El Santo del día
27 de enero
Santa Ángela de Merici
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Oración a Santa Ángela de Merici
Oh Santa Ángela de Mérici, mujer de profunda fe, Guiada por la luz divina, fuiste ejemplo de entrega y caridad, Fundadora de las Ursulinas, con amor sin fin, Enseñaste con sabiduría y humildad. En tu llamado a servir y educar a la juventud, Sembraste la semilla del conocimiento y la devoción, Tu vida consagrada, un faro de virtud, Modelo de fe y generosidad en la misión. Oh Santa Ángela, intercede por la educación, Que sigamos tu ejemplo de amor y dedicación, Enseñándonos a amar en la vida y la oración, Guiándonos hacia Dios con fervor y convicción. Que tu legado de entrega y pasión por enseñar, Inspire a educadores en su noble labor, Enseñando con paciencia y amor sin cesar, Dejando huellas de luz en cada corazón.
Amén.
Por fin podría realizar el sueño de toda su vida: conocería la basílica del Santo Sepulcro, la de la Natividad y recorrería los caminos por los que anduvo Jesús, se postraría en ellos, besaría sus huellas y lo glorificaría como siempre se lo había imaginado. De eso hablaba a bordo del barco, Ángela de Merici, con su primo Biancossi y el veneciano amigo de éste, con quienes comenzaba la travesía ese mes de mayo de 1524. Todo parecía hecho a la medida de su ilusión, hasta que llegaron a Candía, en donde el buque hizo escala para recoger a otros pasajeros y mientras miraba en cubierta las algodonadas nubes que se movían grácilmente sobre el cielo que parecía un apacible lago azul, se apagaron sus ojos y supuso que se debía a la sal marina, pero pasaron los días y continuaba ciega.
Entonces lo puso todo en manos de Dios y sin perder su alegría, continuó el viaje. Al llegar a Tierra Santa, sus lazarillos la condujeron por los lugares sagrados y en ellos pudo ver con los ojos del alma, el sufrimiento del Salvador y sentir los dolores de su pasión y muerte, tan vívidamente, que –diría después–, la pérdida de la vista era lo mejor que le había ocurrido, porque de no haber sido así, no habría vivido la experiencia espiritual más hermosa de su vida. De regreso, la nave tuvo que fondear de nuevo en Candía y al tocar el puerto, Ángela de Merici recobró la vista milagrosamente.
Ángela de Merici (nacida el 21 de marzo de 1474, en Desenzano, Italia) se crio en un cálido y piadoso ambiente cristiano, en el que sus padres, a la caída del sol, reunían a sus hijos para narrarles las vidas de los santos y esos ejemplos la marcaron tan profundamente, que tras la muerte de sus progenitores –cuando Ángela contaba 13 años– y aunque Bartolomé, su tío materno que se hizo cargo de ella y de su hermana, les proporcionó un ambiente devocional similar al de la casa paterna, decidieron buscar un lugar retirado para vivir en oración y ayuno, como ermitañas, pero su protector las encontró en una cueva ubicada en la parte alta de una montaña cercana y para evitar futuras fugas, les construyó en la parte posterior de su casa, una austera celda con un pequeño oratorio y desde entonces las hermanas Merici se dedicaron a la penitencia, oración, silencio y escasamente, salían para asistir a misa y recibir la comunión.
Tras la muerte de su hermana, ocurrida seis años después, Ángela de Merici vistió el hábito terciario franciscano, retornó a Desenzano, repartió la herencia familiar entre los pobres, se dedicó a ellos incondicionalmente y apesadumbrada por las misérrimas condiciones espirituales en las que vivían las jóvenes, reclutó a unas amigas y con ellas comenzó a educarlas, a catequizarlas y en poco tiempo extendió su radio de acción, lo que acrecentó la fama de santidad y de don de consejo de Ángela Merici, por lo cual comenzaron a llegar personas de todas partes para pedirle orientación espiritual y entre ellas la familia Pentagola, que le ofreció su apoyo para abrir una casa en Brescia, ciudad a la que se trasladó y en ella, Ángela de Merici fundó en 1535, con 28 jóvenes de la ciudad, una congregación que puso bajo el patronazgo de santa Úrsula y de ahí su nombre: Orden de Santa Úrsula, una comunidad revolucionaria para su tiempo, porque quienes pertenecieran a ella, permanecían en sus casas, observaban una rigurosa castidad, atendían a los pobres y dedicaban la mayor parte del tiempo a impartir educación a las mujeres sin opciones de vida.
El rápido crecimiento de la compañía, que se expandió por toda Italia, Alemania y Francia, condujo a la revaluación de la organización y por ello en 1537, Ángela de Merici fue exaltada como superiora y comenzó gradualmente el recogimiento de las Ursulinas en claustros, pero continuaron realizando una encomiable labor educativa por fuera de los conventos, constituyéndose en la primera orden femenina concebida específicamente para la educación de la mujer. A pesar de los esfuerzos, de Ángela de Merici, de su vida ejemplar, de su bien ganado prestigio como consejera y de la sabiduría con la que dirigió su congregación, murió el 28 de enero de 1540, sin ver aprobada oficialmente la Orden de Santa Úrsula, hecho que ocurrió por mandato del papa Pablo III, en 1544. Fue canonizada por el papa Pío VII, en 1807. Por eso hoy, día de su festividad, pidámosle a santa Ángela de Merici, que nos enseñe a conducir hacia Jesucristo, a quienes aún no lo conocen.