El orden, por ejemplo, aplica en nuestra vida espiritual. Debemos tener claras cuáles son nuestras prioridades y poner a Dios en primer lugar; cuando es ÉL quien guía nuestros pasos y  nos acompaña en cada momento de nuestra vida podremos tomar siempre las mejores decisiones para nosotros y para los demás. A nivel familiar sucede algo similar: si en la decisión de cómo manejar nuestro cuerpo está la familia en un lugar privilegiado tendremos más espacios de calidad para disfrutar la vida al lado de nuestros seres queridos.

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Qué importante es que desde la familia se cultive la virtud del orden. Si los adultos nos proponemos en darle un buen ejemplo, con relación a este tema a nuestros hijos, podrán aprender desde pequeños que una mente ordenada puede sacar adelante los proyectos que se proponga; que una mente ordenada es capaz de serenarse y actuar en lugar de preocuparse; que un espacio físico ordenado nos permite ser más productivos y realizar todas nuestras labores con más tranquilidad y eficiencia.