El Santo del día
30 de mayo
Santa Juana de Arco
Oración a Santa Juana de Arco
Oh Santa Juana de Arco, valiente guerrera de Dios y patrona de los soldados, te pedimos tu intercesión en nuestras vidas.
Que así como tú, tuviste el valor de luchar por la justicia y defender la verdad, nos des la fortaleza para enfrentar nuestras dificultades y obstáculos en la vida.
Te pedimos que nos ayudes a tener la fe y la confianza en Dios que tú tuviste, para superar cualquier adversidad que se nos presente en el camino.
Que tu ejemplo de coraje y devoción a Dios, nos inspire a seguir tus pasos y ser instrumentos de la paz y el amor en el mundo.
Santa Juana de Arco, ruega por nosotros.
Amén.
Aunque Juana de Arco, (nacida el 6 de enero de 1412, en Domremy, Francia) que llevaba una vida de oración, ayuno y penitencia, se negó en principio a acatar los mensajes divinos que le ordenaban la liberación de Francia, porque no se consideraba digna de tal misión, los mensajes se fueron haciendo tan apremiantes que no tuvo más alternativa y entonces desde los 16 años comenzó a tocar todas las puertas para llegar hasta el Delfín (título que recibía el heredero del trono francés), pero solo un año más tarde lo logró. Después de viajar por territorio enemigo durante cuatro meses al amparo de la noche y escoltada solamente por tres soldados, al fin, Juana de Arco llegó a Chinón (castillo en el que Carlos, el Delfín de Francia, se había refugiado con su corte ante la presión de los ingleses), para convencerlo de que por una orden divina ella debía conducirlo a Reims, en cuya catedral –de acuerdo con la fórmula establecida por Carlomagno, en el año 800–, tenía que ser coronado, si quería que el pueblo lo aceptara como su legítimo rey.
El príncipe heredero se negó a recibirla en principio, (pero luego de corroborar que una reciente batalla, ganada por los ingleses, había transcurrido tal cual lo vaticinara la doncella de Domremy, meses antes de su ocurrencia), le concedió una entrevista. No obstante seguía dudando sobre si ella era, en efecto, una enviada del cielo o una farsante y por eso el día de la cita, se mimetizó entre los cortesanos que colmaban el salón. Para sorpresa de todos, la recia campesina entró al recinto y pasó de largo frente al trono ocupado por un sirviente que estaba disfrazado con los atuendos reales y fue directo al sitio en el que se encontraba el camuflado Delfín. Una vez reunidos a solas, Juana de Arco le reveló al desconcertado príncipe, algunos de los secretos que solo conocían él y sus más íntimos asesores y con ello, derrumbó el resto de las barreras que se oponían a su misión.
Así las cosas, Juana de Arco fue nombrada jefe de los ejércitos reales, y rodeada de curtidos generales, emprendió su campaña arrebatándoles a los invasores el control de los puentes sobre el río Loira, lo que le permitió restablecer la comunicación con las tropas aisladas en la otra orilla; reunificadas sus huestes, avanzó hacia el norte tomando todos los pueblos que encontraba en su ruta y al ritmo de sus victorias crecía tanto su prestigio, que los enemigos abandonaban las poblaciones sin dar la pelea. Con la moral de sus milicias en alto llegó a Orleans (que padecía un asfixiante sitio y cuya liberación era imprescindible para abrir el camino hacia Reims) y a pesar de ser herida por una flecha –que ella misma se arrancó del muslo–, continuó combatiendo hasta que el 8 de mayo de 1429, logró romper el cerco, puso en fuga a sus enemigos y mientras se adelantaba eliminando los últimos reductos adversarios, el delfín marchaba en la retaguardia hacia Reims, en donde el 17 de julio de 1429, fue coronado rey de Francia, con el nombre de Carlos VII.
Pero su misión estaba incompleta mientras no llevara al nuevo monarca hasta París y para lograrlo tenía que allanar el camino que estaba infestado de borgoñones (franceses que eran aliados de sus enemigos) y con el mismo denuedo los combatió e incluso fue herida de nuevo. Ante la resistencia ofrecida por sus oponentes, Carlos VII optó por adelantar con sus contrincantes oscuras negociaciones que le franquearon la puerta y luego de entrar a la capital, desdeñó los consejos de Juana de Arco que le insistía en la necesidad de expulsar a los invasores del país, y a pesar de que el ingrato rey le retiró a buena parte del ejército, ella decidió pelear sin su ayuda y después de obtener pequeñas victorias y sufrir algunas derrotas, acudió a combatir a los borgoñones que tenían sitiada la ciudad de Compiegne y el 23 de mayo de 1430, en medio del fragor de la batalla, fue derribada de su caballo y capturada; tras varios meses de confinamiento –en los que desalmado rey francés Carlos VII, no movió un dedo para rescatarla–, fue vendida por sus compatriotas borgoñones, a los ingleses, que le iniciaron un juicio en el que la acusaron de bruja y hereje, –dado que como ella sostuvo en el proceso– escuchaba desde muy joven las voces de san Miguel Arcángel, santa Catalina de Alejandría y santa Margarita de Antioquía, que le ordenaban liberar a Francia.
Estas declaraciones suyas, les sirvieron de argumento a los jueces para sostener que tales voces procedían del demonio, teoría que además reforzaban con el hecho de que durante la campaña militar Juana de Arco usaba vestiduras de hombre, lo que a todas luces indicaba que ella obedecía órdenes del maligno. Al final del amañado juicio, Juana de Arco fue condenada a morir en la hoguera, sentencia que se ejecutó en la ciudad de Ruan, el 30 de mayo de 1431. En 1456, se reabrió su causa y el papa Calixto III rehabilitó su memoria. Desde entonces, se convirtió en el símbolo de la unidad francesa y fue canonizada y declarada Santa Patrona de Francia, por el papa Benedicto XV, en 1920. Por eso hoy, día de su festividad, pidámosle a santa Juana de Arco que nos dé valentía para defender las causas justas, aún a riesgo de nuestras vidas.