El Santo del día
8 de septiembre
Nacimiento de la Santísima Virgen María
Oración Natividad de la Santísima Virgen María
Dulce Virgen María. En este día bendito celebramos tu nacimiento, cuando el mundo recibió un regalo de gracia y amor. Te pedimos que intercedas por nosotros ante Dios, y nos guías en nuestro camino de fe y devoción. Eres la Estrella del Mar que ilumina nuestras vidas, la Madre de nuestro Salvador que nos acoge con ternura. En tu nacimiento vemos el inicio de la esperanza, y en tu vida, el modelo perfecto de humildad y pureza. Santa María, ruega por nosotros en este día especial, y acompañanos con tu amor maternal en cada paso.
Amén.
Mientras Joaquín oraba y ayunaba en el desierto porque sus ofrendas no eran aceptadas en el templo dado que no tenía descendencia, Ana, refugiada en un rincón del jardín de su casa, se quejaba amargamente por su esterilidad y le pedía con todo su corazón a Dios que así como le concedió un hijo a Sara –la esposa de Abraham– en el ocaso de su vida, le otorgara también a ella la feliz oportunidad de ser madre; de pronto se le apareció el ángel del Señor y le dijo: “Ana, Ana, el Señor ha escuchado y atendido tu súplica. Concebirás y parirás, y se hablará de tu progenitura, en toda la tierra”. Y Ana prometió al instante que ese hijo (o hija), lo entregaría como ofrenda al Señor y permanecería a su servicio todos los días de su vida. Al mismo tiempo, Joaquín era visitado en su tienda de campaña por el mismo ángel que le anunció: “Joaquín, Joaquín, el Señor ha oído y aceptado tu ruego. Sal de aquí, porque tu mujer, Ana, concebirá en su seno”. Y en efecto a los nueve meses nació la Virgen María.
Aunque existen diversas tendencias que indican que María pudo haber nacido en Nazaret o Séforis, la teoría más aceptada es que vino al mundo –según san Sofronio y san Juan Damasceno– en Jerusalén y tal como su madre, Ana, lo había prometido, a los tres años fue presentada a los sacerdotes y confiada su educación al templo en el que recibió todo el conocimiento que sobre las Sagradas Escrituras le era permitido a las israelitas: aprendió a tejer, a bordar y en general lo que debían saber las mujeres judías sobre el matrimonio y el comportamiento social.
Tras la muerte de sus padres, cuando contaba 14 años, los rabinos consideraron que era hora de buscarle marido y dada su condición de hija del templo y por lo tanto pura e inmaculada, convocaron a los viudos (porque con ellos podía preservar su castidad), para que se presentaran con sus varas de pastores y el dueño de aquella que floreciera sería el elegido, privilegio y honor que le correspondió a un ebanista llamado José (nacido en Belén y descendiente de la casa real de David), con quien al poco tiempo celebró sus esponsales, que era una ceremonia mediante la cual la mujer ya pertenecía legalmente al esposo aunque el matrimonio solo se oficializaba un año después.
Cumplida la gestación, María y José tuvieron que viajar a Belén para inscribirse en el censo ordenado por el emperador romano Augusto y el alumbramiento los sorprendió en una gruta iluminada por la gloria del Señor, mientras una fulgurante estrella permanecía detenida sobre la cueva, señalándoles así el punto exacto en el que había nacido el Mesías a los reyes magos y a los pastores que apacentaban sus rebaños en las cercanías. Luego la sagrada familia volvió a Nazaret, de donde tuvo que huir apuradamente para salvar la vida del infante de la persecución de Herodes y después de retornar de Egipto, la Santísima Virgen María debió soportar la angustia que le produjo su desaparición de su hijo en Jerusalén, a los doce años.
Todas estas vicisitudes prepararon a la Santísima Virgen María para enfrentar la pasión y muerte de su hijo, nuestro Señor Jesucristo, viacrucis que sobrellevó con humildad, dignidad, entereza y estoicismo, porque era consciente de su papel frente al sacrificio de su hijo para redimir a la humanidad. Por eso no nos cansamos de alabarla y bendecirla diciendo: ¡Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre… Jesús!