El Santo del día
29 de octubre
Beato Miguel Rúa
Oración a Beato Miguel Rúa
Oh Beato Miguel Rúa, discípulo leal de Don Bosco, Guiaste a la juventud con amor y gozo, Con tu caridad y enseñanza, un gran sollozo, En tu santidad, encontramos un gran tesoro. Fundador y amigo de los más pequeños, Tu obra perdura en corazones sinceros, Intercede por nosotros con afecto sincero, Para que sigamos tu camino verdadero. Beato Miguel Rúa, maestro y guía, Tu legado inspira con cada día, Ruega por nosotros con alegría, Para vivir la fe con fortaleza y valentía.
Amén.
Conmovido por las deplorables condiciones en las que sobrevivían los dos mil obreros italianos que desde 1898, trabajaban en la apertura del túnel del Simplón, (de casi veinte kilómetros de largo), que uniría a Suiza e Italia y vivían con sus mujeres e hijos en las barracas cercanas a la obra en medio de la miseria económica, física y especialmente espiritual, el padre Miguel Rúa –sucesor de Don Bosco, como Rector Mayor de la Congregación Salesiana–, decidió enviar a un grupo de salesianos y de monjas de las Hijas de María, para que acompañaran y asistieran a estas familias en todos los ámbitos y al poco tiempo ya impartían clases a sus niños, las hermanas instruían a las mujeres y atendían los problemas de salud de esta población en dispensarios especiales y todo ello se sostenía con recursos de la misma comunidad salesiana, que no desfalleció durante los siete años que demoró la construcción del túnel. Pero, al mismo tiempo, mandó una avanzada a Estados Unidos para orientar, proteger y enseñar el idioma inglés a la oleada de inmigrantes italianos que por aquella época llegaba a ese país en busca de mejores oportunidades. Desde ese momento, la encíclica Rerum Novarum –del Papa León XIII–, dejó de ser un reclamo a la sociedad industrial y se convirtió en acción redentora de la Iglesia para rescatar la dignidad de los trabajadores.
Miguel Rúa (nacido el 9 de junio de 1837, en Turín, Italia), pertenecía a un piadoso hogar cristiano y cuando contaba siete años, tuvo la oportunidad de conocer a Don Bosco, a quien le pidió una estampita y él, en vez de dársela, le ofreció su brazo y le dijo: “Tómalo”. En adelante le repitió el gesto en cada encuentro en la escuela de Miguel, de la que era confesor Don Bosco. Al terminar sus estudios básicos, Don Bosco le preguntó que si deseaba ser sacerdote y al responderle que sí, pero que no tenía recursos, el santo lo matriculó en la Academia de Latín del profesor Bonzanino y en 1852, cuando estuvo listo –a los quince años–, ingresó al seminario del Oratorio de Don Bosco y de manera ejemplar continuó sus estudios que combinaba con el trabajo de asistente de Don Bosco, quien al elegirlo, le recordó que el ofrecimiento de su brazo; significaba que Miguel Rúa sería su compañero de luchas por el resto de sus días y para ratificar su escogencia, en 1859, año en el que la Congregación Salesiana nació oficialmente –tras su aprobación por la Santa Sede–, lo nombró director espiritual de la Orden sin haber sido ungido sacerdote, lo cual ocurrió el 29 de julio de 1860.
Desde el momento en que Miguel Rúa asumió su rol de asistente de Don Bosco, se convirtió en su alter ego y en los siguientes 36 años, plegó sin condiciones su voluntad a la del santo, quien siempre lo tenía al tanto de las decisiones que iba a tomar y muchas de ellas se las consultaba y por eso Don Rúa –como se le llamaba cariñosamente–, asimiló de tal forma las reglas de la Orden, que alguna vez dijo su jefe que si alguien quería conocer el resumen del espíritu salesiano, se fijara en el padre Miguel Rúa.
Justamente por ser su sombra, Don Bosco, siempre le encargó las misiones más difíciles como la rectoría del seminario de Mirabello, vicario de la provincia de Valdocco, Director General de las Hijas de María Auxiliadora –que era la rama femenina salesiana– y se llegó a tal conjunción entre ambos, que inclusive el beato Miguel Rúa se adelantaba a los deseos de Don Bosco. Por eso cuando el fundador de los Salesianos murió en 1888, fue elegido como Rector Mayor de la Congregación Salesiana y rigió sus destinos durante 22 años, a lo largo de los cuales, la Orden creció como espuma, pues al morir el 6 de abril de 1910, a los 73 años, el beato Miguel Rúa, había multiplicado las casas, cuyo número elevó de 57 a 345 y de 773 salesianos, pasó a contar con 4 mil, distribuidos en 33 países. Pero aparte de esa efectiva gestión, quedó su impronta de bondad, liderazgo misericordioso, vida devota, generosidad y comprensión para con todos y en todo. Fue beatificado por el papa Pablo VI, en 1973. Por eso hoy, 29 de octubre, día de su festividad, pidámosle al beato Miguel Rúa, que nos enseñe a ser fieles y leales a Dios.