El Santo del día
18 de mayo
San Juan I, Papa y Mártir
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Oración a San Juan I, Papa y Mártir
Oh San Juan I, Papa y Mártir, fiel siervo de nuestro Señor Jesucristo, te pedimos que intercedas ante Dios Todopoderoso en nuestro nombre.
Tú, que gobernaste la Iglesia con sabiduría y valentía, guíanos en nuestros esfuerzos por crecer en la fe y en el amor a Dios. Ayúdanos a vivir nuestras vidas con integridad y rectitud, imitando tu ejemplo de humildad y servicio.
Danos la fuerza para resistir las tentaciones del mal y para perseverar en nuestra fe, incluso en medio de la adversidad. Ayúdanos a ser testigos fieles del amor de Dios, compartiendo su mensaje con aquellos que nos rodean.
Oh San Juan I, Papa y Mártir, escucha nuestras oraciones y ruega por nosotros ante el trono de Dios.
Amen.
El pueblo lo despidió acongojado, porque la misión que emprendía el papa Juan I, lo alejaba de la Ciudad Eterna por mucho tiempo y los romanos temían que en su ausencia el emperador Teodorico, arriano profeso, cumpliera la amenaza de promover una persecución contra los católicos, en el evento de que el pontífice fallara en su mediación. Precisamente a causa de ese chantaje, en el año 525, el Santo Padre tuvo que encabezar la embajada que debía interceder ante el emperador Justino de Bizancio, para que le aflojara un poco las tuercas a los arrianos, a quienes el monarca expulsó de los cargos públicos, les prohibió ejercer su culto y les exigió que las iglesias que manejaban les fueran devueltas a la jerarquía eclesiástica católica.
Al llegar el papa Juan I, el pueblo de Bizancio se volcó a las calles, los nobles lo recibieron reverentemente, el clero ortodoxo le rindió obediencia y el mismo emperador Justino, a pesar de que había sido coronado oficialmente por el patriarca de Constantinopla, se postró a sus pies para ser ungido por el Santo Padre. A continuación, por solicitud del pontífice, el monarca abrió un poco la compuerta y accedió a que los arrianos retuvieran sus templos; en todo lo demás se mantuvo inflexible, incluida la prohibición de su culto y Juan I, lo respaldó, porque al final de cuentas, él como papa, no podía aceptar la herejía. Culminada su gestión, emprendió el regreso a Roma.
Juan I, que había nacido en el año 470, probablemente en Siena o Florencia, llegó muy joven a Roma y se destacó por su preclara inteligencia, su aplicación al estudio, su piedad, su vida rigurosamente ascética y su capacidad retórica, además de una sentida devoción por los pobres y los enfermos a quienes asistía y curaba amorosamente; estas cualidades le sirvieron de escalera para ascender por las gradas del presbiterio, el obispado y el cardenalato hacia el pontificado, al que accedió tras la muerte del papa Hormidas a quien sucedió casi por aclamación el 13 de agosto del año 523.
Una vez en el solio pontificio, haciendo gala de notable tino diplomático, combatió las herejías pero con sutileza para no enfrentarse abiertamente con el emperador Teodorico que defendía y practicaba el arrianismo con vehemencia. Durante su pontificado (luego de que el monje Dionisio el Exiguo, estableciera el año, del calendario romano, en que nació Jesús), empezó a datarse la historia como antes de Cristo y después de Cristo, introdujo el canto gregoriano y le dio forma a la celebración de la Pascua, tal como la observamos hoy. Pero su gestión se quedó a mitad de camino por culpa de la misión que le había encomendado el emperador romano Teodorico.
A su regreso, el papa Juan I fue apresado y condenado a morir de hambre y de sed en una mazmorra en Rávena, por orden de Teodorico, a quien sus espías le informaron sobre el respaldo del pontífice a las decisiones tomadas en Bizancio por el emperador Justino, contra los arrianos. Incomunicado, y tras varias semanas de lenta agonía, el papa san Juan I, falleció el 18 de agosto del año 326 y por derecho propio, como mártir, subió a los altares en olor de santidad. Por eso hoy, día de su festividad, pidámosle al papa san Juan I, que nos enseñe a no claudicar en la defensa de nuestros principios y convicciones.