Santidad de Bernadette

Marie-Bernard Soubirous, como fue bautizada, nació el 7 de enero de 1844 en Lourdes, en las montañas de los Pirineos franceses. Bernadette era una niña que junto a su familia, compuesta por su madre, padre y dos hermanas, vivían en condiciones muy precarias. En un tiempo, habitaron en una celda de la antigua cárcel de Lourdes, y esta fue una de las condiciones que comenzaron a detonar la mala salud de Bernardita, quien después de una enfermedad de cólera quedó sumamente débil, y que además desde los diez años sufriría de asma. 

El 11 de febrero de 1858 la niña a sus catorce años, vive uno de los acontecimientos que más ha impactado al mundo religioso, la aparición de Nuestra Señora de Lourdes. Este evento se destaca inicialmente por todas las veces que la Virgen se le manifestó a la niña, 

Bernardita se refería a “la Bella Señora” con un amor y fe incalculable y la describía como aquella quien la miraba con ternura, a pesar de su frágil salud y su pobreza, también le hablaba con respeto, como ella de verdad lo merecía. 

Escultora de Santa Bernardete en Santuario de Santa Bernarder de Nevers – Francia

Bernadette se entregó a la vocación de servir a los enfermos y comenzó a ser parte de la Congregación de las Monjas de la Caridad de Nevers. El Papa Francisco habla de Santa Bernardita, expresando que esta “transforma su fragilidad para apoyar a los demás, y gracias al amor se vuelve capaz de enriquecer a su prójimo y, sobre todo, ofrece su vida por la salvación de la humanidad. El hecho de que la ‘Bella Señora’ le pida que rece por los pecadores nos recuerda que los enfermos, los que sufren, llevan en sí sólo el deseo de curarse, pero también el de vivir cristianamente su propia vida, llegando a donarla como auténticos discípulos misioneros de Cristo”. 

Santa Bernadita muere a los 35 años de edad tras una tuberculosis originada por su asma y además le da un tumor óseo en una rodilla. En 1925 fue beatificada y el 8 de diciembre de 1933 fue proclamada Santa por el Papa Pío XI.

Treinta años después de la muerte de la Santa, exhumaron el cuerpo por primera vez y se dieron cuenta que estaba intacto, cosa que sorprendió a los médicos forenses, porque parecía petrificada. De la misma manera en 1919 y 1925 notaron que el cuerpo no se deterioraba, ni siquiera tenía un olor fuerte. Al abrir el cofre, tenía las manos juntas con un rosario en las manos y estaba inclinada hacia el costado izquierdo. Sus músculos a pesar de estar un poco flácidos aún se conservaban, al igual que sus huesos. 

Después de la tercera exhumación, pusieron el cuerpo de Bernadette, en un relicario de cristal en la Iglesia del Convento Saint Gildard en Nevers, allí pueden ir visitantes a observar a la Santa. Este impactante suceso ha permitido que muchos creyentes depositen su fe en ella, una mujer que inspira a seguir su camino de fe y entrega al prójimo. 

Cuerpo incorrupto Santa Bernardita

El cuerpo de la Santa expuesto en Nevers.

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