El temor a la soledad podría decirse que es un sentimiento universal. Nuestra cultura nos impone y nos enseña de diferentes maneras que para ser felices hay que estar siempre acompañados y que la soledad es casi como un martirio.
Qué bueno que desde pequeños enseñáramos a los niños a no temerle a la soledad, a abrazarla con mucha fuerza, a amarla….porque finalmente cuando la evitamos no estamos haciendo otra cosa que evitarnos a nosotros mismos; le estamos huyendo a evaluarnos, a conocernos más y a mirarnos «para adentro».
Pero más allá de eso hay una buena nueva que se convierte en antídoto para cualquier soledad y es que: desde los ojos de la Fé, NUNCA estamos solos, NUNCA deberíamos sentirnos así porque Dios siempre, en todo momento de nuestra existencia está a nuestro lado acompañándonos, abrazándonos, hablándonos…de nosotros depende permitir o no sentirlo tan cerca…que en realidad NUNCAnos agobie un sentimiento de soledad.
1 comentario