El Santo del día
24 de mayo
María Auxiliadora
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Oración a María Auxiliadora
Querida María Auxiliadora, Madre de nuestro Salvador Jesucristo, hoy acudimos a ti con humildad y confianza para pedirte que nos ayudes en nuestras necesidades.
Eres conocida por ser la auxiliadora de los cristianos, la que siempre está dispuesta a socorrer a aquellos que acuden a ti en busca de ayuda. Sabemos que tú eres una madre amorosa y compasiva, y por eso te pedimos que nos mires con ternura y nos asistas en todo momento.
Te pedimos que intercedas ante tu Hijo por nosotros, para que nos conceda la gracia que tanto necesitamos. Ayúdanos a ser fieles a sus enseñanzas y a seguir su ejemplo de amor y servicio hacia los demás.
María Auxiliadora, confiamos en tu poderosa intercesión y en tu amor maternal. Te pedimos que nos acompañes siempre y que nos ayudes a superar cualquier obstáculo que se nos presente en la vida.
Gracias, María Auxiliadora, por tu intercesión y por tu amor.
Amen.
Como en 1805 no quiso concederle a Jerónimo Bonaparte, la anulación de su matrimonio con Elizabeth Paterson, para contraer nuevas nupcias con Catalina Württemberg (princesa alemana que reforzaría su legitimidad como rey de Wetsfalia), el papa Pío VII selló su suerte, porque Napoléon Bonaparte –hermano de Jerónimo–, comenzó a apretarle las tuercas: le redujo su autonomía en la Iglesia francesa, ejerció control sobre los bienes eclesiásticos y en 1808, se tomó a Roma e invadió el resto de los Estados Pontificios. Entonces, como respuesta, el pontífice lo excomulgó.
La venganza del emperador francés no se hizo esperar y el 5 de julio de 1809, lo apresó y dado que el Vicario de Cristo se negó a levantarle la excomunión y a recibirle los dos millones de francos que le ofreció en compensación por la anexión de Roma a su imperio; rechazó, además, los nombramientos de los obispos designados por el monarca y, de sobremesa, hizo destruir su anillo papal para que nadie pudiera usarlo en su nombre; lo mantuvo prisionero en Fontainebleau en condiciones infrahumanas y, por eso, Pío VII le prometió a la Santísima Virgen que si lo liberaba del cautiverio decretaría una fiesta anual en honor de María, Auxilio de los Cristianos. A principios de 1814, cuando Napoléon sintió que sus días en el poder estaban contados, dejó en libertad a Pío VII, que declaró al 24 de mayo –día de su entrada triunfal a Roma–, como fecha oficial de la celebración de la fiesta de María Auxiliadora.
Esta designación no era nueva, porque ya en el 345, san Juan Crisóstomo invocaba a la Santísima Virgen como Madre de Dios y Auxiliadora. Más adelante –en el 733–, san Germán afirmaba en un sermón: “María, Tú eres poderosa Auxiliadora de los pobres. Auxiliadora contra los enemigos de la fe. Auxiliadora de los gobernantes para que nos consigan el bienestar. Auxiliadora del pueblo humilde que necesita de tu ayuda”. Por su parte san Juan Damasceno hizo popular desde el año 749, la jaculatoria que aún hoy acompaña a todas las oraciones de esta advocación: “María Auxiliadora, rogad por nosotros”. Otro gran impulso se lo dio el papa san Pío V, el 7 de octubre de 1571, fecha en la que la alianza cristiana –dirigida por Don Juan de Austria, hermano del rey Felipe II de España–, se enfrentó a los musulmanes en Lepanto, batalla naval en la que se jugaba la suerte de la cristiandad, porque si ganaban los otomanos, toda Europa caería en su poder e impondrían su religión. Ese día el papa san Pío V ordenó que todos los feligreses salieran en procesión por las calles romanas entonando el rosario y presidió en la basílica Santa María la Mayor, una vigilia especial en honor de la Santísima Virgen. Al conocer la noticia sobre la aplastante victoria cristiana, exclamó: “Gracias María, auxilio de los cristianos” e instituyó la fiesta de la Virgen de las Victorias, el primer domingo de octubre.
Pero fue san Juan Bosco, quien le dio el empujón definitivo a esta veneración mariana, después de que la Virgen se le apareció en sueños y le pidió que edificara un templo y lo consagrara a María Auxiliadora. Desde el momento en que empezó la construcción sin tener una sola moneda, comenzaron a desmenuzarse los milagros y con ellos también llegaron las donaciones necesarias para culminar la obra en solo cuatro años y el 9 de junio de 1868, abrió sus puertas la portentosa Basílica de María Auxiliadora de Turín. Con razón Don Bosco repetía admirado que: “Cada ladrillo de este templo corresponde a un milagro de la Santísima Virgen” y agregaba: “Propagad la devoción a María Auxiliadora y veréis lo que son los milagros”. Por eso, hoy 24 de mayo, fiesta de María Auxiliadora, repitamos constantemente lo que Don Bosco decía todo el día: “María Auxiliadora, rogad por nosotros”.