El Santo del día
4 de septiembre
Beata Catalina Mattei
Oración a Beata Catalina Mattei
Querida Beata Catalina Mattei, Tú, que irradiaste amor y fe en tu vida terrenal, te pedimos que intercedas por nosotros ante Dios. Guíanos en nuestro camino espiritual, inspíranos a vivir con caridad y entrega. Que tu ejemplo de devoción nos inspire a amar y servir a Dios ya nuestros semejantes. Beata Catalina Mattei, ruega por nosotros.
Amén.
Los largos y recurrentes episodios de éxtasis, su rostro luminoso mientras oraba, las extrañas levitaciones en la iglesia y la aparición de los estigmas que –que sin heridas físicas–, eran sutilmente visibles sobre la piel y dolorosos en extremo, crearon sospechas en sus compañeras terciarias dominicas, quienes decididas a ponerle coto a esa situación denunciaron a la hermana Catalina Mattei ante
la Inquisición, tribunal, que ni corto ni perezoso tomó cartas en el asunto y para el efecto nombró una comisión que le hizo un seguimiento escrupuloso sin encontrar tacha en sus actuaciones y luego de varios meses la sometió a un pertinaz y extenuante interrogatorio del que salió airosa y los inquisidores admirados de la profunda sencillez de las respuestas de esa humilde campesina analfabeta, la absolvieron. No obstante, la hostilidad de sus compañeras no cesó y Catalina tuvo que refugiarse en el silencio, la oración, el ayuno y la contemplación y sobrevivir varios meses a pan y agua y con la comunión que recibía tres veces a la semana.
Catalina Mattei nació en el pueblo piamontés de Racconi, Italia, en 1486, en el seno de una familia extremadamente pobre que malvivía en una ramada y por eso expuesta a los vientos y a la intemperie creció con una salud delicada que no fue obstáculo para que, aparte de las faenas agrícolas y los oficios de la casa que le tocó desempeñar desde muy pequeña, se dedicara con inusitada devoción a la oración, el ayuno y la contemplación en la soledad del campo, lo que templó su fe y le confirió una entrañable confianza y amor por la Santísima Virgen, el Niño Dios y una admirable vocación por la vida religiosa, opción que veía muy lejana dada su condición económica. Aún así, hizo votos de castidad, pobreza, silencio y asumió una vida conventual de rigurosa austeridad en su casa de la que solo salía eventualmente para auxiliar a los más pobres que ella.
A los 28 años, la Beata Catalina Mattei fue admitida en la Orden de las Terciarias Dominicas –que no son de clausura– y continuó su ruda vida de desapego e intensificó sus jornadas de oración, ayuno y mortificación corporal. Después de muchos años de perfecta comunión con Dios, aparecieron las huellas de los estigmas en su cuerpo, el don de la ubicuidad –mediante el cual era vista en varios sitios al mismo tiempo auxiliando a los enfermos– y los constantes episodios de éxtasis y levitación, que la condujeron ante la Inquisición. Luego de ser absuelta y de soportar durante meses el acoso de quienes la habían denunciado, la beata Catalina Mattei optó por retirarse a la población de Caramagna, en donde la fama de su santidad se extendió y todos buscaban su consuelo, su consejo y la salud, que regularmente obtenían de sus oraciones. Tras una larga y penosa enfermedad que afrontó con alegría y sin que nadie se enterara, la sorprendió la muerte, a solas, como siempre quiso vivir, el 4 de septiembre de 1547. Fue beatificada por el papa Pío VII, en 1808. Por eso hoy, día de su festividad, pidámosle a la beata Catalina Mattei que nos enseñe a perdonar y afrontar con entereza y humildad, los ataques de nuestros enemigos.