El Santo del día
10 de enero
San Pedro Orseolo
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Oración a San Pedro Orseolo
Oh glorioso San Pedro Orseolo, ejemplo de entrega a Dios y de servicio a los demás, hoy acudimos a ti en busca de tu intercesión y guía. Tú, que renunciaste a la grandeza terrenal para seguir el llamado de Cristo, ayúdanos a encontrar la paz y la humildad en nuestras vidas. Concede, oh santo bondadoso, tu protección y orientación a aquellos que buscan la paz interior y la reconciliación con Dios. Inspíranos a seguir tu ejemplo de desprendimiento, amor y dedicación a los más necesitados. Que tu legado de entrega total a la voluntad divina y tu amor por la justicia sean una inspiración para nosotros en nuestra jornada espiritual. San Pedro Orseolo, ruega por nosotros para que podamos vivir en armonía con Dios y con nuestros semejantes, siguiendo el camino del amor y la humildad.
Amén.
Dos años fueron suficientes para que el Dux Pedro Orseolo le devolviera a los venecianos la confianza en la clase gobernante, restaurara el palacio ducal, la basílica de san Marcos, varios de los edificios de la administración y reconstruyera las casas afectadas por el incendio que destruyó buena parte de Venecia, cuando el pueblo se amotinó contra Pedro Candiano IV, su odiado predecesor. No obstante, un sector de la nobleza no le perdonaba que hubiera formado parte de ese movimiento insurrecto y por eso conspiraban para deponerlo, hecho que le produjo un profundo desencanto y lo puso a reflexionar sobre la inutilidad del poder y la futilidad de la disipada vida cortesana. Sumido en la desesperanza, contempló la posibilidad de abdicar, (pero como su renuncia podría desencadenar una revuelta porque el pueblo –que lo amaba incondicionalmente–, no permitiría su partida y los pretendientes a su trono intentarían sofocar violentamente la rebelión y se matarían entre sí), aplazó esa alternativa, mas no descartó su plan.
Al poco tiempo llegaron a Venecia, san Romualdo (fundador de los Camaldulenses) y el abad Guerino, a los que consultó y ambos, a sabiendas de su probada piedad y de su viejo anhelo de abrazar la vida monacal, le ofrecieron la oportunidad de vestir el hábito religioso en el monasterio de san Miguel de Cuxa, hacia donde –sin dudarlo– partió con ellos furtivamente, la noche del 1° de septiembre del 978, dejando atrás a su esposa Felicia y a su hijo Pedro, quienes a pesar de que se enteraron de su paradero varias semanas después, respetaron su decisión y lo respaldaron plenamente.
Pedro Orseolo (nacido en Venecia, en el año 928), pertenecía a una de las más prominentes familias de Venecia. Su padre lo educó con la idea de que algún día regiría los destinos de esa ciudad-estado; para conseguirlo, comenzó su carrera pública a muy temprana edad y por méritos propios fue designado comandante en jefe de la Armada a los 20 años, cargo en el que demostró sus dotes de organizador y estratega pues en poco tiempo expulsó las flotas piratas que infestaban las aguas del mar adriático y esa exitosa campaña elevó su prestigio dentro de la élite veneciana que en adelante le encomendó toda suerte de misiones administrativas, diplomáticas y militares, las que Pedro Orseolo, siempre cumplía con eficiencia y discreción. La situación cambió cuando Pedro Candiano IV ascendió al trono ducal y tras comenzar juiciosamente su gestión, se fue relajando poco a poco y en aras de sus intereses políticos obligó a su esposa a retirarse a un convento para poder casarse con Gualdrada, la opulenta princesa toscana que le aportó una considerable dote que ampliaba las fronteras de sus dominios, y para defenderlas Pedro Candiano IV destinó a buena parte de su ejército a costa de onerosos tributos que sus vasallos descontentos se negaron a pagar y liderados por Pedro Orseolo, se rebelaron, levantamiento que condujo a la deposición del tirano, su posterior muerte cuando huía y a un incendio que devastó el corazón de la ciudad.
Una vez apagada la conflagración y los ánimos de la población, sus habitantes y la nobleza, eligieron a Pedro Orseolo como nuevo Dux de Venecia, en el 976, pero las intrigas palaciegas lo indujeron a trocar dos años más tarde el oropel de la vida cortesana por la oración, el silencio y la mortificación corporal en una austera celda del monasterio de san Miguel de Cuxa, bajo la dirección espiritual del severo abad Guerino. No obstante la rigurosidad de su disciplina le pareció poca cosa y con la anuencia de su superior, se retiró varias años después a una cueva cercana en la que redobló la dureza de sus propias reglas que lo fueron minando paulatinamente, pero lo acercaron al cielo en el 987, año en el que murió en olor de santidad. Fue canonizado en 1731, por el papa Clemente XII. Por eso hoy, 10 de enero, día de su festividad, pidámosle a san Pedro Orseolo, que nos conceda la valentía de renunciar al mundo, por amor a Dios.