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Enséñame a conocerte
¿Cómo saber que Dios existe? Y si existe ¿Quién es? Es la gran pregunta que todo hombre y mujer se hacen y que filósofos, teólogos y místicos han tratado de responder, en cuanto se puede, porque a todas luces, lo primero que sabemos de Dios, es que es un ser inabarcable, insondable. Por eso, mientras podemos verle tal cual es, según nuestra fe, en el momento del encuentro final, tratamos de conocerlo con la pequeñez de nuestro pensamiento, con la intuición del corazón, con la hondura de nuestro propio ser. Todo lo que digamos de Dios será poco, todo cuanto se nos han dicho de Él, es apenas un balbuceo, porque Dios siempre será mucho más grande que nuestras limitadas capacidades para conocerlo.
No obstante, la reflexión de los hombres durante miles de años, nos ha llevado a descubrir algunas vías de acceso, algunas “pruebas de la existencia de Dios” si podemos llamarlas así, que pueden servirnos para descubrir cómo ese Dios inconmensurable, eterno, todopoderoso e inabarcable, se revela a nosotros.
La primera es la creación del mundo. Su belleza y diversidad son una proclamación constante de un ser superior que crea la vida y la adorna de formas, colores y contrastes. Nada ni nadie puede generarla, sino Él. Por eso se vuelve origen y fin no sólo de nuestro planeta, sino del universo entero.
San Pablo afirma: «Lo que de Dios se puede conocer, está en ellos manifiesto: Dios se lo manifestó. Porque lo invisible de Dios, desde la creación del mundo se deja ver a la inteligencia a través de sus obras: su poder eterno y su divinidad» (Rm 1,19-20; cf. Hch 14,15.17; 17,27-28; Sb 13,1-9).
Y san Agustín: «Interroga a la belleza de la tierra, interroga a la belleza del mar, interroga a la belleza del aire que se dilata y se difunde, interroga a la belleza del cielo […] interroga a todas estas realidades. Todas te responden: Ve, nosotras somos bellas. Su belleza es su proclamación (confessio). Estas bellezas sujetas a cambio, ¿quién las ha hecho sino la Suma Belleza (Pulcher), no sujeta a cambio?» (Sermo 241, 2: PL 38, 1134).
Juan de la Cruz, Incluso pregunta a las creaturas en su Cántico Espiritual:
¡Oh bosques y espesuras
plantadas por la mano del Amado!,
¡oh prado de verduras
de flores esmaltado!,
decid si por vosotros ha pasado.
No son pruebas con el rigor de la ciencia, pero podríamos decir que superan a la propia ciencia. El mundo y lo creado son contundentes en el anuncio. Nos dicen más que toda palabra dicha al respecto. Son en verdad un cántico que a la vez afirma la existencia de Dios, mientras lo alaba con su belleza. ¿Existe Dios? Pregúntale a la flor, al aire, a los bosques, a la hermosura de lo creado.
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Por: Alejandro Morales