El Santo del día
19 de octubre
San Pablo de la Cruz
Oración a San Pablo de la Cruz
Oh San Pablo de la Cruz, apóstol de la pasión, Con fervor y devoción, llevaste la redención, Tu amor por la Cruz, signo de redención, Nos inspira a seguir a Cristo con determinación. Fundador de la Pasión, guía y maestro, En tu ejemplo encontramos nuestro anhelo, Intercede por nosotros ante el Dios verdadero, Para llevar la cruz con amor sincero. San Pablo de la Cruz, luz en la oscuridad, Con humildes plegarias, te pedimos capacidad, Para abrazar nuestras cruces con dignidad, Y encontrar en ellas la divina claridad.
Amén.
Los impresionados habitantes de Vetralla no salían de su estupefacción al ver a esa magra figura avanzando por las calles del pueblo con una rústica y pesada cruz a cuestas, con un dogal al cuello, con los pies descalzos lacerados por el terreno áspero y el rostro ensangrentado a causa de la corona de espinas que rasgaba sus sienes, e iban formando un solemne cortejo que entre curioso y sobrecogido lo seguía hacia la plaza a la que llegó bajo el calcinante sol de agosto y en medio de un silencio sepulcral tronó su voz jadeante reclamando penitencia y arrepentimiento. Mayor fue el asombro y el recogimiento de los lugareños al reconocer al padre Pablo de la Cruz, quien sin recuperar el aliento describió tan vívidamente la pasión de Nuestro Señor Jesucristo (y de tanto en tanto se flagelaba la espalda con un fuste de varios ramales con pequeñas bolas de hierro en las puntas), que los pobladores cayeron de rodillas y en medio del llanto y arrepentimiento general prometieron enmendar sus vidas, recibieron la absolución y en adelante, la meditación sobre la pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo, se convirtió en el centro de su vida cristiana. Y sin recuperarse, el padre Pablo de la Cruz continuó su evangelización por la región, con su cruz a cuestas.
Pablo Francisco Danei Massari (nacido en Ovada, Italia, el 3 de enero de 1694), era el mayor de 16 hijos y fue alentado por su madre a comparar sus pequeñas dificultades con el indecible sufrimiento de Jesús en la Cruz y por eso desde muy pequeño centró su vida, piedad y meditación en la pasión y muerte de El Salvador y en consonancia con el dolor del crucificado, empezó a ayunar, a infligirse castigos corporales idénticos a los que sufrió Jesús y a permanecer arrodillado orando días y noches enteras. A los 21 años quiso formar parte de la cruzada convocada por el papa Clemente XI, para combatir a los moros, pero Dios le hizo saber que no lo necesitaba blandiendo la espada, sino la cruz y le dejó entrever que debía fundar una orden dedicada a recordarle a la humanidad que la pasión de Cristo había sido el mayor acto de amor de toda la creación y por tanto merecía que todos los hijos de Dios se hicieran partícipes de su sufrimiento.
Inclusive en una visión, la Santísima Virgen, le mostró el hábito negro –que habría de usar su congregación– con un corazón en el que estaba engastada una cruz blanca y debajo el nombre de Jesús, vestimenta que empezó a usar –con su nuevo nombre, Pablo de la Cruz– en 1720, cuando le fue impuesta por el obispo Gattinara e inmediatamente viajó a Roma y fracasó en su primer intento por lograr su aprobación. Entonces se fue a vivir como eremita con su hermano menor Juan Bautista, al monte Argentario, desde el cual volvieron a Roma, estudiaron teología, evangelizaron, atendieron enfermos en los hospitales y al cabo de algún tiempo fueron recibidos por el papa Benedicto XIII, que se entusiasmó con el proyecto, los ordenó sacerdotes en 1727, y les dio un permiso oral para su fundación. Entonces volvieron a Argentario, abrieron su primer monasterio, que pronto tuvo suficientes monjes y por fin en 1741, fue aprobada oficialmente por el papa Benedicto XIV, La Congregación de la Santísima Cruz y Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, denominación, que pronto se abrevió como “Pasionistas”.
A medida que Pablo de la Cruz iba fundando nuevos conventos, curando milagrosamente enfermos –inclusive a distancia, mediante el don de la ubicuidad–, predicaba con su cruz a cuestas en todos los pueblos por los que pasaba y recogía la generosa cosecha de conversiones que transformó la espiritualidad de Italia, en el siglo 18. Al final de su estoica vida, tuvo tiempo para fundar la congregación femenina “Pasionista”. A punto de expirar, san Pablo de la Cruz, le pidió en 1772, la bendición al papa Pío VI, pero el pontífice no le dio permiso de morirse –porque la Iglesia lo necesitaba–, entonces se mejoró y aplazó su muerte, hasta el 18 de octubre de 1775, cuando falleció en olor de santidad, en Roma y fue canonizado por el papa Pío IX, en 1867.
Por eso hoy, día de su festividad, pidámosle a san Pablo de la Cruz, que nos dé entereza para aplicar su frase: “Señor: yo te seguiré y perseguiré mientras me quede un hilito de vida”.