Benedicto XVI, la vida de un religioso

El papa emérito, Benedicto XVI, fue sin duda un enamorado de la Iglesia, de su doctrina, su institución y de todo lo que la componen, por eso no es de extrañar que cuando buscamos en los inicios de su historia encontremos a un niñito que sueña con algún día llegar a ser cardenal, pero antes de hablar de este primer encuentro con la institución de la Iglesia católica, debemos contar cómo era su vida; fue el más pequeño de sus hermanos, siendo él el tercero, sus padres, comprometidos con la enseñanza de sus hijos en la fe, bautizaron el mismo día de su nacimiento al pequeño Joseph Ratzinger, quien nació un 16 de abril de 1927. Sus hermanos, Georg y Maria Ratzinger, encontraron también el camino hacia Dios; el primero se convirtió en sacerdote y la segunda estuvo al lado de Benedicto en la administración de la casa sacerdotal, hasta que ella murió el 2 de noviembre de 1991.

 

Joseph Ratzinger tuvo su primer encuentro cercano con la Iglesia católica cuando el cardenal arzobispo de Munich, Michael Faulhaber visitó el pequeño pueblo donde vivía el papa emérito a sus 5 años, desde ese día tuvo la idea de poder portar las vestiduras de cardenal y por qué no, llegar a ser Papa, aunque años después, meses antes de la muerte de san Juan Pablo II, Benedicto XVI expresara su deseo de retirarse al campo a seguir evangelizando y escribiendo libros de teología, pero siempre teniendo en cuenta “la voluntad del Señor”.

 

La primera y segunda guerra mundial afectaron el camino sacerdotal de Benedicto, pues le tocó hacer pausas en su carrera, como tantos otros seres humanos que en ese momento solamente pensaban en sobrevivir y tratar de algún día, ver la luz de la paz y la armonía nuevamente en el mundo, tal vez, sean estas vivencias las que hayan calado de forma tan profunda en Joseph Ratzinger que lo hayan puesto en la posición de tomar el amor como tópico principal de su pontificado, citando varias veces en sus prédicas y encíclicas el amor infinito del Padre, y la santificación del amor humano, que no mundano.

 

La carrera como sacerdote de Benedicto XVI, estuvo necesariamente marcada por sus inclinaciones académicas, desde la universidad se evidenció en sus textos que las temáticas y las argumentaciones que este Papa le daba a la fe eran revolucionarias, tanto así que muchas veces sus escritos fueron criticados, pero esto no detuvo el camino del profesorado y de la devoción religiosa que sentía en su corazón el papa emérito. La vida de este personaje de la Iglesia, está llena de hechos asombrosos, tanto así como quien fuera el cardenal que lo inspiró para hacerse sacerdote, fue el mismo que lo ordenó y 1 mes después de su ordenación, el 29 de julio de 1951, celebraría junto a su hermano una eucaristía en el pueblo natal de su madre. 

 

Como quien cumple un sueño, el 24 de marzo de 1977, Ratzinger fue consagrado como arzobispo de Munich, y meses después el papa Pablo VI lo nombró cardenal, para este momento Joseph, ya compartía correspondencia con Karol Wojtyla, san Juan Pablo II, y pudo conocerlo durante el sínodo de obispos del mismo año.

Uno de los apodos que este papa emérito recibió a través de los años fue “rottweiler de Dios”, y cómo no, si con sus palabras que eran afiladas, justas y precisas desarmaba cualquier tipo de argumento que pretendiera afectar a la fe católica, esto le mereció en el pontificado de san Juan Pablo II, su amigo, la prefectura de la Congregación para la Doctrina de la Fe, una institución, que a grandes rasgos, se encarga de preservar los valores cristianos, de elaborar los textos que se darán a conocer al mundo sobre decisiones que afecten alguna norma, mandamiento o dogma que rija a la Iglesia. En definición, el trabajo a medida para un estudioso de la teología, los dogmas y todo lo concerniente a los principios y fundamentaciones católicas.

 

Luego de este cargo, lo que sigue es historia, pues vino la muerte de san Juan Pablo II, el 2 de abril de 2005 y fue escogido en su reemplazo el cardenal Joseph Ratzinger, un 19 de abril de 2005; en su pontificado se abrieron las puertas del diálogo para temas difíciles, algo que se debía hacer, pues, sin dar ese primer paso el papa Francisco no habría podido marcar todas las diferencias que se han hecho hasta el día de hoy. Recordemos entonces a este sacerdote, teólogo, académico y sobre todo, religioso que hoy, 31 de diciembre de 2022, a los 95 años nos deja para, como él alguna vez dijo, “recorrer el camino hacia san Pedro”, luego de una larga vida dedicada al “amor infinito del padre” y a propagar el mensaje de la fe.

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