El Santo del día
28 de septiembre
San Wenceslao
Oración a San Wenceslao
San Wenceslao, Príncipe valiente y modelo de fe, que diste tu vida por defender la verdad, te pedimos que intercedas por nosotros ante Dios. Danos la valentía de vivir nuestra fe con firmeza, inspíranos a ser testigos de Cristo en todo momento. Que en tu ejemplo de sacrificio encontramos inspiración, y en tu legado, la determinación para luchar por lo justo. San Wenceslao, patrón de Bohemia y protector de la fe, ayúdanos a ser auténticos en nuestra relación con Dios. Ruega por nosotros ante el Altísimo, para que podamos seguir tu ejemplo y vivir con coraje y rectitud.
Amén.
La anticatólica reina Drahomira, a la que el pueblo había derrocado en favor de su hijo el piadoso Wenceslao, quería recuperar a toda costa el poder y por eso se confabuló con el ambicioso Radislao, príncipe de Gurim, a quien le prometió vasallaje y mucho oro con tal de que le devolviera el trono de Bohemia. Entonces el usurpador acampó con su ejército en las inmediaciones de Praga y a su encuentro salió Wenceslao, con sus huestes, pero antes de comenzar la batalla fue solo al campamento enemigo y le propuso a Radislao que dirimieran el conflicto entre ellos mediante un duelo con lo cual evitarían un inútil derramamiento de sangre; su confiado rival accedió entusiasmado porque supuso que dado el temperamento pacífico de Wenceslao y su propia experiencia como guerrero, sería pelea de tigre con burro amarrado. Pero se equivocó de medio a medio, pues llegado el momento entraron en liza y cuando se disponía a atacar se quedó paralizado al ver que desde el otro lado de la palestra, envuelto en una armadura refulgente, avanzaba majestuosamente el joven rey flanqueado por dos luminosos ángeles con espadas flamígeras, y cegado por esos resplandores se postró de rodillas y le pidió perdón, pero Wenceslao lo levantó, lo abrazó y sin ponerle condiciones firmaron una paz duradera, equitativa y benéfica para ambas partes.
Wenceslao, (nacido en el año 907 en Stochov, cerca de Praga) hijo del rey Vratislao y de su esposa Drahomira, fue educado –con la aquiescencia de su padre–, por su abuela, santa Ludmila, en un piadoso y riguroso ambiente cristiano que giraba en torno a la Eucaristía, el ayuno, las mortificaciones corporales, la devoción a la Santísima Virgen María y a pesar de su condición de príncipe heredero de Bohemia, iba todos los días descalzo –aún en invierno– a la iglesia, comulgaba junto a los pobres y con ellos compartía su mesa. Al morir su padre su madre asumió como regente –por cuanto Wenceslao era menor de edad– y se dedicó a perseguir a los católicos, a enajenar los bienes de la Iglesia y a desterrar a sacerdotes y prelados, en vista de lo cual su suegra Ludmila, se opuso vehementemente y por eso fue asesinada; ese hecho rebosó la copa del pueblo que se sublevó, la depuso y en el año 925, puso en su lugar a Wenceslao, que desde el principio se mostró como un gobernante magnánimo, pues aunque la alejó de la ciudad, no tomó represalias contra su madre, hizo repatriar el cadáver de su abuela y lo depositó en la catedral de Praga.
Sin abandonar su vida monacal, Wenceslao se convirtió en defensor de los oprimidos: decretó la libertad de todos los cautivos del país y transformó las cárceles en hospitales; eliminó de tajo las torturas, prohibió la pena de muerte y conformó tribunales que administraban la justicia de manera ejemplar y equitativa. Una vez ordenada la casa, Wenceslao se dedicó a fomentar las artes y las ciencias; a construir escuelas, ancianatos, hospitales, hospicios para niños abandonados y albergues para viudas y huérfanos; erigió la Catedral de San Vito en Praga y muchas otras iglesias en los pueblos de su reino y firmó generosos acuerdos de paz con sus vecinos belicosos. Sus súbditos, para los que Wenceslao era un santo, disfrutaron de una época de paz y prosperidad que nunca habían conocido, pero la dicha se acabó pronto, porque su intrigante y ambicioso hermano Boleslao, que permanecía agazapado esperando la ocasión de arrebatarle el trono, tuvo la oportunidad cuando con motivo del nacimiento de su hijo, lo invitó a la fiesta que había preparado y Wenceslao asistió desprevenidamente, pero luego de la celebración –como era su costumbre–, se fue a orar y en la puerta de la iglesia el usurpador lo asesinó, el 28 de septiembre del 938, cuando apenas contaba 31 años. Su culto fue aprobado por el papa Clemente X, en 1670. Por eso hoy, día de su festividad, pidámosle a san Wenceslao, que nos enseñe a ser justos y generosos.