El deleite que es la música

El trinar de un pájaro, el sutil silbido del viento, el crepitar del fuego, el latido del corazón; todos los sonidos que nos regala la naturaleza, nuestra mera existencia, componen la armonía que le da cuerpo a esta sinfonía llamada ser, llamada coexistir, y es que en tiempos más sencillos, donde la vida corría a otro ritmo y las artes se mezclaban con las ciencias exactas, el ser humano, uno en especial, entendió la belleza del instrumento y sus melodías; Platón, quien alguna vez dijo: La música es un arte educativo por excelencia, se inserta en el alma y la forma en la virtud, nos compartía desde su perspectiva ese tan anhelado objetivo que era musicalizar la vida, darle banda sonora, como diríamos ahora, a cada uno de nuestros pasos, alimentando así la sed que posee nuestra alma, según el filósofo, por el arte y la belleza.

Pero, ¿cómo lograr insertar la forma en la virtud si no hay tal estructura para interiorizar? Y es que las notas musicales fueron insertadas en nuestra sociedad solamente hasta el siglo XI, cuando el monje Guido D’Arezzo vio la necesidad de entonar, sincronizar y establecer parámetros que dignificaran la alabanza, ya que hasta entonces, los cantos que se podían escuchar en los monasterios, en las distintas poblaciones y grupos étnicos eran maleables por la memoria de quien los entonara y para esto hay que recordar esos grandes maestros que nos dio la historia, los llamados juglares; músicos, poetas y hasta bufones, que en ese entonces le contaban a los distintos pueblos cuáles eran sus héroes y sus hazañas, y claro, como buenos artistas su arte entretenía y emocionaba, pero nunca contarían la misma historia, de la misma forma ni con el mismo tono porque siempre había algo más para decir, algo más para subrayar, algo que interesaría más a unos que otros.

Volvamos entonces a Guido D’Arezzo, este monje tomó el himno dedicado a San Juan Bautista Ut queant laxis y, de forma muy práctica, les dio cabida a las tan conocidas notas musicales, de la siguiente manera:

Ut queant laxis (Para que puedan) UT

Resonare fibris (exaltar a pleno pulmón) RE

Mira gestorum (las maravillas) MI

Famuli tuorum (estos siervos tuyos) FA

Solve polluti (perdona la falta) SOL

Labii reatum (de nuestros labios impuros) LA

Sancte loannes (San Juan) SI

Sí, ahí no está el DO, pues el UT fue reemplazado por el DO muchos años después por el musicólogo Giovanni Battista Doni, de quien se tienen dos teorías, o bien estaba buscando darles más santidad a esas notas creadas por D’Arezzo y nombró el DO en honor a Dominus, palabra en latín que significa Dios o el Señor, o simplemente quiso que todo el mundo recordara, a perpetuidad, las dos primeras letras de su apellido Doni. 

De este tema hay mucho más para contar, como, por ejemplo, que el tetragrama que desarrolló D’Arezzo fue el que dio pie para que entre sus líneas y espacios se comenzara a pensar en unas melodías mucho más complejas, llegando así al pentagrama que hoy conocemos, el cual fue inventado por Ugolino de Orvieto, otro clérigo, compositor y teórico de la música. Sin embargo, más allá de la teoría y de los datos que la historia pueda darnos sobre la evolución de la música, tenemos que llegar a una conclusión y es que es imposible pensar una vida sin melodías, sin el crujir de la madera de los árboles que azotados por el viento se chocan unos contra otros, y dan paso a unos vientos encontrados que suenan como si el mismo bosque silbara llamando la atención de nosotros, simples mortales que contemplamos desde nuestra finitud las maravillas que alguien, más allá de nuestro entendimiento, nos dio para nuestro deleite espiritual y sin duda, un alimento sin igual para el alma.

Ana Velazquez - blog

Por: Ana María Velásquez

Realizadora  Tele VID

Referencias: Recursos tomas Cipriano

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