El Santo del día
18 de noviembre
Dedicación de las Basílicas de San Pedro y San Pablo
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Oración a las Basílicas de San Pedro y San Pablo
Oh Dios, Padre de misericordia, te damos gracias en este día especial por la dedicación de las basílicas de San Pedro y San Pablo, dos grandes apóstoles y testigos de la fe. Que estas basílicas sean lugares de encuentro, donde los fieles de todo el mundo puedan reunirse para alabar tu santo nombre y buscar tu gracia. Te pedimos que, al igual que San Pedro y San Pablo dediquen sus vidas a la propagación del Evangelio, nos des la fortaleza y la valentía para seguir sus pasos y proclamar tu Palabra. Bendice a la Iglesia Universal, el Papa y todos los líderes, y concede unidad, paz y amor entre tus hijos. San Pedro y San Pablo, rueguen por nosotros y que podamos ser fieles discípulos de Cristo en todo momento y en todo lugar.
Amén.
Después de fundar la iglesia de Antioquía y realizar una fecunda labor evangélica, san Pedro, dejó a Evodio encargado de esa sede y viajó a Roma, en donde la incipiente comunidad cristiana lo reclamaba. Al arribar, asumió plenamente su rol de cabeza de la cristiandad y sentó las bases de la organización eclesial. De sus milagros y santidad muy pronto se hizo eco toda la ciudad y llegó a los oídos de Nerón, que preocupado por la creciente popularidad de esa secta que estaba eclipsando a los dioses romanos, decidió perseguirlos con la excusa de que eran ellos los responsables del incendio que consumió a buena parte de la ciudad en el año 64. Para entonces ya san Pablo estaba detenido en Roma, adonde fue llevado para ser juzgado como ciudadano romano, culminando así el calvario al que fue sometido tras su detención en Jerusalén: los dos años de prisión sin juicio y el tortuoso viaje a la capital de imperio que duró varios meses y allí de nuevo a la cárcel, otros dos años.
Dado que a los fogosos cristianos no los arredraba el hecho de que cada día murieran cientos de ellos en el circo y aún así seguían pregonando a grito abierto su fidelidad a Cristo, el emperador optó por darles en la cabeza y las cabezas eran san Pedro y san Pablo. En el año 67 envió por ellos. Mandó a crucificar a san Pedro –cabeza abajo por petición expresa del apóstol– y san Pablo fue decapitado porque su condición de ciudadano romano, lo eximía de la muerte en la cruz. Dos siglos más tarde, sobre la tumba de san Pedro, en la colina vaticana, el emperador Constantino edificó la primera Basílica de San Pedro y encima del sepulcro de san Pablo a 11 kilómetros de allí, (ubicado en la hacienda de Lucina, en la vía Ostiensis, fuera de las murallas de la Roma de entonces), el mismo Constantino construyó la Basílica de San Pablo Extramuros.
La Basílica de San Pedro fue levantada a partir del año 323, por el emperador Constantino y el 18 de noviembre del 326, el papa Silvestre celebró la primera misa sobre el altar principal, bajo el cual se encontraba la tumba del apóstol san Pedro, protegida por una espesa capa de bronce sobre la que estaba esculpida una cruz maciza de oro de 150 libras y era inaccesible para los peregrinos que debían conformarse con verla a través de una ventanilla ubicada en las gradas del presbiterio y así permaneció durante toda la edad media.
En 1452, el papa Nicolás V decidió reconstruir la basílica porque su estructura original amenazaba con derrumbarse, pero al poco tiempo de comenzar la obra falleció el pontífice y hubo que esperar medio siglo para que se reanudara por orden del papa Julio II, que le encomendó la misión al pintor y arquitecto Donato Bramante, que comenzó su trabajo en 1506, pero fueron necesarios 120 años más (en los que dirigieron o participaron en su construcción: Leonardo da Vinci, Miguel Ángel, Rafael Sanzio, Antonio da Sangallo, Domenico Fontana, Gian Lorenzo Bernini y Carlos Maderno, entre otros) y el paso de 21 papas por el solio pontificio antes de que Urbano VIII la reinaugurara el 18 de noviembre de 1626 y aunque le faltaban detalles, quedó como la podemos apreciar hoy: cinco naves que ocupan 15 mil metros cuadrados, distribuidos en 212 metros de largo por 140 de ancho y 133 de altura, en promedio; una cúpula superpuesta sobre el altar mayor de 95 metros de diámetro y 136 metros de altura y en su interior se distribuyen 45 altares, once capillas y contiene inestimables obras de arte (pinturas y esculturas), que además son invaluables y si la de san Juan de Letrán es la madre de todas las iglesias, la de san Pedro es el centro del mundo católico.
La Basílica de San Pablo Extramuros, que también fue erigida por Constantino en el siglo IV e intervenida y embellecida por los emperadores Teodosio, Graciano y Valentiniano, resistió el embate del tiempo y los saqueos de Genserico y otros reyes visigodos en el siglo V, hasta que en 1823, un incendio destruyó su arquitectura primitiva y el papa Pío VII ordenó su reconstrucción, que con la contribución de los católicos de todo el planeta, fue terminada en 1854 y consagrada por el papa Pío IX. Aunque difiere de la estructura original, la basílica conserva algunas características de su configuración paleocristiana. Afortunadamente se salvaron de la conflagración: su puerta bizantina, una de las más hermosas del mundo y que sólo se abre para iniciar los jubileos, y el baldaquino original estilo gótico –hecho por Arnolfo di Cambio en 1285–, que protege el altar mayor, bajo el cual se encuentra la tumba de san Pablo, ubicada en el centro de los 131 metros de longitud que tiene la basílica, los 65 de amplitud y los 30 de altura. En sus cinco naves, están distribuidos los retratos de todos los papas desde san Pedro. Es decir: en su interior se conserva el compendio de la historia de la iglesia. Por eso hoy, 18 de noviembre día de la dedicación de las Basílicas de San Pedro y de San Pablo Extramuros, roguemos para que ellas permanezcan como faros de la fe católica.
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