El Santo del día
22 de diciembre
Santa Clotilde
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Oración a Santa Clotilde
Oh Santa Clotilde, ejemplo de fe y virtud, Tú, que con tu amor y fortaleza, Guiaste a tu familia hacia la luz de Cristo, Intercede por nosotros ante el Señor. Concédeme, oh santa bondadosa, tu valentía para superar las pruebas, y tu fe para enfrentar los desafíos de la vida. Santa Clotilde, mujer de oración y compasión, te pedimos tu intercesión amorosa, para que nuestras necesidades sean escuchadas. Enseñanos a vivir con devoción y entrega, como tú viviste con humildad y amor.
Amén.
La situación era cada vez más delicada, porque los alamanes tenían superioridad numérica y desde el altozano que dominaba el campo de Tolbiac, lanzaban en oleadas a su caballería e infantería, contra el grueso del ejército franco, precedidas de furiosas andanadas de flechas, lanzas y piedras que retardaban el ascenso de la infantería –desmoralizada por la enorme cantidad de bajas sufridas– y ello le daba tiempo a los enemigos para tomarse un respiro y volver a la carga con más ferocidad. Ya empezaba a caer la tarde y Clodoveo I, rey de los Francos, sopesando su incómoda situación, le daba vueltas a la posibilidad de emprender la retirada, rendirse o vender cara su derrota y mientras pensaba en las implicaciones que se derivarían de cualquier decisión que tomara, veía ante sí, el hermoso rostro de su amada Clotilde, que quedaría desamparada y probablemente sería tomada como botín de guerra y de pronto recordó que ella le insistía en que se encomendara a Cristo y no a sus dioses, e inmediatamente le prometió al Dios de Clotilde, que si lo sacaba de ese aprieto, él y su reino se convertirían al cristianismo.
Aunque no sabía cómo, se puso a orar y en esas estaba, cuando llegó uno de sus generales con la noticia de que el rey de los alamanes había muerto a causa de una flecha perdida y sus tropas desconcertadas por la falta del líder, abandonaban en ese momento el campo y lo que era una derrota inminente se transformó en victoria inapelable. Al regreso de su campaña, se puso en manos de san Remigio, que lo catequizó y el 25 de diciembre del año 496, bautizó a Clodoveo I y a tres mil de sus hombres, en la Catedral de Reims, en la que desde entonces, fueron coronados todos los reyes franceses, para legitimar su investidura.
Clotilde (nacida en Lyon, en el 475), era una princesa burgundia, cuyo tío asesinó a su padre Chilperico –rey de Borgoña–, ahogó a su madre (atándole una piedra al cuello y lanzándola a un pozo), se instaló en el trono y secuestró a las dos hijas de su hermano, que crecieron en medio de la intimidación y el ultraje, pero Clotilde, la mayor, se distinguía por su acendrada espiritualidad que le permitía soportar estoicamente las humillaciones y puesta en manos de Dios, irradiaba una extraña paz complementada por una belleza sin par, que trascendió las fronteras de Borgoña y varios príncipes de la región pidieron su mano, pero su tío Gundebaldo la guardaba como un as en la manga a la espera de un mejor postor y cuando la hermosa joven contaba 17 años, apareció el rey de los francos, al que tuvo que entregársela, más por miedo que por conveniencia y a finales del año 492, la bella Clotilde contrajo matrimonio con Clodoveo I, el más poderoso y temido de los monarcas europeos de la época y considerado por la historia, como el primer rey de Francia, que –inclusive– eligió a París como su capital.
La bondad de Clotilde, poco a poco fue limando la áspera personalidad de Clodoveo, quien a pesar de ser pagano, le permitió bautizar a sus hijos y practicar una misericordia inusitada con los pobres y desvalidos, fundar iglesias, vencer a los arrianos que tenían envenenada la Iglesia y con su dulzura logró doblegar el orgullo del rey, al que permanentemente instaba a que se convirtiera, pero él, sólo accedió después de la victoria milagrosa sobre los alamanes en Tolbiac, y lo hizo con tal convicción, que Francia, se transformó –de acuerdo con el título que le otorgó la Santa Sede–, en la “Hija Primogénita de la Iglesia” y para refrendar esta designación, Clodoveo I y Clotilde construyeron en París la iglesia de los apóstoles, Pedro y Pablo –que hoy se llama Iglesia de Santa Genoveva– en la que Clotilde enterró a su esposo, en el 511, y se retiró a un convento –cerca de la tumba de san Martín de Tours–, porque sus hijos se enfrascaron en una cruenta guerra por el poder: el primero de ellos, Clodomiro y sus pequeños, fueron asesinados y en sus 34 años de viudez, Clotilde observó con dolor cómo sus otros dos herederos, Childeberto y Clotario, destruían el reino que con tanto esfuerzo había construido su esposo Clodoveo I, pero al final, las oraciones de Clotilde surtieron efecto, pues en la víspera de una batalla definitiva entre sus dos vástagos, ella oró durante toda la noche por su reconciliación y una fuerte tormenta al amanecer, hizo aplazar la confrontación lo suficiente, para que los hermanos desistieran de la pugna y juntos y en paz, enterraron a su madre santa Clotilde, un mes después, el 3 de junio del 545. Por eso hoy, día de su festividad, pidámosle a santa Clotilde, que nos enseñe a perdonar lo imperdonable, en el nombre de Jesús.