El Santo del día
28 de enero
Santo Tomás de Aquino
![](https://televid.tv/wp-content/uploads/2024/01/SANTO-TOMAS-DE-AQUINO-286x300.webp)
Oración a Santo Tomás de Aquino
Oh Santo Tomás de Aquino, doctor de la Iglesia, Con mente lúcida y corazón ardiente en fe, Enseñaste con profundidad la verdad y la justicia, Con sabiduría y amor, mostraste el camino que es. Tu búsqueda de la verdad te llevó a Dios, fuente celestial, Incorporando la razón en la fe con claridad, En tus escritos y enseñanzas, legado inmortal, Enseñaste a buscar a Dios con fervor y humildad. Oh Santo Tomás, guía de sabios y estudiantes, Tu amor por la verdad y la paz nos inspira hoy, Enseñándonos a buscar las virtudes importantes, Conociendo a Dios, encontramos la alegría y el gozo. Intercede por nosotros, en la búsqueda de la verdad, Que en la razón y la fe, encuentren unión y paz, Que en el camino a Dios, cada alma viva en caridad, Siguiendo tus pasos, en cada paso que se haga.
Amén.
Con el sol en el cenit cayendo a plomo sobre sus tonsuras, el Maestro General de los Dominicos, Juan de Wildeshaussen, el novicio Tomás de Aquino y tres frailes más, que se dirigían a Bolonia, en el verano de 1244, se detuvieron en la fuente de Acquapendente en Toscana, para refrescarse y calmar la sed. Mientras partían la hogaza de pan que les serviría de almuerzo, un destacamento del ejército del emperador Federico II, llegó intempestivamente al sitio, apresó a Tomás y sus hermanos: Aimón, Felipe, Reinaldo y Adenolfo Aquino –que formaban parte del pelotón–, se lo llevaron prisionero al castillo familiar de Roccasecca, lo confinaron en la torre y aunque le prometieron la libertad, honores y dinero si se retiraba de esa orden, Tomás de Aquino afirmó que prefería la muerte antes que renunciar a ser dominico, sueño que había acariciado desde niño y como ninguna de las partes cedió, Tomás de Aquino, en vez de quejarse, aprovechó su reclusión para memorizar toda la Biblia, desentrañar toda la lógica y la metafísica de Aristóteles y compenetrarse profundamente con las Sentencias de Pedro Lombardo, que era el mejor y más completo tratado de teología de la época y texto fundamental de la doctrina de la Iglesia. Dos años después, tras la intervención del papa Inocencio IV, la familia lo liberó –a regañadientes– y por fin Tomás de Aquino pudo vestir el hábito dominico y convertirse en el teólogo que le cambió la cara a la Iglesia, para siempre.
Tomás de Aquino (nacido en Rocasecca, Italia, en 1225), era hijo de Landolfo, Conde de Aquino, pariente cercano del emperador Federico II y dadas las muestras de su inteligencia excepcional recibió una esmerada educación básica en la abadía benedictina de Montecasino –de la que su tío era abad– y superados sus maestros por su agudeza intelectual, fue enviado en 1236 a la Universidad de Nápoles. Allí se formó en filosofía, letras, gramática, lógica, retórica, latín, moral, religión, matemática, geometría y astronomía, con tal brillantez, que sobrepasó en conocimientos a sus profesores. Al terminar ese ciclo, pidió su admisión en el convento dominico de Nápoles, en 1244, cuando contaba 19 años e inmediatamente fue aceptado y enviado a París, para completar el noviciado, pero en el camino fue interceptado por sus hermanos y tuvo que aplazar su sueño dos años, al cabo de los cuales, emprendió el camino a la capital de Francia y al poco tiempo se lo encomendaron a san Alberto Magno, a quien deslumbró con su sapiencia, por eso se lo llevó a Colonia como profesor; en esa ciudad fue ordenado sacerdote en 1250 y a la par, se dedicó a armonizar la lógica aristotélica con las enseñanzas de la Iglesia.
Por recomendación de su maestro, fue nombrado subregente del Studium Dominico de París, en el que desenmarañó como profesor, los intrincados conceptos teológicos de las Sentencias de Pedro Lombardo y se convirtió en una celebridad en el ámbito académico por la naturalidad y frescura de sus clases que eran frecuentadas por prelados, curas, políticos, sacerdotes y seminaristas y a los 31 años le fue conferido el Doctorado en Teología, meta a la que muy pocos llegaban, máxime a tan temprana edad.
Desde entonces su vida se convirtió en una vorágine, porque sin abandonar su frugalidad, la austeridad de sus hábitos y la oración constante, recorrió más de diez mil kilómetros, por toda Europa, la mayor parte a pie, dictando conferencias, enseñando en universidades, conventos y seminarios. Se lo disputaban los papas, cardenales, todos los eruditos de su tiempo lo consultaban y por eso es difícil explicar cómo pudo Tomás de Aquino producir la más vasta, sublime y profunda obra de que se tenga memoria en la iglesia: La Summa Teológica (su creación cumbre, que abarca todos los aspectos fundamentales de la teología de la Iglesia), la Summa contra los gentiles, Scriptum super sententias; nueve tratados para responder disputas académicas, nueve exégesis sobre las Sagradas Escrituras, once textos explicativos de los trabajos de Aristóteles, una variada colección de estudios sobre los escritos de los Padres de la Iglesia referentes a los evangelios, ocho tratados de teología y más de ochenta mil citas bíblicas escritas en los márgenes de sus obras como refuerzos de los textos y esta es una somera enumeración de su producción, que interrumpió abruptamente en 1273, año en el que se hicieron más frecuentes sus éxtasis, levitaciones y raptos místicos. Convocado al Concilio de Lyon, por el papa Gregorio X, Tomás de Aquino emprendió el camino, pero le fallaron sus fuerzas cerca de Terracina y fue llevado al convento cisterciense de Fossa Nuova, en donde murió a los 49 años, el 7 de marzo de 1274.
Santo Tomás de Aquino fue canonizado por el papa Juan XXII, en 1323; declarado Doctor de la Iglesia por el papa san Pío V en 1567 y proclamado en 1879, por el papa León XIII, como “Príncipe y Maestro de todos los Doctores Escolásticos”. Por eso hoy, 28 de enero, día de su festividad, pidámosle a santo Tomás de Aquino, que nos mantenga firmes en la fe.