El amor : origen y fin de todo
El amor : origen y fin de todo
Caminar en la fe es en cierto modo entender una verdad enorme y a la vez sencilla que lo abarca todo, lo comprende todo y lo explica todo, y, es esta: Dios es amor. Cuando lo sabes y mejor aún, cuando lo experimentas, el deseo más profundo del corazón es que otros vivan y experimenten lo mismo que tú, porque has llegado al origen y fin de lo que en definitiva le da sentido y plenitud a tu existencia.
Dios, infinitamente perfecto y bienaventurado en sí mismo, en un designio de pura bondad ha creado libremente al hombre para hacerle partícipe de su vida bienaventurada. Por eso, en todo tiempo y en todo lugar, se hace cercano del hombre: le llama y le ayuda a buscarle, a conocerle y a amarle con todas sus fuerzas. C,1
Qué grande saber esto, que Dios, según lo que alcanzamos a decir de Él, siendo omnipotente, es decir, todo poderoso, pero además, infinito, inimaginable, inabarcable, se deja experimentar de nosotros de esta manera: como un Dios cercano, no lejano. Tan cercano, que crea al hombre y le hace partícipe de su vida, por eso nos llama con insistencia, pronuncia nuestro nombre, el de cada uno. Conoce ese nombre y sabe que es distinto a todos. Y a cada uno nos ama con amor también infinito, pero además, nos ayuda a buscarle y no de cualquier manera, sino que nos ha dejado como una herida en el corazón que, cómo dice San Juan de la Cruz, no se cura sino con la presencia y la figura. Nos crea y pone en el interior del hombre, el deseo hondo de buscarle, de hallarle, de conocerle… de amarle. De amarle, tampoco de cualquier manera, sino con toda la fuerza, con todo nuestro ser, con todo nuestro entendimiento, es por eso que podemos rezar con San Ignacio de Loyola:
Tomad, Señor, y recibid
toda mi libertad, mi memoria,
mi entendimiento
y toda mi voluntad,
todo mi haber y mi poseer.
Vos me lo disteis,
a Vos, Señor, lo torno.
Todo es vuestro.
Disponed a toda vuestra voluntad,
dadme vuestro amor y gracia,
que ésta me basta. Amén
Sintamos que ese amor que nos ha creado, nos inunda, inunda todo nuestro ser y nos hace a la vez seres de amor hacia Él, hacia nosotros, hacia los demás, hacia la naturaleza, hasta que un día, cómo nacimos de ese amor. volvamos envueltos en sus brazos a fundirnos en Dios, que es el mismo amor.
Por: Alejandro Morales