Santa Misa en el Mausoleo John Garang
“Sean sal que se esparce y se disuelve con generosidad para dar sabor a Sudán del Sur ”
Al sonido de los tambores, los pies danzaban y las manos se extendían como en una alabanza constante que se elevaba al cielo, significando una nueva esperanza. Los vestido amarillos y las faldas de colores suaves que caían dejando ver sus pies descalzos, hacían parte de aquella liturgia distinta, pero alegre que identifica al pueblo africano, esta vez en Sudan del Sur, prefigurando un tiempo nuevo para el martirizado pueblo que sufre a causa de los conflictos internos.
Ante más de 70.000 asistentes el Papa, tomando las palabras de San Pablo a los Corintios (1 Co 2,1-2) les dijo: «Cuando los visité para anunciarles el misterio de Dios, no llegué con el prestigio de la elocuencia o de la sabiduría. Al contrario, no quise saber nada, fuera de Jesucristo, y Jesucristo crucificado» afirmando además que: “Vengo a ustedes para proclamarlo a Él, para confirmarlos en Él, porque el anuncio de Cristo es anuncio de esperanza”.
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Foto tomada de: Vatican Media
El Papa les recordó que son sal de la tierra y luz del mundo y, para ayudarles en la comprensión de lo que esto significa, resaltó los beneficios de la sal. Es el ingrediente invisible que da sabor a todo. Esto de ser sal, llevado a la vida ordinaria, les manifestó, es como vivir las bienaventuranzas y, bienaventurado, no es el que busca ser fuerte, poderoso y rico, sino más bien, aquel que es humilde, manso, misericordioso; el constructor de paz para todos. Ese es el bienaventurado, es decir, el que es plenamente feliz.
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Foto tomada de: Vatican Media
Acto seguido les agradeció a los asistentes por ser sal de la tierra, porque “frente a tantas heridas, a la violencia que alimenta el veneno del odio, a la iniquidad que provoca miseria y pobreza” Ellos pueden hacer un aporte decisivo para cambiar la historia. El Papa Francisco les insistió en que en los momentos en que se sientan impotentes frente al dolor que se extiende en sus ciudades, recuerden aquel grano de sal que siendo pequeño, cambia el sabor de todo y conserva de mejor manera los alimentos, en este caso, los verdaderos valores sobre los que se sustenta la vida.
En el mismo sentido, haciendo memoria de la Palabra, les recordó que Jesús es la luz enviada por el Padre, para alumbrar a todas las naciones y pueblos, en los confines de la tierra y que, ellos como discípulos, son luz que se pone en lo alto para brillar, para alumbrar en medio de sus ciudades. Un aliento que el Papa espera perdure y fortalezca a los cristianos que ahora recordarán lo que deben ser en Sudán del Sur: comunidades de luz clara, que hagan ver que es posible vivir reconciliados en fraternidad, unidad y paz.
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