El Santo del día
24 de septiembre
Nuestra Señora de la Merced
Oración a Nuestra Señora de la Merced
Santa María de la Merced, Madre de bondad y redentora de cautivos, que extiende tu manto de protección a los necesitados, te pedimos que intercedas por nosotros ante Dios. En tu amor maternal, buscamos refugio y consuelo, confiando en tu intercesión en nuestras necesidades. Que en tu compasión encontremos liberación de nuestras cadenas, y en tu gracia, la fuerza para superar obstáculos. Santa María de la Merced, estrella de esperanza, ayúdanos a mostrar misericordia y amor a todos. Ruega por nosotros ante el Trono Celestial, para que podamos vivir con corazones generosos y redimidos.
Amén.
Cuando los habitantes del pequeño puerto peruano de Paita observaron ese 14 de noviembre de 1741, que la flota del Almirante George Anson (corsario al servicio de su majestad el rey Jorge II, de Inglaterra), se aproximaba, huyeron despavoridos, así el filibustero pudo entrar a saco en la población. Luego de arrasarla, la incendió y todo quedó reducido a cenizas, menos la imagen de Nuestra Señora de las Mercedes. Como no pudo tomar ningún prisionero, entonces el frustrado Anson ordenó secuestrar a la Madona, pero en el momento de embarcarla, la efigie se hizo tan pesada que no pudieron subirla a bordo, por lo que el airado almirante le dio una estocada que aún puede verse en su cuello, después la lanzó y al tocar el agua, el mar se agitó de tal forma que toda su escuadra estuvo a punto de irse a pique y se salvó del naufragio porque emprendió la retirada. Pasado el susto, los compungidos pobladores se dieron a la tarea de registrar los alrededores del pueblo con la esperanza de recuperar algunas pertenencias y en una playa cercana encontraron la imagen de Nuestra Señora de las Mercedes, mojada pero indemne. Alborozados y agradecidos, los lugareños la condujeron en solemne posesión a las ruinas de la iglesia, sobre ellas levantaron un cobertizo y entronizaron a la Santísima Virgen en un improvisado altar.
En esa oportunidad Nuestra Señora de las Mercedes hizo gala –una vez más– de su protectorado sobre los cristianos en peligro de ser esclavizados, tradición que había comenzado la noche del 1° de agosto de 1218, cuando se le apareció a san Pedro Nolasco y le pidió que fundara una congregación para rescatar a los cristianos encadenados por los moros en el norte de África y así nació la Orden de la Bienaventurada Virgen María de la Merced, –aprobada por el papa Gregorio IX en 1235–, que a lo largo de varios siglos logró redimir a más de 300 mil cautivos y por eso es la patrona de los secuestrados y los presos. Tras el descubrimiento de América, los Mercedarios –así se les conoce popularmente–, continuaron su labor en el nuevo continente y expandieron la advocación de Nuestra Señora de las Mercedes en Perú, Argentina, Bolivia, Ecuador, República Dominicana, Nicaragua, Panamá y Colombia.
En nuestro país es la patrona de San Juan de Pasto, pero es en Nataga, Huila, en donde se encuentra el santuario más visitado de esta advocación en Colombia, porque allí, una talla de madera de la Virgen de las Mercedes, que un grupo de comerciantes traía de Quito a Bogotá, en 1663, se hizo tan pesada que tuvieron que dejarla en ese sitio y ahí mismo construyeron una iglesia en su honor a la que desde entonces acuden –permanentemente–, peregrinos de toda América, pero la afluencia de devotos se desborda el 24 de septiembre, que es el día de su festividad y por eso la celebración se realiza en la plaza principal. Pidámosle hoy a Nuestra Señora de las Mercedes, que redima y dignifique a los presos, alivie las cárceles del hacinamiento infrahumano que padecen, y así como a ellos, nos libere de las cadenas del pecado.