El Santo del día
12 de diciembre
La Virgen de Guadalupe
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Oración a La Virgen de Guadalupe
Virgen de Guadalupe, guía celestial y madre amorosa, tu presencia sagrada es faro de esperanza que ilumina los corazones, uniendo a los fieles en fe y devoción. Bajo tu manto protector, hallamos consuelo y fortaleza, implorando tu intercesión para encontrar paz en tiempos de tribulación.Tu imagen milagrosa nos recuerda que en tu amor maternal,hallamos refugio y amparo eterno.Ruega por nosotros, oh Reina de América,para que en tu amor encuentren consuelo los corazones afligidos y fortaleza los que buscan tu divina protección.
Amén.
Su cabeza calva, sus rasgos ancianos y su luenga barba acentúan la estupefacción del obispo Juan de Zumárraga, al ver caer de la tilma las rosas de castilla y al mismo tiempo imprimirse en ella la imagen de la Siempre Virgen Santa María de Guadalupe, que fue el nombre con el que pidió ser llamada. Mayor sorpresa denota la expresión de Juan Diego, que aparece de rodillas con el típico gorro de los indios chichimecas, se le nota su escaso bigote indígena y su mirada apunta hacia lo que ocurre con el ayate. Entre los dos, el intérprete Juan González observa paralizado por la emoción; al otro lado una mujer negra –que posteriormente fue identificada como sirvienta del prelado–, contempla con curiosidad lo que sucede; junto al obispo, un hombre con facciones españolas se acaricia la barba en actitud dudosa y en el fondo, un matrimonio aborigen –con varios niños–, mira sin entender lo que pasa.
Y la autenticidad de este cuadro que compendia la aparición de la Virgen de Guadalupe, en el poncho de un indígena el 12 de diciembre de 1531, en Ciudad de México y ha sido narrado por los cronistas de la época y plasmado en el Nican Mopohua (el texto más antiguo y fiel, escrito en nahualt, por el culto indio nahua, Antonio Valeriano, gobernador de Tenochtitlan, a quien le contó lo sucedido el mismo Juan Diego), no deja dudas, porque hoy se puede ver la secuencia del magno acontecimiento, tal como acaeció, en el momento en que ocurrió y ello es posible porque este milagro está congelado en los ojos de su protagonista: Nuestra Señora de Guadalupe, desde hace más de 500 años y se reproduce en ambos, aunque las proporciones varían –en los dos–, de acuerdo con la postura de los personajes, la distancia a la que se encuentran y la intensidad de la luz que los rodea.
Este evento ha sido comprobado gracias a una exhaustiva investigación –de veinte años de duración–, realizada por el ingeniero José Aste Tonsman, (director de investigación de la Universidad Iberoamericana de México y especialista en imágenes de la Universidad de Cornell de Estados Unidos), quien tomó como punto de partida el hecho –comprobado científicamente–, de que en la retina de los muertos queda fijada la última imagen vista por ellos, entonces amplió hasta dos mil quinientas veces el tamaño de las retinas de la Guadalupana y allí aparecían las personas que el 12 de diciembre de 1531 estuvieron presentes en el momento en que la imagen de la Virgen de Guadalupe surgió en la tilma del indio Juan Diego Cuautlatoatzin y este estudio fue complementado por el director del Hospital Oftalmológico de México, Enrique Graue, que comprobó la vitalidad de los ojos de Nuestra Señora de Guadalupe, mediante su exposición a haces de luz que acercaba o retiraba y sus pupilas, en respuesta a ese estímulo, invariablemente se dilataban o contraían, fenómeno exclusivo de los seres vivos.
Como para que no queden dudas sobre la naturaleza milagrosa de su aparición, la tilma (un poncho amplio, propio de los nativos mexicanos, que también sirve como recipiente), está hecha de fibras de maguey entretejidas, cuya vita útil no excede los 20 años y la que contiene la imagen de la Virgen de Guadalupe, tiene más de 500 años y se mantiene intacta a pesar de que durante varios siglos estuvo expuesta a la humedad, al calor y el humo producido por las velas encendidas delante de ella, al contacto de los feligreses que la tocaban sin control alguno; al efecto corrosivo de un derrame de ácido muriático que en 1791, empapó la tilma y no la afectó; a la explosión producida por una bomba colocada junto a la imagen, en noviembre de 1921, por el anarquista español Luciano Pérez, que destruyó todo el entorno, incluida una pesada cruz de metal que se dobló, pero el ayate –como también se le llama a esta prenda– y el vidrio que ya lo protegía, quedaron intactos.
Es más: Philip Callaghan (científico de la NASA, biofísico de la Universidad de Kansas, especializado en pintura) y el profesor Jody Brant Smith (Maestro de Artes de la Universidad de Miami), concluyeron después de muchos años de estudio de la tilma, que la imagen no tiene trazas de sustancia química alguna ni pigmentos o colorantes de ninguna índole, no fue preparada para ser pintada y por lo tanto la figura que allí aparece, es una proyección, una impresión y mantiene la vivacidad de sus colores, sus rasgos originales desde hace quinientos años e independientemente del clima y la época del año, su temperatura nunca sube ni baja de los 36 grados, que es la misma de los seres humanos.
Por todo lo anterior, la autenticidad de la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe no admite ninguna duda y la refuerza mucho más los incontables prodigios que dimanan de su presencia divina desde hace medio milenio. Y su constante auxilio para quienes la invocan, es la más sublime muestra de amor, ternura y protección, que sólo puede prodigar la Madre de Dios, que además cubre con su manto a todo nuestro continente y por ello es y será (como lo declararon y ratificaron los papas Pío X, Pío XI, Pío XII y Juan XXIII), la Patrona y Emperatriz de las Américas, Misionera Celeste del Nuevo Mundo y la Madre de las Américas. Por eso hoy, doce de diciembre, día de su festividad, pidámosle a Nuestra Señora de Guadalupe, que no nos prive de su mirada misericordiosa y de su abrazo maternal.