Reconciliarnos con el Padre
Cuando llega la celebración del día del Padre, escuchamos con frecuencia frases como estas: “No es lo mismo que el día de la madre”, “padre puede ser cualquiera, madre no hay sino una” , “los papás no significan tanto” y, de hecho, se observa que el movimiento alrededor de las madres es distinto al de los padres. Vivimos en una sociedad, que admira y agradece, con razón, todo el sacrificio y el amor que ellas ofrecen a sus hijos, porque son las madres quienes con fortaleza suma, suelen permanecer en el hogar, gastarse por completo en la educación de los hijos, armonizando vida familiar y mundo laboral, si es necesario.
Esta realidad no deja muy bien parados a los padres de familia, a aquellos que no asumen con entereza su ser paterno, porque, en cambio, deciden abandonar el hogar a su esposa y a sus hijos, desgarrando historias, mientras descargan en las madres prácticamente toda la responsabilidad.
Otros padres se van sin irse, están pero no están. Prefieren un fin de semana con los amigos a llegar a casa a abrazar a quienes los esperan, ansiando un poco de tiempo y afecto de ese papá que no aparece.
¿Qué hacer? ¿Cuándo se nos desdibujó la esencia del papá? ¿Si Jesús nos ha mostrado a Dios como Padre y nos ha revelado su gran ternura y amor por todos, por qué, algunos hombres no alcanzan a imitarle?
En el año 2006 asistimos como Canal de Televisión a un Congreso organizado por el Instituto de la Familia de la Universidad de la Sabana, cuyo propósito estaba bien definido en su temática: Recuperar al Padre para reconciliarnos con la vida. Una respuesta al gran interrogante: si recuperamos al Padre, recuperamos todo lo demás.
La inquietud inicial era si todo un congreso no sería excesivo para hablar sólo del padre de familia.
Todavía resuenan las primeras charlas del Dr. Alvaro Sierra Londoño quien con datos concretos nos recordaba sobre varios aspectos que han desencadenado la realidad que hoy vivimos:
El aumento constante de divorcios desde 1960, la asignación de la custodia de los hijos a las madres que supera el 90% en la mayoría de los países del mundo y el rol reducido del padre sólo a engendrar y proveer, son algunos de los múltiples factores que explican las ausencias paternas.
Y afirmaba el Dr. Alvaro Sierra, esto no es una realidad que degrada solamente al padre, porque paternidad y maternidad están coimplicadas, si se afecta la realidad paterna se afecta la materna. Un padre ausente de casa, distorsiona el ser de la madre, que por estas circunstancias se ve enfrentada a exigencias que no tendría por qué asumir.
En el mismo sentido, los estudiosos comprueban cómo en las familias monoparentales, donde la madre es cabeza de familia, los hijos tienen una mayor probabilidad de sufrir depresión, caer en las dogas o considerar el suicidio.
Necesitamos recuperar al padre en casa y para ello necesitamos reconciliarnos con él.
El día del padre es un día para dar gracias porque también por medio de ellos recibimos la vida, pero es un día también para perdonar sus errores y abrazarlos de nuevo. Seguramente muchos de ellos no sabían cómo ser papás, nadie les enseñó el significado de la palabra: Padre; o, tal vez, los referentes que ellos mismos tuvieron, no fueron los más idóneos. No se trata de justificar el no estar presentes, sin embargo, es importante perdonar: perdonar la palabra dicha, la ausencia prolongada, su abandono parcial o total. También aquí podemos devolver con amor el no amor. Esto sana el corazón y regresa la vida.
Los padres merecen sentirse acogidos, necesarios y partícipes de la vida familiar, cuando esto ocurra, redescubrirán cuán fundamentales son: amarán a sus esposas y se harán responsables también de la casa y de los hijos, porque habrán entendido que ser padre no es un rol más en la vida, sino el ser que se entrega y compromete a una con la madre. En esto hay una plenitud superior.
Un padre en casa, no abandónico, sino presente, genera tranquilidad, estabilidad, seguridad, pero también amor, compañía, cuidado, razones para la vida y deseo de formar un hogar, en los hijos que con admiración los sienten cercanos.
Por esos padres, que parodiando podríamos llamar, padres pródigos; permitamos en estos días que las heridas se cierren, que no haya más silencio entre ellos y sus hijos, que tengan la opción de volver a casa y de redescubrir el enorme regalo de ser papás.
Por: Alejandro Morales