El Santo del día
20 de mayo
San Bernardino de Siena
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Oración a San Bernardino de Siena
Oh San Bernardino de Siena, intercesor y defensor de la fe, te imploro que escuches mis plegarias y me ayudes en mis necesidades.
Tu amor por Jesús y por la humanidad es inspirador, y tu celo por la predicación de la palabra de Dios es digno de imitar. Por tu intercesión, te pido que me concedas la gracia de crecer en mi fe y de tener la valentía de predicar la verdad del Evangelio.
Oh San Bernardino, tú que eres conocido por ser un gran orador y por tu habilidad para convencer a los demás, te ruego que me ayudes a comunicarme de manera efectiva con los demás y a compartir el amor de Dios con aquellos que me rodean.
Por tu poderosa intercesión, te pido que me ayudes a superar las dificultades que enfrento y a encontrar la fuerza y la sabiduría para seguir el camino que Dios ha trazado para mí.
Oh San Bernardino de Siena, escucha mi súplica y ayúdame en mis necesidades. Amén.
Amen.
El monograma, IHS, que son las tres primeras letras del nombre de Jesús en griego y así abreviadas, corresponden a “Iesus Hominun Salvator” y traducen: “Jesús Salvador del Mundo”, aparecían al término de cada sermón, en las paredes, sobre los escudos de los nobles, en las puertas de las iglesias, en los umbrales de las casas y en los edificios públicos; entonces los enemigos del fogoso predicador franciscano, Bernardino de Siena, lo acusaron ante el papa de implantar una práctica perniciosa, pues argüían que el pueblo supersticioso usaba ese símbolo como talismán para alejar a los malos espíritus y atraer la buena suerte. El papa Martín V, lo hizo comparecer en Roma en el año de 1427, y le abrió un juicio en el que fue defendido por el futuro santo, Juan de Capistrano, que demostró la bajeza de las acusaciones y después de absolverlo, el mismo Sumo Pontífice, lo invitó a predicar en la Ciudad Eterna y asistía arrobado a sus sermones. Pero es que el amor que a Jesucristo profesaba, fray Bernardino de Siena, era tal, que deseaba que todos los hombres grabaran en su corazón, estas tres letras y por eso colocaba el monograma en todas partes y lo repartía en estampitas.
Bernardino Albizzseschi (nacido el 8 de septiembre de 1380, en Massa, un poblado de la región de Siena), quedó huérfano a los seis años y fue educado por sus piadosas tías. Mientras estudiaba derecho civil y canónico, formó parte de la Fraternidad de Nuestra Señora, compuesta por jóvenes de su edad que cuidaban enfermos en el hospital de Nuestra Señora de la Scala y en las calles. Cuando la peste se abatió sobre Siena, se dedicó con sus compañeros, a atender a los enfermos, a enterrar a los muertos y eso por poco le cuesta la vida, al contraer la enfermedad. Una vez repuesto tras varios meses de meditación en el lecho, decidió entrar a la Orden de los Frailes Menores de San Francisco y fue ordenado sacerdote en 1404.
Durante doce años se consagró al silencio, a la oración, al ayuno y a la penitencia, hasta que en unos retiros espirituales, por boca de un novicio, Dios le dio la orden de salir a predicar en Lombardía. Armado de un pendón con el monograma IHS, marchó del convento y empezó a subyugar con su palabra, de tal forma, que las iglesias le quedaban pequeñas y miles de feligreses se reunían en las plazas para escucharlo y luego regresaban a sus casas con el sagrado monograma que muy pronto se difundió por todo el país. A veces pronunciaba hasta cinco sermones por día. Una vez quedó disfónico y le pidió a la Virgen (a la que se entregó incondicionalmente y de la que se declaró perdidamente enamorado), que lo aliviara y nunca más perdió la potente voz que se escuchaba a kilómetros de distancia.
La fama de Bernardino de Siena, como predicador y hombre santo, se esparció y por eso el papa insistió en nombrarlo obispo de Siena, luego de Urbino y por último de Ferrara y declinó los ofrecimientos porque eso lo maniataba como predicador. No obstante, le cortaron las alas en 1430, cuando fue nombrado Vicario General de su Orden, la cual recibió con 300 frailes y al retirarse en 1442, había 4 mil monjes. Retomó su ruta con sermones maratónicos –de hasta cuatro horas– y la gente volvió a llenar las iglesias, reverdeció la marchitada fe y el símbolo IHS, inundó a Europa. Como solo le quedaba Nápoles por visitar, emprendió su viaje peregrino predicando en cada pueblo, pero llegando a Aquila, se desmayó, fue llevado al convento local de la Orden en donde murió el 20 de mayo de 1444. Fue canonizado en 1450, por el papa Nicolás V. Por eso hoy, día de su festividad, pidámosle a san Bernardino de Siena que nos enseñe a pregonar la palabra de Dios con convicción y persistencia.