Los jóvenes de nuestra Iglesia Católica renuevan a las diferentes comunidades a las cuales pertenecen porque a través de su alegría y energía logran impregnar de esperanza y ganas de vivir a quienes los rodean. Sería muy importante que nosotros como adultos pudiéramos de alguna manera sugerirle a las nuevas generaciones buscar al grupo juvenil de su parroquia; sin duda ese sería el inicio de un estilo de vida diferente, joven y moderno pero con el deseo de ser un Evangelio para los demás.

Nuestros abuelos decían: «juventud, divino tesoro», y qué cierta es esa frase…pero si a esa juventud se le suma una fe joven e inquebrantable ese tesoro cobrará un valor incalculable. Inculquemos entonces en nuestros niños y jóvenes el amor a Dios y a la Santísima Virgen; es nuestro deber como Cristianos.