El Santo del día
6 de septiembre
Beato Contardo Ferrini
Oración a Beato Contardo Ferrini
Beato Contardo Ferrini, Hombre de profunda fe y sabiduría, que supiste unir la excelencia académica con la devoción, te pedimos que intercedas por nosotros ante Dios. Haznos testigos de la búsqueda constante de la verdad, guías en nuestra educación y crecimiento espiritual. Que en cada desafío encontramos fortaleza en nuestra fe, y en cada logro reconozcamos la gracia divina. Beato Contardo Ferrini, modelo de integridad y virtud, ayudanos a vivir con pasión por el conocimiento y la santidad. Ruega por nosotros ante el Trono Celestial, para que podamos seguir tu ejemplo y glorificar a Dios en todo.
Amén.
Era el último día de sus vacaciones y por eso el doctor Contardo Ferrini quiso aprovecharlo emprendiendo desde muy temprano la escalada de esa empinada montaña alpina, que aún no había vencido. Poco después del mediodía, llegó a su cima y extasiado con la imponencia del panorama que se ofrecía a sus ojos, se embebió en la oración y dándole gracias a Dios por la magnificencia de su creación, perdió la noción del tiempo, hasta que una gélida ráfaga de viento lo sacó de su embeleso y al darse cuenta de que ya empezaba a caer la tarde, el doctor Contardo Ferrini emprendió apresuradamente el descenso que cada vez se hacía más difícil porque la nieve se iba aflojando paulatinamente al influjo de la temperatura veraniega y entonces el avance del avezado alpinista se hizo más tortuoso y comenzó a acuciarlo la sed pero como su cantimplora estaba vacía, buscaba con la mirada algún arroyuelo formado por la nieve derretida. Al cabo de un rato divisó un hilo de agua que saltaba de una cornisa de la montaña y como pudo llegó hasta él, sació su sed y continuó su camino. Esa noche el doctor Contardo Ferrini empezó a sentir retortijones en su vientre, fue atacado por la fiebre y en esas condiciones retornó a Pavía, e inmediatamente lo hospitalizaron, pero el tifo producido por el agua contaminada lo venció a los 43 años.
Contardo Ferrini (nacido en Milán el 4 de abril de 1859), era hijo de Rinaldo Ferrini, profesor de física de la Universidad de Pavía y en ese ambiente académico creció armonizando el conocimiento con la piedad inculcada por su madre Luigia Buccellati y por eso siempre pregonó que Dios no reñía con la ciencia y lo demostró con creces desde muy temprano, pues a su formación básica le sumó el estudio de varias lenguas antiguas: sánscrito, hebreo, siriaco, arameo y copto, que le sirvieron para adentrarse en las Sagradas Escrituras y le facilitaron la investigación sobre los orígenes y devenir del Derecho, carrera que comenzó Contardo Ferrini, en 1876, a los 17 años, en la Universidad de Pavía y de la que egresó en 1880, con una tesis laureada, a la que llamó: El provecho que el criminalista puede obtener del estudio de Homero y Hesiodo, sorprendente y profunda teoría que le mereció la adjudicación de una beca en Berlín en donde se especializó en Derecho Romano y se familiarizó con la evidente influencia que el cristianismo ejercía en esta disciplina y sobre esta base desarrolló su trabajo como docente en la Universidad de Pavía a la que retornó en 1883 para dictar la cátedra de Exégesis de las fuentes del Derecho e Historia del Derecho Penal Romano, materias que también impartió entre 1887 y 1894, en las universidades de Messina y Módena, de las que volvió para quedarse hasta su muerte en su amada Pavía.
Precisamente en este claustro desarrolló toda la investigación del derecho antiguo, (especialmente el bizantino), sobre el que descansan los pilares del derecho moderno y testimonio de ello son los más de doscientos tratados que sobre estos tópicos escribió con espléndida claridad y profunda sencillez. Pero esta ingente actividad fue más meritoria por el hecho de que en su vida personal, Contardo Ferrini era un dechado de virtudes: repartía su sueldo entre los pobres, había hecho votos de castidad, permaneció célibe toda su vida y era terciario franciscano (vivía según las reglas de los monasterios de san Francisco, aunque residía con sus padres); sentía un profundo amor por la eucaristía y la comunión; ejercía con discreción su proverbial misericordia para con los más desvalidos; profesaba una indeclinable vocación mariana y meditaba constantemente sobre la pasión y muerte de Jesús, en extensas jornadas de oración que regularmente alargaba hasta el amanecer e irradiaba entre sus alumnos esa piedad cristiana que afincada en su ejemplo, era de hecho una eficaz fórmula de evangelización que dio abundantes frutos en la universidad y se multiplicó en la ciudad gracias a la verticalidad y honradez con las que Contardo Ferrini, como concejal del ayuntamiento de Milán, expuso en la defensa doctrinal de la Iglesia frente al relajamiento de las costumbres, el aumento del ateísmo, la popularización del divorcio, la laxitud de algunos clérigos y la indiferencia estatal ante el drama de los niños y ancianos pobres y abandonados, para los que logró de las autoridades la adecuación de orfanatos y hospicios con atención integral.
Por todo esto el beato Contardo Ferrini, (muy a su pesar, porque era un hombre discreto, humilde y alejado del mundo), se convirtió en la consciencia moral de Italia, y de todas partes del país llegaban altos dignatarios, funcionarios, profesores, juristas, prelados y sacerdotes a solicitar su consejo y a todos atendía a cualquier hora del día o de la noche y los mandaba a casa satisfechos. Como el peso de esa fama lo agobiaba, en cuanto podía, el beato Contardo Ferrini se escapaba para practicar en las vacaciones de verano su otra pasión que era el alpinismo y eso fue lo que hizo en el verano de 1902, año en el que contrajo el tifo tras ingerir agua contaminada cuando descendía de un escarpado pico de los Alpes y aunque los mejores médicos de Milán hicieron hasta lo imposible por salvar su vida, el beato Contardo Ferrini falleció el 17 de octubre, en medio de la consternación de los milaneses, para quienes ya en vida era santo. Fue beatificado por el papa Pío XII, en 1947. Por eso hoy, 6 de septiembre, día de su festividad, pidámosle al beato Contardo Ferrini que no permita que la ciencia avasalle nuestra fe.