En su visita a la catedral de Luxemburgo el Papa Francisco invitó a reflexionar acerca de:

Servicio, misión y alegría

Foto tomada de Vatican news

El Papa Francisco llegó a la Catedral de Notre Dame de Luxemburgo, fue recibido en medio de aplausos y muchos gestos de cercanía. Llegó en silla de ruedas y de una forma cordial saludó a un grupo de personas discapacitadas que lo esperaban con ansias a la entrada de la catedral. Allí también estaban presentes el gran Duque Enrique de Luxemburgo, Cardenal Jean- Claude Hollerich, sacerdotes, religiosas y gran cantidad de fieles.

Francisco escuchó las palabras de bienvenida del cardenal y de tres conmovedores testimonios, también estuvo atento a la puesta en escena del musical Laudato SI, en el que se apreciaron algunos acontecimientos de la vida de San Francisco de Asís.

Foto tomada de vatican.va

El Santo Padre invito a reflexionar acerca del servicio, la misión y la alegría. Sobre el servicio explicó que va conectado a la acogida, que es un aspecto urgente en estos tiempos y que es una de las características principales de la sociedad Luxemburguesa: “El espíritu del evangelio es espíritu de acogida, de apertura para todos y no admite ningún tipo de exclusión”. Destacó la misión como un discurso de obras con amor, la alegría como un resultado de fe, de aquello que implica llevar el evangelio a las demás personas así como Cristo lo hacía con sus discípulos.

Recordó que “El amor nos apremia a anunciar el Evangelio abriéndonos a los demás, venciendo el miedo de emprender nuevos caminos empujándonos a acoger con agradecimiento la aportación de los demás”

Al finalizar el discurso de Francisco, se llevó a cabo la apertura del Jubileo Mariano por los 400 años de la devoción a María, consuelo de los afligidos. El Papa donó una rosa que fue colocada frente a la imagen Mariana.

Finalmente el mensaje fue aceptar el desafío de ser una iglesia que no se repliega, sino que sale y evangeliza en medio de una sociedad secularizada, además de consolar y servir, con ejemplo de María. Este fue el llamado que el Santo Padre hizo a la comunidad católica de Luxemburgo.

Por: Viviana Arango – Realizadora y Presentadora

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