El Santo del día
11 de diciembre
San Dámaso, Papa
Oración a San Dámaso, Papa
San Dámaso, Papa santo y fiel guía, Bajo tu manto, la fe resplandece, Con pluma sagrada, la Iglesia instruyes, En Roma, firme y en la fe, floreces. Pastor celoso, en la Verdad fundada, Con amor infinito al rebaño amparas, Tu legado es faro, luz en tinieblas, En tiempos turbulentos, la fe proclama. Alma piadosa, firme en tu misión, En tiempos de incertidumbre, ejemplo sereno, ¡Oh, Santo Dámaso! Guía en la oración, Tu legado perdura, eterno y pleno.
Amén.
Desterrado por el emperador Constancio II –partidario de los arrianos–, el papa Liberio desde su exilio en Berea, nombró a Dámaso, su hombre de confianza –a quien había ordenado sacerdote poco antes de partir–, como su vicario en Roma, y por eso al morir, se convirtió en su heredero natural y así Dámaso fue elegido papa el 1° de octubre del 366, pero la poderosa facción arriana que actuaba a la sombra, acomodó el mismo día a su líder, el diácono Ursicino, en el solio pontificio y la enconada disputa se regó como pólvora en la Ciudad Eterna. Cuando las autoridades civiles intervinieron para sofocar la controversia, ya 137 muertos yacían en las calles, el rescoldo de la fogata teológica aún humeaba y el bando arriano la atizaba con calumnias, mas la providencia se puso del lado de Dámaso. Una mañana en la que salía de oficiar la eucaristía en la Basílica de San Juan de Letrán, un ciego que mendigaba en el atrio escuchó su voz y con fervor le imploró: “Santo Padre, ¡curadme!”, el pontífice llegó hasta él, le hizo la señal de la cruz sobre los ojos y le dijo: “Tu fe te ha salvado”. Al instante, recobró la vista y saltando de alegría se fue pregonando por las calles romanas el milagro y el pueblo convencido de su santidad, aclamó a Dámaso, como papa legítimo.
Dámaso (nacido en Lusitania, actual Portugal, en el año 304), era hijo de un escribano que al enviudar se hizo diácono, luego se ordenó sacerdote y en ese ambiente de piedad creció y se formó Dámaso, para la carrera eclesiástica, la que abrazó siendo muy joven. Dada su austeridad, ejemplo de vida y consagración al estudio de las Sagradas Escrituras, pronto alcanzó el archidiaconado y ya maduro, el papa Liberio lo designó administrador de buena parte de los bienes de la Iglesia y con entereza defendió al pontífice de los ataques arrianos, lo acompañó en su exilio, pero por orden del desterrado, volvió a la Ciudad Eterna como su representante personal y al morir Liberio, Dámaso ascendió al trono de san Pedro, cuando contaba 62 años y comenzó a librar una ardua batalla contra el avispero arriano que no dejaba de aguijonearlo, aún después del milagro del ciego, hasta que el emperador Valentiniano lo reconoció como legítimo sucesor de san Pedro y confinó a Ursicino y sus secuaces en una colonia de las Galias.
Libre de su archienemigo, el papa Dámaso se dedicó a poner orden en la casa, y amparado por el nuevo emperador Teodosio (que declaró al cristianismo como religión oficial y al obispo de Roma, su cabeza visible), afirmó la autoridad papal sobre la cristiandad y al escindirse el imperio romano en dos: oriente y occidente, puso al frente de este último un delegado de la Santa Sede, con autoridad soberana sobre todas las iglesias orientales.
Dámaso, apuntalado en el talento y conocimiento de su secretario, el joven Jerónimo de Estridón, edificó sólidamente el entramado teológico de la Iglesia, partiendo de la traducción de la Biblia, que del hebreo y el griego, hizo –por orden suya–, este brillante Doctor de la Iglesia, versión que es conocida como la “Vulgata” y fue la biblia oficial de la Iglesia a lo largo de 15 siglos, para la cual, el papa san Dámaso, escogió, los 46 libros que componen el Antiguo Testamento y los 27 del Nuevo Testamento.
Prohibió a los clérigos que recibieran donaciones de viudas, que frecuentaran sus casas, y les ordenó vivir en castidad y abstinencia. Introdujo en las celebraciones litúrgicas la palabra “Aleluya” –que en hebreo significa: “Alabad a Yahvé”–; compuso epitafios para los mártires que reposaban en las Catacumbas de San Calixto (para que no se perdiera la memoria de ellos) y creó la fórmula con la que se rematan todas las oraciones: “Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, como era un principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén”. Justamente con esta expresión, san Dámaso, despidió su vida –después de 18 años de fructífero pontificado–, el 11 de diciembre del año 384, cuando contaba 80 años. Por eso hoy, día de su festividad, pidámosle a san Dámaso, que nos dé firmeza, para sostener las verdades de la Iglesia sin temor ni dudas.