El Santo del día
11 de septiembre
El Señor de los Milagros de Buga
Oración a El Señor de los Milagros de Buga
Señor de los Milagros de Buga, Ante tu imagen que irradia divina misericordia, nos postramos con humildes corazones. Te pedimos que escuches nuestras súplicas, y nos concedas la gracia de tu amor y protección. Tú, que has obrado maravillas en tantas vidas, inspíranos a confiar en tu poder sanador. Que en tus manos encontramos consuelo en el sufrimiento, y en tu amor, la fortaleza para enfrentar las pruebas. Señor de los Milagros, te abrimos nuestros corazones, buscando tu intercesión y bendición divina. Con fe y esperanza, te decimos: Señor de los Milagros de Buga, ruega por nosotros.
Amén.
Después de entonar el padrenuestro seguido por el coro de más de 800 fieles que asistían ese 4 de marzo de 1956 a la eucaristía en la basílica del Señor de los Milagros de Buga, el padre Ernesto Uribe Ruiz se disponía a repartir la comunión cuando de entre la multitud surgió Rodolfo Quintero Barreto, un hombre de complexión fuerte y de unos 30 años, que se adelantó hasta el presbiterio, sacó un cuchillo de la pretina, le asestó una puñalada en el estómago al sacerdote y se escabulló por entre la gente paralizada, pero no alcanzó a llegar a la puerta porque algunos feligreses reaccionaron oportunamente y pudieron dominarlo. Entretanto el clérigo, con expresión de pánico, dio media vuelta y trastabillando llegó hasta la imagen del Milagroso, se reclinó sobre su altar y se desmayó. Al recuperar el conocimiento se palpó el abdomen y sorprendido observó que no tenía ninguna herida mientras que los fieles que lo rodeaban miraban sorprendidos los tres fragmentos en que se había partido la daga de acero y daban gracias al Señor de los Milagros por ese nuevo prodigio.
Esta cadena interminable de prodigios comenzó en 1580, cuando una lavandera que restregaba ropa en el río Piedras (hoy Guadalajara), vio como un pequeño crucifijo que flotaba mansamente sobre las aguas se detuvo a su lado y maravillada dio gracias a Dios, que así le cumplía su viejo anhelo de poseer un cristo, pues meses antes al ver a un padre de familia que era arrastrado hacia la cárcel por una deuda, sin meditarlo, lo rescató cancelando su obligación con los 70 reales que había ahorrado durante varios años para comprar el Crucificado de sus sueños. Al cabo de algunos días el crucifijo entronizado en un improvisado altar en su choza, comenzó a crecer y semanas más tarde alcanzó un metro de altura (actualmente tiene un metro 70 de alto y uno con treinta de ancho); desconcertada le confió el secreto al párroco que lo compartió con los notables de Buga y en cuestión de horas el pueblo entero ya estaba desfilando ante el cristo y empezaron a desmenuzarse los milagros.
En poco tiempo las filas de personas procedentes de todo el occidente de Colombia ya eran interminables y cada peregrino le rebanaba pedacitos de madera para llevárselos como reliquia y los que no, lo zarandeaban con manos sudorosas hasta que el crucifijo desfigurado se ennegreció y por eso el obispo de Popayán ordenó que fuera incinerado, pero a medida que las llamas lamían la talla, la imagen comenzó a sudar, entonces los presentes se apresuraron a empapar algodones con la exudación; en cuanto comenzó a extinguirse el fuego, el crucifijo, como si hubiera pasado por un crisol, emergió reluciente de las cenizas y parecía acabado de esculpir.
Con mayor razón la afluencia de devotos se multiplicó, lo que obligó a que al Señor de los Milagros –como ya se le conocía–, lo trasladaran a una ermita que fue el santuario más visitado del país, pero al cabo de tres siglos se hizo evidente su pequeñez para el tamaño de la demanda y por eso en 1907, lo llevaron en triunfo a la nueva iglesia –que desde 1937 es Basílica Menor y tiene 80 metros de larga por 33 de ancha– en donde, el Señor de los Milagros recibe anualmente a un millón de peregrinos de todo el mundo, que siempre regresan a casa con las promesas cumplidas, pues el Señor de los Milagros de Buga nunca deja ir a nadie con las manos vacías. Por eso hoy 11 de septiembre día de su festividad, pidámosle al Señor de los Milagros de Buga, que renueve nuestra fe.