el Banco del Cielo, que contó con amplio apoyo de todos los estamentos, pero varias personas de su confianza a las que designó como administradoras del plan se robaron la plata y ella tuvo que cancelar parte de las deudas –porque no le alcanzó para pagar todo–, con su patrimonio y quedó en la ruina, desacreditada, injuriada y calumniada.
Aislada por todos y acosada por sus acreedores, santa Paulina Jaricot murió en una buhardilla, sobre un colchón prestado, a los 67 años, el 9 de enero de 1862 y 20 años después, su obra fue extendida a todo el mundo por el papa León XIII. Fue elevada a los altares por el papa san Juan XXIII, en febrero de 1963. Por eso hoy día de su festividad, pidámosle a la santa Paulina Jaricot, que nos ayude a convertirnos en agentes de la “Propagación de la Fe”.