El Santo del día
2 de mayo
San Atanasio, Obispo y Doctor
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Oración a San Atanasio
Oh, San Atanasio, obispo y doctor de la iglesia, fiel defensor de la verdadera fe, te pedimos que intercedas ante Dios Todopoderoso en nuestro nombre. Te agradecemos por tu valentía y firmeza en defender la ortodoxia y la unidad de la Iglesia, y te pedimos que nos ayudes a seguir tus pasos en nuestra propia vida cristiana. Que tu ejemplo nos inspire a ser defensores de la verdad ya luchar por la justicia, incluso en tiempos difíciles y adversos. Que tu sabiduría y conocimiento nos guíen hacia la comprensión más profunda de la Palabra de Dios y nos acerquen a Él cada día. San Atanasio, te encomendamos nuestras intenciones y necesidades, confiando en que tu intercesión nos llevará más cerca del Señor. Amén.
El obispo Alejandro se paseaba por su estancia y mientras meditaba sobre los temas que discutiría con los demás prelados –después del desayuno al que los había invitado–, se detuvo ante la ventana desde la que podía contemplar el abigarrado puerto de Alejandría en el que los marineros deambulaban por entre el comercio y las tabernas, y a los estibadores que entraban y salían cargados de las entrañas de los barcos anclados; de pronto, su mirada se detuvo en un grupo de adolescentes que en la playa cercana con el agua arriba de los tobillos realizaba un extraño juego, al que después de observar detenidamente, el mitrado llegó a la conclusión de que se trataba de un bautismo colectivo y le llamó la atención el chico que lo oficiaba, por su conocimiento y riguroso apego a las complejas reglas de la ceremonia.
Una vez concluido el ritual hizo comparecer a los muchachos ante él, y al enterarse de que quien los dirigía estaba ensayando con ellos su próximo bautismo –porque eran catecúmenos–, sometió al jovenzuelo a un intrincado cuestionario teológico y sus respuestas fueron tan sabias, que Alejandro el obispo de Alejandría, no solamente aceptó aquel ensayo como bautismo válido, sino que lo tomó a su cargo para completarle su preparación filosófica, doctrinal y sobre Sagradas Escrituras; cuando estuvo listo, lo convirtió en su secretario y le confirió el diaconado a ese precoz sabio que se llamaba Atanasio, que con el correr del tiempo fue nombrado “Padre de la Ortodoxia” e incluido entre los ocho Doctores Originales de la Iglesia.
Atanasio (nacido a finales del tercer siglo en Alejandría), pertenecía a una familia acomodada que estimuló su extraordinaria inteligencia prodigándole una esmerada educación que abarcaba matemáticas, gramática, literatura griega, retórica, dialéctica, jurisprudencia, historia, filosofía y teología y que le fue impartida por los mejores profesores de Alejandría, ciudad que en ese momento era el centro comercial y cultural del mundo. Tal entorno, enriqueció su formación, pero la vasta erudición adquirida no calmaba su sed de Dios y por eso después de que el obispo Alejandro descubriera sus dotes, le otorgara el diaconado y le asignara el cargo de secretario, se especializó en Sagradas Escrituras, lo que le permitió escribir dos brillantes tratados: Contra los paganos y De la Encarnación del Verbo, antes de cumplir los veinte años.
El impacto causado por estas dos obras, lo ubicó entre los más destacados defensores doctrinales de nuestra Iglesia, que empezaba a sentir la turbulencia producida por el naciente arrianismo, herejía que negaba la naturaleza divina de Jesús y cuyo efecto nocivo obligó al emperador Constantino, en el año 325, a convocar el Concilio de Nicea, al que asistió Atanasio, como consejero teológico del obispo Alejandro. En este primer concilio ecuménico, Atanasio hizo sentir el peso de sus conocimientos hasta el punto de que fue uno de los artífices del Credo Niceano, que todavía se recita en todas las misas.
En su lecho de muerte, el obispo Alejandro recomendó que su diligente secretario fuera su sucesor y en efecto tras su fallecimiento en el año 328 –sin cumplir los 30 años, que era la edad reglamentaria para acceder al episcopado– Atanasio fue aclamado por el pueblo de Alejandría y respaldado por Constantino. En principio reorganizó su diócesis, expulsó de las iglesias a los clérigos arrianos que se habían apoderado de ellas y apretó las tuercas a sus sacerdotes permisivos; entonces los apóstatas redoblaron su insidia y lograron que unos años más tarde ante la negativa de Atanasio de recibir de nuevo en la iglesia a Arrio –que había sido expulsado de ella por el Concilio de Nicea– el emperador lo desterró a Treveris y solamente tras la muerte del monarca, su heredero, Constantino II, lo rehabilitó y pudo retornar a Alejandría. No obstante, los arrianos volvieron a la carga y, al cabo de algunos años, tuvo que huir de la ciudad.
De ahí en adelante, Atanasio fue acusado y sometido a juicios amañados en los que siempre demostraba su inocencia, pero aun así y durante 17, de los 46 años que ejerció como obispo de Alejandría, se la pasó entre destierros y triunfales regresos a Alejandría (pues el pueblo que lo amaba, nunca aceptó a los usurpadores que nombraban en su lugar) y aprovechando su trashumancia, escribió sus mejores obras: Apología contra los arrianos, reunida en cuatro libros; Epístola sobre los Decretos del Concilio de Nicea; Carta a los obispos de Egipto y Libia; Historia de los arrianos; Epístola a los africanos; La interpretación de los Salmos; La vida de san Antonio abad y muchos textos más.
Por fin, tras la muerte de su más enconado perseguidor, el emperador Juliano –El Apóstata–, san Atanasio encontró la paz en su amada Alejandría y en los siguientes siete años, pudo redondear su colosal faena doctrinal y el 2 de mayo del año 373, murió en medio de la veneración de toda la cristiandad. Fue proclamado Doctor de la Iglesia por el papa Pío V, en 1568. Por eso hoy, día de su festividad, pidámosle a san Atanasio que nos enseñe a ser fieles a la iglesia, en todas las circunstancias.