El Santo del día
21 de noviembre
Presentación de la Virgen María en el templo
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Oración
Dios Padre celestial, en este día recordamos la Presentación de la Virgen María en el Templo, donde fue consagrada a Ti desde una edad temprana.
Te agradecemos por su vida llena de gracia y obediencia, y por su disposición a cumplir tu voluntad.
Al igual que María se entregó por completo a Ti, te pedimos que nos ayude a consagrar nuestras vidas a Tu servicio.
Que podamos aprender de su humildad y pureza, y seguir su ejemplo de amor y devoción a Jesús.
Bendice a todas las familias y comunidades en este día, y que podamos crecer en santidad como María.
En el nombre de Tu Hijo, Jesucristo, oramos. Amén.
Amén.
La comitiva avanzaba por las calles de Jerusalén y los curiosos que observaban el cortejo, se quedaban fascinados ante la gracia y belleza de la niña que coronada con guirnaldas y flanqueada por otras chiquillas portadoras de lámparas, presidía la procesión, mientras sus padres san Joaquín y santa Ana, que marchaban a pocos pasos de distancia henchidos de orgullo, al mismo tiempo sentían pena porque ese día (en cumplimiento de la promesa que desde hacía mucho tiempo le habían hecho a Dios, si les concedía un descendiente), le entregaban su más preciado tesoro, al que jamás volverían a tener entre sus brazos. Sumidos en su nostalgia llegaron a las escalinatas del templo y observaron con admiración a la pequeña María, que exultante de gozo ascendió sin mirar atrás con paso ligero y grácil los quince escalones que la separaban de la entrada del templo en donde sonriente la esperaba el sumo sacerdote, quien (según el Protoevangelio de Santiago, El Evangelio del Pseudo Mateo y El Libro de la Natividad de María, escritos apócrifos, pero ampliamente aceptados por la tradición cristiana y respetados por la iglesia), la abrazó, bendijo y luego exclamó delante del pueblo: “El Señor ha engrandecido tu nombre por todas las generaciones, pues al fin de los tiempos manifestará en ti su redención a los hijos de Israel”. Desde ese momento la Virgen María –que solo tenía tres años– vivió en el templo y creció en edad, santidad, castidad y salió de allí para casarse con san José cuando contaba 14 años.
Transmitida esta tradición a las siguientes generaciones, su festividad se celebraba en las comunidades cristianas de los primeros siglos y el 21 de noviembre del año 543, fecha en la que se inauguró la basílica de Santa María la Nueva de Jerusalén (construida por el emperador Justiniano I), su consagración dio lugar a una solemne fiesta mariana en la que se recordó con detalle la presentación de María en el templo y así se arraigó la conmemoración anual de la que se hicieron eco muchas iglesias y con el correr de los siglos se generalizó de manera espontánea hasta que en 1143, el emperador Manuel Comneno I El Grande, la oficializó en todo el imperio bizantino y al viejo continente fue introducida paulatinamente al influjo de las cruzadas que retornaban de oriente y para principios del siglo XIII, se había extendido por Inglaterra y buena parte de Italia. Desde allí la fiesta de la Presentación de la Virgen María en el Templo, se irrigó hacia el resto de Europa y en 1372, el papa Gregorio XI, la incluyó oficialmente en el calendario litúrgico.
Al margen de que su cumplimiento se observaba con fervor en todo el mundo católico, el hecho de que su fundamento, fueran El Protoevangelio de Santiago, El Evangelio del Pseudo Mateo y El Libro de la Natividad de María, generaba resistencias (a pesar de que varios Padres de la Iglesia Oriental: san Gregorio Nacianceno, san Andrés de Creta, san Cirilo de Jerusalén, san Juan Damasceno y san Ambrosio, en Occidente, defendieron con autoridad y argumentos sólidos la legitimidad histórica de este pasaje de la vida de la Santísima Virgen María) y por eso varios papas estimularon y difundieron esta advocación y otros como san Pío V (que depuró el santoral, reformó el calendario litúrgico, el Breviario Romano y reglamentó los procesos de canonización), la suprimió, pero el papa Sixto V, la reinstauró, en 1585.
Aunque más adelante hubo varios intentos para eliminarla de nuevo, prevaleció, gracias a que si bien es cierto la Virgen fue llevada al templo por sus padres, ella misma cuando ascendió los escalones sin ayuda de nadie y sin mirar atrás, lo hizo por iniciativa propia y entonces ese gesto se convirtió en un acto de acatamiento libre y sublime de la voluntad divina. Por eso hoy, 21 de noviembre, día de su festividad, pidámosle a la Santísima Virgen, que nos enseñe a someternos mansamente a los dictados de Dios.
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