El Santo del día
13 de abril
San Martín, Papa y Mártir

Olimpo, el exarca que en esa época administraba a Roma, tenía órdenes específicas del emperador bizantino, Constante II, de llevar prisionero a Constantinopla al papa Martín I, o asesinarlo si se oponía; en vista de que no pudo apresarlo, optó por matarlo y para el efecto asistió a una de sus misas en la basílica de san Juan de Letrán, pero su plan falló, porque en el momento de comulgar, que era cuando debía asestarle una puñalada, según lo planeado, el paje acompañante que guardaba la daga para entregársela en el instante preciso quedó ciego, y errático, se chocaba con las personas y los bancos, entonces algunos fieles intuyeron lo que pasaba y lo sacaron a rastras. Para disimular, Olimpo comulgó y al salir, tuvo que abandonar sigilosamente a Roma, porque el pueblo enfurecido estuvo a punto de lincharlo.
Es que en esos años, el papa Martín I (que había sucedido en el solio pontificio a Teodoro I, en el 649), un verdadero hombre de Dios, de frágil salud y notable mansedumbre, que rezumaba misericordia por todos sus poros, que atendía con abnegación a los desvalidos e irradiaba bondad por donde pasaba, sostenía un áspero enfrentamiento con el emperador, porque éste pretendía favorecer al monotelismo (herejía, según la cual, Jesús sólo tenía voluntad divina); por eso convocó el Concilio de San Juan de Letrán, en el que los 105 obispos asistentes y Martín I, afirmaron tajantemente, que Jesucristo también poseía voluntad humana y consecuentemente con esta posición, el papa excomulgó al monarca y a varios patriarcas de oriente que apoyaban tal apostasía.
Como el pueblo romano veneraba al papa Martín, por su magnanimidad y comprobada santidad, Teodoro Caliope, el nuevo enviado del Emperador Constante II, decidió raptar al pontífice y al amparo de la noche lo capturó y sometió al prisionero a un penoso viaje de 14 meses, en el que no le permitieron siquiera bañarse; en todo ese lapso, a pesar de la disentería que lo atacó al poco tiempo de embarcar. Una vez en Constantinopla, el papa Martín fue exhibido públicamente encadenado por el cuello, despojado de sus vestiduras y casi desnudo lo pasearon por toda la ciudad, mientras la muchedumbre enardecida lo escupía y ofendía; luego de torturarlo lo llevaron sangrando al tribunal y sin dejarle pronunciar una sola palabra, lo condenaron a muerte.
A la espera de la ejecución, lo confinaron en una mazmorra durante tres meses a pan y agua y sin poder hablar con nadie, pero uno de los excomulgados, el patriarca Pablo, que estaba a punto de morir, arrepentido, intercedió ante el emperador, que le perdonó la vida al papa Martín y lo envió al destierro de Quersoneso, en donde tuvo que vivir a la intemperie y abandonado por todos. Por culpa de esa condición, más los suplicios a los que fue sometido durante los tres años del aberrante proceso, quedó prácticamente en los huesos y murió absolutamente desamparado, en el año 656. Así por derecho propio, san Martín fue inscrito en el libro de los santos, como el último papa mártir de la Iglesia. Por eso hoy, 13 de abril, día de su festividad, pidámosle al Señor que nos dé la valentía suficiente para defender con denuedo la doctrina de la Iglesia, como lo hizo el papa san Martín.