El Santo del día
29 de septiembre
Santos Arcángeles: Miguel, Gabriel y Rafael
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Oración a los Santos Arcángeles: Miguel, Gabriel y Rafael
Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael, Poderosos mensajeros de Dios y defensores del bien, que guías y protegidos a la humanidad, os pedimos que intercedáis por nosotros ante Dios. Arcángel Miguel, príncipe de la milicia celestial, defiéndenos en la batalla espiritual, ayudanos a vencer el mal. Arcángel Gabriel, portador de buenas noticias, ayúdanos a escuchar y responder al llamado de Dios. Arcángel Rafael, sanador y compañero de viaje, asístenos en nuestras necesidades físicas y espirituales. Con humildad y gratitud, buscamos tu protección y guía. Que en vuestro ejemplo de obediencia y fidelidad, encontramos inspiración para vivir según la voluntad divina. Santos Arcángeles, rogad por nosotros ante el Trono Celestial, para que podamos ser guiados por vuestra luz y amor.
Amén.
Según dice el capítulo 12 del Apocalipsis: “Entonces hubo una batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles lucharon contra el dragón. El dragón y sus ángeles combatieron, pero no pudieron vencer, y ya no hubo lugar para ellos en el cielo. Y fue precipitado a la tierra el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama ‘Diablo’ y ‘Satanás’, el seductor del mundo entero y sus ángeles fueron precipitados con él”. Por eso podemos descansar tranquilos en la lucha contra el demonio, porque el arcángel san Miguel, siempre ha estado atento para defendernos de la acción del maligno y ello queda demostrado desde la antigüedad, cuando expulsó a Lucifer del cielo y con ello sofocó la rebelión de los ángeles caídos y luego este “Príncipe de los Espíritus Celestiales”, lo enfrentó y venció de nuevo –según la carta de san Judas–, en la disputa por el cuerpo de Moisés, que pretendía robárselo Satanás, pero Miguel se lo arrebató y enterró en un lugar que sólo conocieron Dios y él. Así a lo largo del Antiguo y del Nuevo Testamento, el arcángel san Miguel, ha estado atento para ayudar a los profetas y a todos los cristianos que en la hora de la muerte hemos estado a punto de sucumbir por la acción del “príncipe de las tinieblas”. Pidámosle a san Miguel Arcángel, que no nos suelte de su mano.
Mientras el arcángel san Miguel es el protector, el arcángel san Gabriel es el mensajero por excelencia de Dios, pues en los acontecimientos trascendentales para la humanidad ha sido él, quien ha comunicado las decisiones del Altísimo, por ejemplo: se encargó de notificarle a Noé que se preparara para el diluvio y le ordenó que salvase a una pareja de cada especie; luego le informó a Abraham que sería padre y lo conminó a bajar su brazo cuando iba a sacrificar a Isaac; fue el que le indicó a Moisés ante la zarza ardiente, que estaba en tierra sagrada y en el desierto era quien le transmitía la voluntad de Dios; así mismo le reveló a Zacarías en el templo que su mujer Isabel daría a luz a san Juan Bautista; a continuación transmitió la noticia más sublime de la historia al anunciarle a María que sería la Madre del Salvador y luego urgió a la Sagrada Familia para que huyera de la persecución desatada por Herodes contra el Niño Dios. Por eso san Gabriel arcángel, es por antonomasia el canal a través del cual Dios se comunica con el hombre.
Pero si el arcángel san Gabriel es el portavoz del Altísimo, el arcángel san Rafael es el prototipo del ángel de la guarda, pues cuando el justo Tobit quedó ciego y por ello le dio gracias a Dios, el Señor envió al arcángel san Rafael, a curarlo y a hacer posible la boda de su hijo Tobías, con Sara, una joven a quien un demonio llamado Asmodeo le había matado a sus siete maridos antes de consumar el matrimonio. El muchacho emprendió el viaje hacia la casa de su prometida acompañado del arcángel, que le ayudó a cobrar una deuda que con su padre tenía Gabael; luego lo salvó de las fauces de un enorme pez al que por consejo de Azarías, hijo de Ananías –así dijo llamarse el arcángel–, le extrajo el corazón, la hiel y el hígado, con los cuales llegó adonde Sara y al concluir la ceremonia nupcial, de acuerdo con el consejo de Rafael, quemó el hígado y el corazón; el perfume que expelieron las vísceras, ahuyentó al demonio y así Tobías pudo tomar a su esposa. Al regresar a casa con ella, el arcángel san Rafael, le ordenó que frotara con la hiel los ojos de Tobit y al instante el anciano padre recobró la vista. Por todo eso, pidámosle a san Rafael, que nos acompañe siempre en la dura travesía de la vida.