El Santo del día
23 de septiembre
San Pío de Pietrelcina
Oración a San Pío de Pietrelcina
San Pío de Pietrelcina, Hombre de fe y entrega total a Dios, que llevaste la cruz con humildad y amor, te pedimos que intercedas por nosotros ante Dios. Ayúdanos a llevar nuestras cargas con paciencia, inspíranos a confiar en la misericordia divina. Que en tus sufrimientos encontramos consuelo, y en tus palabras, la guía para vivir en santidad. San Pío de Pietrelcina, ejemplo de vida de oración y sacrificio, ayúdanos a acercarnos a Dios con corazones humildes. Ruega por nosotros ante el Trono Celestial, para que podamos recibir la gracia y el consuelo divino.
Amén.
El coronel Edward Hyde, comandante de la escuadra, ordenó a sus pilotos que descargaran las bombas sobre el enorme depósito de material de guerra que los alemanes tenían en las inmediaciones de San Giovanni Rotondo, en Italia, pero antes de que fueran lanzadas sobre el objetivo, inexplicablemente los aviones con movimientos erráticos viraron y dejaron caer su carga mortal sobre un deshabitado bosque cercano. Gracias a esa extraña maniobra los pobladores se salvaron, pues la destrucción del arsenal habría implicado la desaparición del pueblo. Al regresar a su base los azorados aviadores se preguntaban quién era ese monje capuchino que suspendido en el aire frente a la flota, con el movimiento de sus manos enguantadas había desviado las naves e hizo que los proyectiles se desplomaran sobre la zona boscosa. Terminada la guerra, el comandante Hyde volvió con su esposa a Italia en plan de vacaciones y por curiosidad fue hasta San Giovanni Rotondo, en cuya iglesia se encontró cara a cara con el padre Pío, quien al verlo le dijo socarronamente: “¡Ah! qué susto nos diste con tus aviones”. En el acto el coronel reconoció al monje que los obligó a cambiar de ruta.
Francesco Forgione (nacido el 25 de mayo de 1887, en Pietrelcina, Italia) era de constitución enfermiza, pero a pesar de sus limitaciones permanecía orando de rodillas ante Jesús Crucificado durante varias horas al día luego de las clases con su preceptor Ángelo Cavacco, de quien recibió una completa formación básica, que fue suficiente para ingresar al convento capuchino de Morcone, el 6 de enero de 1903, con el nombre de Pío –que escogió en honor del papa san Pío V–, cuando apenas contaba 16 años. Lidiando con su fragilidad, adelantó sus estudios de filosofía y teología y fue ordenado sacerdote el 10 de agosto de 1910, pero luego de su primera misa lo mandaron a su casa en Pietrelcina, con la esperanza de que los cuidados de su madre fueran suficientes para su recuperación física.
En febrero de 1916, Pío de Pietrelcina fue enviado por sus superiores al monasterio capuchino de San Giovanni Rotondo, en donde permaneció 52 años hasta su muerte y durante ese lapso desarrolló una prolífica vida espiritual que estuvo signada por los más variados fenómenos místicos, entre los cuales: milagros a granel; bilocación; don de ubicuidad; éxtasis recurrentes; clarividencia; levitación; insólitas recuperaciones de los enfermos; visiones constantes de la Santísima Virgen María y de Jesús Crucificado; presencia incesante de los ángeles, vistos por quienes lo rodeaban; lectura del pensamiento de los penitentes a los que en confesión les recordaba los pecados ocultos u olvidados, y una infaltable estela de perfume que dejaba a su paso e impregnaba los lugares que visitaba. Pero el más notable de los fenómenos ocurridos al padre Pío de Pietrelcina fue la aparición de los estigmas visibles (en las manos, los pies, el costado) el 20 de septiembre de 1918 y que durante los 50 años siguientes, sangraron semanalmente desde el jueves hasta el sábado.
Dado que san Pío de Pietrelchina es el único sacerdote de la historia en padecer los estigmas –san Francisco también los sufrió pero él era diácono–, su creciente popularidad despertó envidias y al ser acusado de farsante lo aislaron entre 1923 y 1933, lapso en el que se le prohibió cualquier tipo de comunicación personal, celebrar misa en público y confesar. A esas drásticas medidas se sometió con total obediencia y resignación y nunca perdió su humildad ni su compostura. Una vez levantada la sanción, Pío de Pietrelcina continuó su vida normal y en 1956, fundó en San Giovanni Rotondo, la “Casa Alivio del Sufrimiento”, que curaba física y espiritualmente a los enfermos y los “Grupos de Oración del Padre Pío”, que hoy cuentan con más de 200 mil miembros en todo el mundo y aunque los ataques nunca cesaron, Pío de Pietrelcina soportó con estoicismo tales embates y cuando acababa de cumplir medio siglo con sus estigmas a cuestas, murió el 23 de septiembre de 1968, en San Giovanni Rotondo, en medio de la veneración de sus seguidores; fue canonizado por el papa san Juan Pablo II, en junio de 2002. Por eso hoy, día de su festividad, pidámosle a san Pío de Pietrelcina, que ante la maledicencia de nuestros enemigos, nos dé paciencia y confianza en Dios.