La noche en que la luz venció a la oscuridad
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Una noche no parece culminar. Perdura por largo tiempo, nunca antes es tan oscura como cuando va a comenzar a amanecer. Se prolonga en el silencio, no parece terminar.
De repente, surge el milagro: se atisba en el oriente un destello de luz y así esa oscuridad, aparentemente eterna, comienza a desvanecerse. Y se van el miedo, el dolor, la tristeza y la angustia. Se levanta el gozo, la sorpresa, la dicha, la alegría. Pues al llegar el día, la esperanza sabe que todo lo bueno comenzará.
La luz de la pascua es esto: cuando todo parecía perdido, un hombre humillado en la cruz, entre dos ladrones, solitario y abandonado por quienes decían ser sus amigos, azotado con látigos de desprecio y burlado por quienes un día le llamaron maestro; horas después, su tumba aparece vacía, sorpresivamente, como aquel amanecer. Narran los evangelios que un fuerte rayo de luz encegueció a los guardianes del sepulcro, era tal el resplandor que quedaron confusos.
Mateo 28, 5-7
El Angel se dirigió a las mujeres y les dijo: «Vosotras no temáis, pues sé que buscáis a Jesús, el Crucificado; no está aquí, ha resucitado, como lo había dicho. Venid, ved el lugar donde estaba. Y ahora id enseguida a decir a sus discípulos: «Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de vosotros a Galilea; allí le veréis.» Ya os lo he dicho.»
Y desde ese momento la vida tomó el lugar que le correspondía, el esplendor de la VERDAD, se sentó en su trono de majestad. No hubo más muerte, venció la luz de Cristo y desaparecieron las tinieblas por siempre.
Por eso la Eucaristía más importante del año es la que narra ese emotivo y trascendental suceso llamado precisamente pascua que significa paso, el salto de una turbia noche al luminoso amanecer.
Tele VID te brinda la oportunidad de vivir la maravillosa celebración de este acontecimiento, el sábado santo, ¡con el Papa Francisco dentro de la Basílica de San Pedro! Lo haremos posible a través de nuestra peregrinación a Roma, además visitaremos los santuarios italianos. Una oportunidad única, para rememorar aquel triunfo y agradecer la eterna bondad de un Dios humilde.