El Santo del día
5 de octubre
Beato Bartolo Longo
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Oración al Beato Bartolo Longo
Beato Bartolo Longo, Convertido por la gracia de Dios y apóstol de la Virgen del Rosario, que encontraste redención en Cristo y difundiste su amor, te pedimos que intercedas por nosotros ante Dios. Danos la gracia de encontrar la paz en el amor de Cristo, inspíranos a confiar en la intercesión de María. Que en tu experiencia de conversión encontremos esperanza, y en tu devoción al Rosario, un camino hacia la gracia divina. Beato Bartolo Longo, testigo de la misericordia de Dios, ayúdanos a vivir en la luz de la fe y el amor de María. Ruega por nosotros ante el Trono Celestial, para que podamos seguir tu ejemplo y crecer en santidad.
Amén.
Bartolo Longo, inmerso en su angustia, le pedía a Dios que sacudiera su corazón, lo redimiera de sus culpas y le mostrará el camino a seguir. De pronto, desde el altozano en el que meditaba vio pasar un escaso cortejo fúnebre, que avanzaba en silencio hacia un lugar cercano que no tenía cara ni lustre de cementerio, pero que evidentemente servía para dejar los cadáveres abandonados a la buena de Dios y su perplejidad fue mayor al percatarse de que al muerto lo depositaron en una fosa recién abierta a la que cubrieron de tierra y sin que mediara oración alguna, los presentes dieron media vuelta y se dispersaron con indiferencia. Absorto en la dolorosa escena que acababa de presenciar, se preguntaba sobre el abandono al que estaban sometidas esas almas que ni siquiera en la hora de la muerte, merecían una plegaria y de pronto escuchó una voz que le decía: “Si quieres salvarte y salvar a este pueblo, propaga la devoción del Santo Rosario: es promesa de María”. Sin saber cómo, pero decidido a hacerlo, emprendió la cruzada de su vida.
Bartolo Longo (nacido el 10 de febrero de 1841, en Latiano, Italia), procedente de una familia burguesa que poseía una mediana fortuna, fue educado con esmero pues a los seis años su padre, el médico Bartolomé Longo, lo internó en un colegio de los padres Escolapios, en el que terminó su bachillerato; luego fue enviado a Nápoles en donde se graduó con honores como abogado a los 23 años y comenzó a ejercer su profesión con notable éxito, lo que le permitió codearse con la alta sociedad de la ciudad y acceder a un cerrado círculo espiritista. Una vez adentro se convirtió en un defensor acérrimo de estas doctrinas y férreo opositor de la Iglesia Católica a la que atacó inmisericordemente, pero con el correr del tiempo su salud comenzó a menguar y a la par se fue desencantando del espiritismo. Así, enfermo de cuerpo y alma, le pidió ayuda a su amigo el padre dominico Alberto Radente, que lo rescató de su oscuridad espiritual y entonces adoptó un estilo de vida austero, se dedicó a la oración y quiso retirarse a un lugar apartado, ocasión que le brindó Mariana de Fusco, una viuda rica, que lo contrató como asesor jurídico y administrador de sus propiedades en la cercana Pompeya –la mítica ciudad romana destruida por una poderosa erupción del Vesubio en el año 79 DC–, un lugar solitario cuyos habitantes vivían desperdigados por la región, sin Dios ni ley.
En vista de que los lugareños estaban alejados de Dios, el beato Bartolo Longo se dedicó a enseñarles a rezar el rosario en familia; al poco tiempo con la bendición del obispo de Nola, quien además le cedió un amplio terreno y con el patrocinio de su patrona Mariana de Fusco –que luego se convirtió en su esposa–, logró levantar en principio una ermita que estaba presidida por una imagen de la Virgen, que aunque raída y desvaída, era venerada con devoción y en el lugar comenzaron a obrarse milagros que atrajeron peregrinos de la región y luego de toda Italia, por lo que decidió levantar la iglesia de la Virgen del Rosario de Pompeya, que fue inaugurada el 6 de mayo de 1891 y en ese entonces alrededor del templo, ya se estaba extendiendo La Nueva Pompeya, poblado para el que el beato Bartolo Longo, habilitó vías, acueducto, alcantarillado, construyó viviendas para los trabajadores, hospital, llevó el telégrafo, abrió una escuela para acoger a los hijos de los presos –que eran discriminados y abandonados– y un hospicio para niñas huérfanas y abandonadas.
Para formar, atender y educar a estos niños y niñas, el beato Bartolo Longo, fundó la congregación de Las Hermanas Dominicas del Santo Rosario de Pompeya; montó una litografía en la que editaba su propio periódico llamado: El Rosario de la Nueva Pompeya, que aún se publica, escribió varias obras marianas entre las cuales: Los quince sábados del Santo Rosario, que hoy cuenta con más de cincuenta ediciones en diez idiomas. Pobre –porque todo lo regaló–, el beato Bartolo Longo, vivía en oración, penitencia, ayuno y esta extrema austeridad, acabó con su vida el 5 de octubre de 1926, en Pompeya. Fue beatificado por el papa san Juan Pablo II, en 1980. Por eso hoy, 5 de octubre, día de su festividad pidámosle al beato Bartolo Longo, que fortalezca en todas las familias el rezo del Santo Rosario.