El Santo del día
27 de noviembre
San Virgilio de Salzburgo
Oración a San Virgilio de Salzburgo
Oh San Virgilio de Salzburgo, siervo fiel de Dios y defensor de la fe, te honramos y te invocamos en este día. Tú que dedicas tu vida al servicio de Dios y al anuncio del Evangelio a los pueblos de Austria, ruega por nosotros para que podamos seguir tu ejemplo de dedicación y amor por Cristo. Ayúdanos a crecer en nuestra fe, a ser testigos valientes de la verdad del Evangelio, ya llevar la luz de Cristo a aquellos que no lo conocen. San Virgilio, ruega por nosotros y alcánzanos la gracia de ser discípulos fervientes de Jesús.
Amén.
Como al párroco que iba a visitar ese día lo acusaban de que no se le entendía nada cuando realizaba los oficios religiosos y por lo tanto sus actuaciones eran inválidas canónicamente, el obispo Virgilio de Salzburgo quiso corroborarlo de primera mano y por eso llegó de incógnito a la iglesia en donde en ese momento el sacerdote bautizaba a un niño y al terminar la ceremonia, se le presentó y le llamó la atención sobre su deficiente latín a la hora de pronunciar las fórmulas rituales del sacramento, a lo que el apenado sacerdote le respondió que ese siempre había sido su tendón de Aquiles, porque aunque lo entendía y hablaba, le era muy difícil pronunciarlo correctamente.
Tras charlar con el viejo cura durante un buen rato, el obispo Virgilio de Salzburgo concluyó que era un verdadero hombre de Dios y por lo tanto, todos sus actos eran válidos, pero esa posición enhiesta y tajante fue descalificada por san Bonifacio, arzobispo de Mainz, quien argüía que lo que no se dice claramente no es agradable a los ojos de Dios y el obispo Virgilio, sostenía que la actitud interior y la limpieza del corazón, valían más que las palabras. Para zanjar las diferencias elevaron la querella ante el papa Zacarías, que no dudo en darle la razón al obispo Virgilio. En adelante esa tesis salvó a muchos sacerdotes, incluido el santo Cura de Ars y san José de Cupertino, que no eran tan doctos, pero sí muy piadosos.
Virgilio Feargal (nacido en Irlanda a principios del siglo VIII) fue educado en su país por monjes formados en la tradición de san Patricio y emigró a Europa, más o menos, en el año 743 –luego de ser abad de Aghaboe– con la idea de peregrinar hacia Tierra Santa, pero precedido de la fama de su elocuencia y de su vida austera, no pudo pasar de Aquisgrán, en donde Pipino el Breve –padre de Carlomagno– que acababa de acceder al poder lo envió a evangelizar a la actual Baviera en Alemania, que por aquella época pertenecía a sus dominios y dada su fructífera labor, fue nombrado abad del Monasterio de San Pedro de Salzburgo (Austria) y como la diócesis andaba al garete por una vacancia de varios años, le asignaron la administración de la misma aunque sólo vino a ser elevado a la dignidad episcopal diez años después en el 755.
Su desbordante energía y liderazgo, unidos a su vida ejemplar, logró devolver la disciplina al clero rebelde que hasta su llegada era una rueda suelta y peor aún, cada sacerdote actuaba en su parroquia de acuerdo con su criterio y por lo tanto las formas de sus ministerios diferían de los cánones establecidos. Una vez encausados los clérigos se dio a la tarea de rescatar la fría feligresía mediante constantes misiones que encabezaba con sustanciosos sermones que conmovían a los oyentes y a las autoridades, las que a la postre moderaron sus políticas opresivas que asfixiaban a los más desvalidos a quienes el obispo san Virgilio rescató de la miseria con las generosas ofrendas que repartía a manos llenas y su permanente asistencia espiritual a los enfermos, a los ancianos, a los moribundos, viudas y niños huérfanos y abandonados. Así mismo construyó la hermosa catedral de Salzburgo, que consagró a san Ruperto fundador de la ciudad y cuyos restos depositó bajo el altar mayor.
Además de su febril actividad pastoral, Virgilio de Salzburgo –considerado entre los más eruditos y sabios de la edad media y por eso lo apodaban “El geómetra”– le alcanzaba el tiempo para profundizar en sus estudios de matemáticas, física, astronomía y geografía, lo cual le trajo problemas con sus superiores eclesiásticos, porque sostuvo con argumentos sólidos y vehementes, que la tierra era redonda y que en las antípodas vivían hombres a los que también alumbraban el sol y la luna, teorías que en ese momento (se aceptaba como dogma que la tierra era plana), se consideraban sacrílegas y por ello Virgilio de Salzburgo fue enjuiciado y amenazado con la excomunión, pero la contundencia de sus planeamientos, le bastaron para ser exonerado, aunque hasta su muerte, acontecida en Salzburgo, el 27 de noviembre del 784, cargó con el lastre de la sospecha herética.
Fue canonizado por el papa Gregorio IX, en 1230. Por eso hoy, día de su festividad, pidámosle a san Virgilio de Salzburgo, que nos enseñe a reconocer y aceptar las limitaciones propias y de nuestros semejantes, para la gloria de Dios.