El Santo del día
14 de mayo
San Matías
Oración a San Matías
Dios amado, en este momento me acerco a Ti con humildad y gratitud, para dirigirte una oración desde lo más profundo de mi corazón. Hoy me presento ante Ti, en el espíritu de San Matías, buscando tu guía, fortaleza y bendiciones. San Matías, apóstol elegido por Dios para ocupar el lugar vacante de Judas, modelo de fe y entrega total al servicio de Dios y de la comunidad de creyentes, te pido que intercedas por mí ante nuestro Señor. Ayúdame a comprender el propósito de mi vida y a descubrir mi vocación en este mundo. Inspírame con tu valentía y determinación para seguir el camino que Dios ha trazado para mí, incluso cuando los obstáculos y las dudas se interpongan en mi camino. San Matías, te ruego que me concedas la gracia de discernir las decisiones correctas en mi vida. Que en cada elección que deba hacer, pueda escuchar la voz de Dios y actuar de acuerdo con su voluntad. Ayúdame a ser un instrumento de paz y amor en mi entorno, siguiendo tu ejemplo de generosidad y servicio desinteresado. Te pido que intercedas ante Dios por mis necesidades y peticiones particulares (menciona aquí tus intenciones personales). Confío en tu poderosa intercesión y en el amor infinito de nuestro Padre celestial. San Matías, apóstol fiel y testigo de la resurrección de Cristo, te encomiendo mi vida, mis sueños y aspiraciones. Que mi vida sea un testimonio vivo de la fe y la esperanza en Cristo, al igual que lo fue la tuya. Te agradezco, San Matías, por escuchar mis oraciones y por interceder por mí ante Dios. Confío en tu ayuda y en el amor de nuestro Señor Jesucristo, quien vive y reina por los siglos de los siglos.
Amen.
Como en la época en la que Jesús envió a los setenta a predicar, a los apóstoles Matías y Andrés, les tocó de nuevo, después de Pentecostés –por designación del colegio apostólico– salir juntos y en su periplo de tres años ya habían recorrido buena parte de Asia Menor, recogiendo una copiosa cosecha de conversiones y sorteando a los enemigos de Cristo que los acechaban en los recodos de todos los caminos, hasta que ya de regreso, recalaron en Macedonia y se repartieron la región; cada uno por su lado, desplegó su sabiduría y los adeptos se multiplicaron, pero la hostilidad de las autoridades se hizo sentir muy pronto; a Matías y a un pequeño grupo de sus discípulos, los confinaron en una mazmorra y los obligaron a tomar un veneno que obró efecto en todos, menos en el apóstol, que después de orar e imponerles las manos a sus compañeros moribundos, se salvaron. Ante el milagro y el clamor de los cristianos apiñados en las afueras de la cárcel, tuvieron que dejarlos en libertad.
Aunque no fue escogido en principio por Jesús, Matías fue uno de sus primeros seguidores y lo acompañó incondicionalmente durante los tres años de su vida pública, pero siempre mantuvo un bajo perfil y por eso solo se le menciona una vez en los Hechos de los Apóstoles (capítulo 1 versículos del 15 al 26), cuando los apóstoles (reunidos en asamblea, antes de Pentecostés, en presencia de los primeros 120 seguidores de Cristo), lo eligieron para reemplazar a Judas Iscariote, porque de acuerdo con la exposición de san Pedro, el colegio apostólico debía estar compuesto por doce pilares, pues Jesús les había dicho que a su regreso los sentaría sobre doce tronos para regir a las doce tribus de Israel y por lo tanto el traidor tenía que ser sustituido y para copar esa plaza, era obligatorio que el escogido hubiera estado con Jesús desde su bautismo, hasta su resurrección y los únicos que llenaban el requisito eran José Barsabá y Matías. Luego de orar y encomendar la decisión a Dios, “lo echaron a suertes” (una costumbre judía que desde los tiempos de Moisés se usaba en función de las decisiones trascendentales que concernían al pueblo) y así Matías resultó proclamado.
Ya como apóstol, estuvo presente en la jornada de Pentecostés, en la que el Espíritu Santo descendió en lenguas de fuego y encendido de fervor, inició con Andrés, su travesía por Asia Menor; tras su retorno se dedicó a predicar en Judea y su elocuencia y santidad penetraron en los judíos reticentes, que en masa se convirtieron al cristianismo, lo que encendió las alarmas en la clase sacerdotal de los hebreos, que no se paró en mientes para atentar contra él, pero Matías no se arredró y continuó predicando en las afueras de las sinagogas, en las plazas de los pueblos y así multiplicó el número de adeptos, hasta que el sacerdote Ananías, líder del sanedrín, lo condenó a la lapidación. Aunque le avisaron sobre su inminente captura, salió ese día como de costumbre a predicar y en medio del sermón, fue apedreado ahí mismo; apiadados de su lenta agonía, los romanos lo decapitaron el 14 de mayo del año 63. Por eso hoy, día de su festividad, pidámosle a san Matías, que nos ayude a mantenernos a la sombra de Jesucristo, sin protagonismo, pero con firmeza.