El Santo del día
10 de diciembre
La Virgen de Loreto
Oración a La Virgen de Loreto
En lo profundo del santuario de Loreto, resplandece la presencia celestial de la Virgen María. Oh, Madre amorosa y protectora, tu sagrada morada ha sido lugar de peregrinación para los corazones devotos que buscan tu consuelo y auxilio. En tu santo santuario reposa la casa donde nació la redención, donde el milagro de tu presencia se manifiesta con divina gracia. Ante tu imagen venerada, los fieles depositan sus ruegos y anhelos, confiando en tu intercesión para alcanzar paz y fortaleza en medio de las tribulaciones terrenales. Tu nombre, Virgen de Loreto, resuena como eco de esperanza en los corazones afligidos, pues en ti encuentran refugio aquellos que buscan consuelo y amparo en las horas de necesidad. Oh Virgen Santísima, tu figura materna trasciende fronteras y culturas, uniendo a los hijos del mundo bajo tu manto de amor y misericordia. En el silencio de tu santuario, tus hijos se encuentran consuelo en la oración y encuentran en ti el ejemplo sublime de entrega y devoción. Ruega por nosotros, Madre Celestial, para que encontremos en tu amparo la fuerza para enfrentar las pruebas de la vida con fe y valentía. En cada peregrino que llega a tus pies, en cada vela encendida en tu honor, se refleja la fe inquebrantable en tu poderosa intercesión. Que tu presencia en Loreto siga siendo faro de luz y consuelo para todos los que buscan la paz en tu regazo materno.
Amén.
Cuenta la leyenda que la casa de Nazaret, en la que María recibió el anuncio del arcángel Gabriel, en la que Jesús vivió la mayor parte de su vida y que los primeros cristianos –recién resucitado El Salvador– convirtieron en lugar de peregrinación y celebraban misa en ella, corría peligro, porque luego de tomarse Tierra Santa, en 1291, los musulmanes buscaban destruir todo lo que hiciera referencia a la vida de Nuestro Señor Jesucristo y sus seguidores pedían a Dios que la preservara. Una noche cualquiera desapareció (dejando apenas sus cimientos y la parte posterior compuesta por una gruta labrada en la roca que hoy es parte de la basílica de la Anunciación de Nazaret) y fue depositada por los ángeles –según el testimonio del cura del lugar y de sus habitantes– en la localidad de Tersatto, en Croacia (allí existe actualmente una réplica) y tres años después, el 10 de diciembre de 1294, los mismos serafines la izaron y la llevaron a un bosque de laureles –de ahí el nombre de Loreto–, en las cercanías de Recanatti, en Italia, en donde aún se mantiene, dentro de la basílica erigida para protegerla.
Consta de tres paredes –la cuarta era la entrada a la gruta–, conserva las dimensiones originales: 9.52 metros de larga, por 4.10 de ancha y 4.32 de altura; sus paredes están hechas de piedra rojiza, característica de la región de Nazaret y la viga de la puerta –de cedro libanés– que fue datada con carbono 14, pertenece a la época de Jesús, y la estructura, que se sostiene asentada sobre el suelo sin ningún fundamento, encaja perfectamente con las bases de la casa original, que están intactas en la basílica de la Anunciación de Nazaret.
Existe otra versión según la cual los cruzados desmantelaron la casa de Nazaret, al amparo de la noche, la trajeron en secreto al viejo continente, la ensamblaron primero en Croacia, luego en Loreto y lo hicieron subrepticiamente para no entrar en conflicto con las autoridades eclesiásticas y civiles y por eso, echaron a rodar el rumor de que eran los ángeles quienes la habían transportado y con eso zanjaron la cuestión. Una tercera teoría afirma que fue un comerciante italiano llamado Nicéforo Angelli, quien financió su traslado y que de su apellido nació la leyenda. Lo cierto del caso es que los diversos estudios realizados (a lo largo de casi un milenio, incluyendo los que actualmente se adelantan), concluyen que en efecto es la auténtica casa de Nazaret y justifican sus conclusiones basados en la composición de sus materiales, la técnica de construcción, el labrado de sus piedras y el pegamento utilizado para unirlas –una mezcla de sulfato de calcio y polvo de carbón–, que nunca fue usado en Europa, pero sí era muy común en la Palestina de los tiempos de Jesús.
Los milagros que desde el año 1294 empezaron a menudear en torno a la imagen de la Santísima Virgen de Loreto (de color oscuro, con el niño Jesús, en brazos, esculpida en cedro procedente del Líbano), convirtieron a la Casa de Nazaret, en el santuario más visitado de Europa y a él, han acudido desde entonces peregrinos de todo el mundo incluidos reyes, funcionarios de alto vuelo y santos tan connotados como santa Teresita del Niño Jesús, san Carlos Borromeo, san Juan Bosco, san Francisco de Sales, san Luis Gonzaga, san José de Cupertino, san Felipe Neri, san Ignacio de Loyola, san Francisco Javier y los papas: Juan XXIII, quien fue a Loreto a encomendarle el Concilio Vaticano II, en la víspera de su apertura, y Pablo VI lo hizo al final del mismo, para agradecerle por su feliz término.
En alguna de sus visitas, san Juan Pablo II, afirmó que a él también le había hecho milagros la Virgen de Loreto y lo mismo afirmó el papa Benedicto XVI, en su peregrinación a la ermita de Loreto y así como ellos, los millones de peregrinos que anualmente visitan a la Santísima Virgen en su Casa de Nazaret, siempre regresan a sus lugares de origen pletóricos de bendiciones y con ella empotrada en el corazón. Por eso hoy, 10 de diciembre, día de su festividad, pidámosle a Nuestra Señora de Loreto, que nos acoja en su Casa de Nazaret.