El Santo del día
25 de noviembre
Santa Catalina de Alejandría
Oración a Santa Catalina de Alejandría
Oh Santa Catalina de Alejandría, sabia y valiente defensora de la fe cristiana, te honramos y te invocamos en este día. Tú que demuestras una profunda sabiduría y un coraje inquebrantable al enfrentar la adversidad, ruega por nosotros para que podamos ser testigos valientes de Cristo en nuestro tiempo. Ayúdanos a mantener firmes nuestras creencias, a ser pacientes en las pruebas ya buscar la verdad con humildad y amor. Santa Catalina, ruega por nosotros y guíanos en nuestro camino de fe hacia la sabiduría y la santidad.
Amén.
Cuando la ceremonia alcanzaba su culmen –en el momento en que el emperador Maximiano se aprestaba a realizar su sacrificio–, irrumpió envuelta en una discreta túnica blanca, una hermosa joven de no más de 18 años, a cuyo paso hacia el trono se hizo el silencio en el templo y con su melodiosa pero potente voz, increpó sin dilación al monarca por rendirle culto a los dioses paganos que no eran otra cosa que muñecos de hechura humana y por negarse a postrarse ante Jesucristo único y verdadero Dios. El soberano, desconcertado –en principio– y luego furioso, trató de controvertir esas tesis, pero a cada argumento suyo, la intrépida jovencita respondía con tanta sabiduría que al final el avergonzado Maximiano abandonó el salón, no sin antes mandar a detener a Catalina y convocar a sus filósofos de cabecera para que la enfrentaran dialécticamente; mas también a ellos los abrumó, de tal forma, con sus agudos razonamientos teológicos, que al término de la discusión, todos se convirtieron al cristianismo, pero el déspota no soportó tal humillación y los hizo ejecutar. Catalina, se salvó –por el momento– y aunque la misma esposa de Maximiano le pidió que la liberara de la mazmorra a la que fue arrojada sin contemplación, el emperador se mantuvo firme.
Catalina nació en el año 283 y creció en medio del bullicioso ambiente de su natal Alejandría, que en aquella época era la metrópoli más abigarrada y pluricultural del mundo, porque en ella confluían las distintas vertientes filosóficas imperantes, cuyos exponentes se reunían y las discutían en su famosa biblioteca, en la que se compilaba todo el conocimiento del mundo antiguo. La curiosa Catalina se impregnó de todos los puntos de vista, pero prevalecía en ella la insatisfacción porque ningún pensamiento calmaba su sed espiritual, hasta que encontró a un anacoreta llamado Ananías que le abrió la puerta de la salvación y ella además de bautizarse se convirtió en fogosa predicadora que sin ambages iba regando por las calles de Alejandría la Buena Nueva del evangelio.
Así empezó a resquebrajar el paganismo y ello llamó la atención de las autoridades de la ciudad, en la que si bien es cierto no había una persecución formal contra los seguidores de Cristo, la tolerancia se estaba agotando por la ingente cantidad de ciudadanos que renegaban de sus dioses ancestrales en favor de los cristianos y en esas circunstancias llegó Maximiano, que tampoco se salvó de su afilada lengua, y puesto en evidencia por Catalina abandonó a Alejandría, pero con la idea fija de que volvería para ajustar cuentas con la osada doncella.
Tras liquidar una incipiente revolución en la parte alta de Egipto –país que en ese momento era una colonia romana–, Maximiano regresó a la ciudad y envió por Catalina de Alejandría, a la que trató de convencer para que ofrendara sacrificios a sus dioses y ante su tajante negativa, le ofreció todos los honores habidos y por haber, (incluido el matrimonio, pues unas horas antes había hecho ejecutar a la anterior emperatriz, porque se convirtió al cristianismo seducida por la atrevida joven), pero Catalina de Alejandría rehusó las ofertas y entonces el herido emperador la condenó a morir arrollada por una rueda erizada de púas y afiladas cuchillas, las que en el momento del ajusticiamiento, rebotaron contra su piel y salieron disparadas, causando la muerte de sus verdugos. Ante este prodigio, el asustado tirano la hizo decapitar, cuando apenas contaba 18 años, el 25 de noviembre del año 301, y su cuerpo (según una antigua leyenda medieval) fue llevado al Sinaí.
Sobre la tumba de santa Catalina de Alejandría se erigió en su honor y con su nombre, un monasterio que se mantuvo en pie por más de mil años y su devoción, llevada a Europa por los cruzados, se hizo tan popular que en todos los países se fundaron conventos, iglesias y pueblos que aún ostentan su nombre. Por eso hoy, día de su festividad, pidámosle a santa Catalina de Alejandría, que no cedamos en la defensa de nuestra fe.