El Santo del día
12 de septiembre
Nuestra Señora de las Lajas
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Oración a Nuestra Señora de las Lajas
Santa María de las Lajas, Madre llena de amor y consuelo, que has bendecido con tu presencia este lugar sagrado, te pedimos que escuches nuestras plegarias. En el rincón de Las Lajas, nos enseña la importancia de la fe y el poder de la intercesión materna. Te imploramos que nos acompañes en nuestras luchas y alegrías, y nos guías hacia la senda de tu Hijo, Jesús. Que en tu abrazo maternal encontramos protección, y en tu ejemplo de amor, encontramos inspiración. Santa María de las Lajas, intercede por nosotros ante Dios, y acompáñanos en este camino de vida y esperanza.
Amén.
Esa mañana de septiembre de 1754, María Mueses salió a paso largo de Ipiales, hacia la aldea de Potosí, para visitar a Rosita, su pequeña hija sordomuda, que estaba al cuidado de sus familiares y poco después del mediodía ya estaba descendiendo por la escarpada ladera en cuyo fondo discurre el revoltoso río Guáitara. A mitad de la falda la sorprendió una fragorosa tempestad que la obligó a guarecerse en una cueva cercana y entonces con profunda devoción se encomendó a la Virgen del Rosario; al cabo de un rato de intensa oración, sintió que le tocaban el hombro y presa de pánico, sin esperar a que amainara el temporal, huyó del lugar y antes del anochecer llegó exhausta a Potosí. Dos días después emprendió el retorno a Ipiales con su hija a cuestas y al pasar por la gruta la niña evidentemente emocionada habló por primera vez y le dijo: “Mamá allá adentro hay una señora blanca con su hijo en los brazos y me está llamando”. La aterrada madre la apretó contra su pecho, salió corriendo y esa misma noche contó lo sucedido en la casa de los Torresano –sus patrones–, quienes a pesar de que la pequeña, milagrosamente había recuperado el habla, no le creyeron. Una semana más tarde al pasar de nuevo por el mismo sitio, “la señora blanca” volvió a llamar a Rosita, pero esta vez, María Mueses sí congregó a los habitantes de Potosí y mientras narraba lo acontecido se percató de que su niña había desaparecido, entonces se fue a buscarla con sus vecinos y la encontró en la caverna, embelesada ante la imagen de la Virgen (con el Niño Jesús, en brazos, flanqueada por santo Domingo de Guzmán y san Francisco de Asís), plasmada en una laja de tres metros con 20 centímetros de alta, por dos metros de ancha, con las figuras esparcidas en una superficie de dos metros de altura por uno con 20 de anchura.
Desde ese momento comenzó la romería de los habitantes y hasta el padre Juan de Villafuerte, párroco de Ipiales, visitó la gruta y extasiado por la belleza sobrenatural de la imagen, celebró la primera misa en ella y con la ayuda de los vecinos comenzó la construcción de una ermita rústica con techo de paja que serviría de santuario hasta 1794, cuando se emprendió la edificación de una capilla de piedra más consistente y como los milagros se sucedieron a granel, pronto quedó pequeña para recibir a la gran cantidad de peregrinos de toda América que acudían en masa, especialmente en septiembre, mes en el que se celebra su festividad.
Por eso en 1916, el ingeniero ecuatoriano Gualberto Pérez y el arquitecto pastuso Lucindo Espinosa, comenzaron a erigir el actual templo de estilo neogótico encastrado en la ladera –pues la imagen de Nuestra Señora del Rosario de las Lajas, que preside el altar mayor, forma parte de la pared rocosa de la montaña– y está suspendido sobre un puente de 50 metros de altura, 17 de anchura y 20 de largura, que cruza el río Guáitara y sirve de atrio enmarcado por ángeles que lo custodian desde la balaustrada y conducen al visitante hacia el interior de sus tres naves de 28 metros de extensión y 15 de amplitud (iluminadas durante el día por vitrales del artista alemán Walter Wolf).
El santuario de Nuestra Señora de las Lajas, coronado por una torre de cien metros de altura, fue concluido en 1949 y elevado por la Santa Sede a la categoría de Basílica Menor en 1954. En el año 2006 fue proclamado Bien de Interés Cultural de Carácter Nacional; un año después clasificó como una de las siete maravillas de Colombia y en el 2015, el diario británico The Daily Telegraph, adelantó una encuesta que proclamó a este templo como la iglesia más bella del mundo por su ubicación y arquitectura.
Pero más admirable de la construcción, es la imagen de Nuestra Señora de las Lajas, (que aparece sobre una media luna, con el niño en su brazo izquierdo en actitud de entregarle un cíngulo –o cordón– a san Francisco, mientras que la Madonna le ofrece con su mano derecha un rosario a santo Domingo de Guzmán) cuyo origen y antigüedad es desconocido, porque a pesar de haber estado a la intemperie durante cientos de años, sus colores de tono mate, permanecen vívidos e inmunes al polvo, al humo de las velas y a las deyecciones de los insectos y las palomas. Es todavía más sorprendente el hecho de que –según las conclusiones de una reciente investigación científica–, la impresión del conjunto penetra varios centímetros la piedra, a pesar de que no existen trazas de pigmentos vegetales ni de sustancias químicas. Por eso hoy, 12 de septiembre, día de su festividad, pidámosle a Nuestra Señora de las Lajas, que nos salve del abismo del pecado y nos proteja de las inclemencias de la vida.