El Santo del día
9 de septiembre
San Pedro Claver
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Oración a San Pedro Claver
San Pedro Claver, Apóstol de los esclavos y defensor de los oprimidos, que entregaste tu vida para aliviar su sufrimiento, te pedimos que intercedas por nosotros ante Dios. Danos tu corazón compasivo para ver a Cristo en cada ser humano, inspíranos a luchar por la justicia y la igualdad. Que en cada acto de servicio encontramos la presencia divina, y en cada gesto de amor, reflejamos el amor de Dios. San Pedro Claver, modelo de entrega y sacrificio, ayúdanos a ser voz para los que no pueden hablar. Ruega por nosotros ante el Altísimo, para que podamos seguir tu ejemplo y amar sin límites.
Amén.
El padre Pedro Claver, ansioso porque no tenía noticias sobre cuándo llegarían los próximos barcos negreros, se adentró esa mañana de agosto de 1645, en el barrio Getsemaní, bendiciendo, saludando y consolando a los esclavos que salían a su paso, hasta que llegó a la casa de don Francisco Manuel, que lo recibió efusivamente y lo invitó a departir con su amigo el médico Adán Lobo, que acababa de examinar a una negra esclava que pronto –según le informaba a don Francisco– moriría por la infección de las llagas que cubrían su cuerpo. El padre Claver escuchó atentamente y en silencio se dirigió a la barraca en la que yacía la moribunda; al cabo de un rato, los contertulios, escucharon a la mujer que en voz alta decía: “¡No!, ¡no mi padre, dejadme, no hagáis eso!”. El médico acudió inmediatamente y (de acuerdo con su testimonio consignado en el libro del padre Ángel Valtierra), al abrir la puerta, encontró de rodillas al padre Claver, orando y lamiendo las llagas de una de las piernas de la mujer, que atónita y confundida, lloraba y le suplicaba al santo que no hiciera eso. Al poco tiempo la negra estaba sana y trabajando normalmente.
Pedro Claver (nacido el 25 de junio de 1580, en Verdú, Cataluña) que fue criado en un piadoso hogar cristiano, quedó huérfano de madre a los 13 años. Al poco tiempo, su padre se volvió a casar mientras él adelantaba sus estudios básicos bajo la tutela de un tío paterno que era clérigo en Tárrega, con quien descubrió la vocación religiosa que lo llevó a recibir la tonsura en 1595. Al año siguiente su progenitor lo envió a estudiar gramática y retórica en Barcelona y concluido este ciclo, completó su preparación filosófica en el colegio jesuita de Belén, del que en 1602, pasó al noviciado de la compañía de Jesús, en Tarragona y allí, tres años después, formuló sus votos perpetuos de castidad, pobreza, obediencia y fue transferido al colegio Montesión de Palma de Mallorca, en donde trabó una entrañable y profunda amistad con quien sería su gran maestro espiritual, el anciano portero del claustro jesuita, el hermano lego, Alonso Rodríguez, quien lo condujo hacia la entrega absoluta a los más abandonados que eran los esclavos negros y lo indujo a viajar a América en donde abundaban y nadie los atendía, protegía y evangelizaba. Entonces, Pedro Claver se ofreció a sus superiores para ir a las Indias Occidentales y por fin en 1610, le permitieron embarcarse hacia el puerto negrero de Cartagena de Indias.
Una vez en tierra americana, Pedro Claver fue enviado a Bogotá para completar sus estudios de teología, al término de los cuales, lo trasladaron a Tunja y apenas en 1615, se cristalizó su anhelo de convertirse –según su voto perpetuo–, en el “Esclavo de los esclavos negros, por siempre” y para el efecto, el 19 de marzo de 1616, fue ordenado sacerdote a los 35 años, en el templo cartagenero que hoy lleva su nombre. En los siguientes 38 años, –en los que se calcula que atendió y bautizó a más de 300 mil esclavos–, Pedro Claver desplegó toda su misericordia redimiendo física y espiritualmente a los negros supervivientes que llegaban de África, hacinados en los nauseabundos barcos esclavistas y al descender de los bajeles los bañaba, curaba, lamía sus llagas, alimentaba, vestía, enterraba sus muertos y los evangelizaba a través de un grupo permanente de intérpretes africanos.
A la par de esa febril actividad, Pedro Claver oraba durante toda la noche, ayunaba permanentemente, dormía una hora sobre una burda estera y antes de amanecer ya estaba de nuevo con sus amados negros, hasta que ya no pudo más, pues en los últimos cuatro años de su vida, estuvo sólo en su austera celda, parcialmente paralizado, abandonado y olvidado por todos, incluidos, sus compañeros del monasterio. Pero al morir, en la madrugada del 9 de septiembre de 1654, la ciudad entera se acordó de san Pedro Claver y ese día –quizás el único de la historia–, se unieron amos y esclavos, para hacerle el más concurrido funeral de los anales de Cartagena. Fue canonizado en 1888, por el papa León XIII, en compañía de su maestro, san Alonso Rodríguez. Por eso hoy, día de su festividad, pidámosle a san Pedro Claver que nos enseñe a ser humildes entre los humildes.