El Santo del día
9 de mayo
Santa María Mazzarello
Oración a Santa María Mazzarello
Oh Santa María Mazzarello, modelo de virtudes y amor, intercede por nosotros ante Dios, y guíanos en nuestro camino hacia Él. Tú, que fuiste fiel discípula de San Juan Bosco, y fundadora de las Hijas de María Auxiliadora, enséñanos a vivir con alegría y generosidad, y a ser testimonio del amor de Cristo en el mundo. Santa María Mazzarello, madre y protectora, acoge nuestras súplicas y necesidades, y preséntalas ante el Señor, para que, por tu intercesión, seamos escuchados. Ayúdanos a crecer en la fe y en la confianza, a amar y servir a nuestros hermanos, y a vivir según la voluntad de Dios. Santa María Mazzarello, ruega por nosotros, y acompáñanos en nuestro caminar hacia la santidad.
En la tibieza de su humilde casa y sin darle tregua a la costura, las dos amigas, María Mazzarello y Petronila, hablaban con entusiasmo esa noche invernal de 1863, sobre el futuro de la obra que comenzaban y daban por descontado que allí, muchas niñas abandonadas, encontrarían un hogar y el camino que las conduciría a los pies de Cristo, cuando de pronto tocaron la puerta y al abrir, en medio de una gélida ráfaga de lluvia y viento que barrió la estancia, entraron dos ateridas chiquillas que bañadas en lágrimas y de rodillas les pidieron posada e inmediatamente María y Petronila, les ayudaron a despojarse de sus empapadas ropas, las envolvieron en las únicas mantas que poseían y a continuación las famélicas muchachas se devoraron la poca sopa que tenían reservada para la cena.
Una vez satisfechas, las niñas les contaron que eran huérfanas de madre y su padre, un vendedor ambulante, había salido de viaje y como ninguna de las vecinas quiso hacerse cargo de ellas, deambularon varios días por el pueblo implorando caridad y cuando estaban a punto de derrumbarse en la calle, empezaron a rezar fervientemente, de pronto se vieron ante ese portón al que llamaron con desgano y al entreabrirse el pórtico, se sintieron arrojadas por la fuerza de la ventisca, al centro de la habitación. Exultantes de gozo, las cuatro oraron en acción de gracias y luego todas conciliaron el sueño, María y Petronila, porque su sueño ya era realidad y las pequeñas porque estaban en el hogar soñado.
María Domenica Mazzarello (nacida en Mornese, Italia, el 9 de mayo de 1837), formaba parte de una familia campesina que tuvo que trasladarse a Valponasca, –una vereda cercana a Mornese– en donde la niña creció ayudando a su padre en las labores del campo, con tal fortaleza, que superaba en destreza y rendimiento a los hombres que con ella laboraban, pero sorprendía más el hecho de que María Mazzarello se levantaba muy temprano y a pesar de que los caminos eran intrincados y peligrosos, asistía diariamente a misa y comulgaba en Mornese, luego era la primera en comenzar la faena agrícola, que matizaba con fervientes oraciones.
Dado que no tuvo ningún tipo de educación, María Mazzarello se aprendió de memoria el catecismo y comenzó a catequizar por su cuenta, pero una epidemia de tifus se enseñoreó de Mornese y entre sus víctimas, cayó la familia de su tío a la que cuidó con abnegación y contrajo la enfermedad que por poco le cuesta la vida; como era lógico su salud quedó muy mellada, por eso María Mazzarello no pudo volver a trabajar en el campo, entonces ingresó a la Pía Unión de las Hijas de María Inmaculada, que atendía a los más desfavorecidos, al mismo tiempo aprendió costura y sastrería y fundó por su cuenta un taller de costura para niñas pobres (que comenzó con las chiquillas abandonadas por su padre, el vendedor) y a la par que les enseñaba modistería, las catequizaba sutilmente; en poco tiempo tuvo que conseguir una casa más grande para recibir a las voluntarias que querían sumarse a su causa y a las jovencitas que deseaban formarse, con las cuales ella misma, aprendió a leer y a escribir.
Por aquella época, su director espiritual, el padre Pestarino, visitó a Don Bosco (que casualmente le daba vueltas a la idea de fundar una congregación femenina que replicara con niñas vulnerables, la labor educativa y redentora que él realizaba con los niños abandonados de Turín) y le contó sobre el trabajo que María Mazzarello realizaba en Mornese. Al visitar esa población, Don Bosco se convenció de que lo hecho por esa aldeana completaba su rompecabezas y entonces fundó –con la aprobación oficial del papa Pío IX– la comunidad de Las Hijas de María Auxiliadora, el 5 de agosto de 1872, nombró superiora general a María Mazzarello y le encomendó su organización.
Gracias al tesón, liderazgo, abnegación, ejemplo de oración, ayuno, recursividad y eficiencia administrativa de María Mazzarello, la obra se regó como pólvora porque muchas ciudades reclamaban la presencia de las Hijas de María Auxiliadora –conocidas hoy como salesianas– y por eso en sólo 10 años, alcanzó a establecer 27 colegios en Italia, Francia, Uruguay y Argentina, atendidos por 200 monjas. Este enorme esfuerzo melló la frágil salud de María Mazzarello y a principios de 1881, le diagnosticaron una pleuresía que la fue minando hasta que el 14 de mayo, murió en olor de santidad, a los 44 años, en la casa matriz de la congregación, en Nizza Monferrato.
Actualmente, 16 mil Hijas de María Auxiliadora orientan más de 1.500 colegios repartidos en 75 países de los cinco continentes. Santa María Mazzarello fue canonizada por el papa Pío XII, en 1951. Por eso hoy, 9 de mayo, día de su festividad, pidámosle a santa María Mazzarello que nos enseñe a trabajar por y con los jóvenes desorientados.