Si por esas cosas de la vida usted es uno de los afortunados que contó con la dicha de nacer en una familia que le brindó amor y oportunidades debería, en lugar de creerse superior a alguien, darle gracias infinitas a Dios por tantas bendiciones recibidas; y la mejor manera de hacerlo es retribuyendo a la sociedad algo de lo que usted por la divina providencia recibió. No nos dejemos llevar de la vanidad y del sentido de superioridad por el simple hecho de haber tenido más opciones en la vida.

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La desigualdad que se vive hoy en el mundo entero y que es el origen de muchos conflictos alrededor del planeta, nos debería hacer cuestionar sobre cómo podríamos propender por una sociedad más equitativa, que valore de la misma manera al ser humano por el simple hecho de existir. Somos importantes en la medida en que le aportamos a la sociedad; somos significativos en la medida en que amamos y ayudamos a los demás… en conclusión, si nos hacemos llamar Cristianos, deberíamos tener muy clara esta premisa: Todos… absolutamente todos, somos iguales a los ojos de Dios y eso debería marcarnos el camino de cómo tratar a quienes nos rodean.